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La Casa do Maior Juana Tovar, en el concello ourensano de Castrelo do Miño, abrió sus puertas en 2019 // Tiene dos usuarias, aunque tres más están pendientes de la valoración de dependencia para formar parte de su ‘familia’ // Su promotora, Julita Martínez, no deja que se aburran TEXTO Salomé Barba

“Esta iniciativa está cumpliendo una promesa que le hice a mi tía abuela”

Hace la friolera de 40 años, Julita Martínez le prometió a una hermana de su abuela que cuando pudiera montaría un establecimiento en el que las personas mayores fueran tan felices que no quisieran irse. Y lo hizo realidad en 2019 con la apertura de la Casa do Maior Juana Tovar –el nombre de su tía abuela– en el concello de Castrelo de Miño, provincia de Ourense. Y es que esta familiar suya, por cincunstancias de la vida, debió ingresar en una residencias de la tercera edad “pero nunca fue feliz”, explica Julita.

La idea siguió guardada en su cabeza durante dos décadas, aunque sin hacerse realidad, pero la vida puede dar muchas vueltas. Hija de gallegos emigrados a Venezuela, retornó a Galicia y en un momento en que estaba convaleciente de una enfermedad cayó en sus manos el Diario Oficial de Galicia en el que la Xunta abrió plazo para apertura de este tipo de centros destinados a localidades rurales sin centro de día. “Cuando lo ví pense ‘este es el momento’, y en una semana presenté el proyecto para monat mi propia Casa do Maior”, explica ella.

Pensados a imagen y semejanza de las Casas Niños para los más pequeños de la casa, en el que regenta Julita nadie se aburre, eso seguro.

retraso en las valoraciones por la pandemia Actualmente, y desde que se fundó, la Casa do Maior Juana Tovar tiene dos usuarios, aunque el máximo de plazas son cinco. Acuden cada día dos mujeres, una de casi 89 y otra de 66 años, ambas sin dependencia. Hay tres personas más de la localidad que pidieron plaza pero están a la espera de que se les valore la dependencia para poder entrar. Julita explica que “con esto de la pandemia el sistema de valoración está un poco parado” y llevan más retraso del esperado, pero espera que ahora, que la situación parece que va a mejorar, pueda llenar el pequeño centro de mayores.

Julita, con 63 años, es dinámica, inquieta y dicharachera. Está muy acostumbrada a cuidar a personas mayores, porque lo hizo con su madre, fallecida a los 104 años, y lo sigue haciendo con su padre, que aún vive y cuenta con 93 años. Hablando con ella ya se nota su carácter extrovertido, y eso lo contagia a su establecimiento y a todas las actividades que realizan. Solo con echar un vistazo al Facebook del centro uno puede hacerse una idea de la cantidad de actividades diferentes en las que ocupan su tiempo de 9 a 17 horas, que es el horario habitual.

Sus dos usuarias no comen allí habitualmente, por lo que se van para sus casas sobre las 14.00 horas, pero sí desayunan juntas todos los días y, las jornadas que les apetece coemr juntas no tienen más que avisar a Julita. Ella cocina en el propio establecimiento sola o acompañada, como puede verse en una de las imágenes que acompañan estas líneas.

respiro para las familias y para ellas mismas La dueña del establecimiento explica que como no tienen dependencia, “nuestro trabajo actual está enfocado a la prevención”, a intentar que el deterioro no llegue o se retrase lo máximo posible. Además, para su usuaria más joven, acudior diariamente funciona también como un respido para sus tareas diarias. Cuida a su marido, que se encuentra enfermo y encamado, por lo que dejar por unas horas de ocuparse de él y hacer cosas estimulantes le ayuda para sobrellevarlo mejor. Para la de más edad, que vive sola, las mañanas en la Casa son una forma de que su familia, que vive fuera, esté más tranquila sabiendo que está cuidada, que sale de casa y no se aburre.

desde pintura a manualidades de todo tipo, baile o cocina Las actividades que realizan con Julita son de lo más variado, con las manualidades como ocupación estrela. “Hacemos actividades prácticas para el desarrollo cognitivo y manualidades”, indica ella. Y explica que muchas de ellas las practicaron por primera vez allí. “Una de ellas ahora es una experta en pintura, y tiene sus obras colgadas en elpasillo de su casa”, algo de lo que se muestra muy orgullosa su ‘maestra’.

Ahora mismo están trabajando en un pesebre para Navidad con todos los edificios representativos de Castrelo de Miño, pero damos fe de la cantidad de actividades en cientos de fotografías. Hicieron tableros de memoria, pintura sobre piedras, jardinería, confección de llaveros, trabajo con corcho, decoupage, Patchwork sin aguja, falsos vitrales, pintura, baile, maquetas de edificios, cocina... Un no parar.

28 ago 2021 / 00:19
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