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La esclavitud en la Galicia del Antiguo Régimen

En los últimos compases del año 2004, salía a la luz un “pecado de juventud” venial, titulado “Sarracenos, moros, mudéjares y moriscos en la Galicia medieval”, en el volumen 51, número 117, de la revista Cuadernos de Estudios Gallegos. Con ocasión de su decimoctavo aniversario, de su mayoría de edad bibliográfica, deseamos regresar brevemente sobre algunas cuestiones que, en ese momento, simplemente quedaron esbozadas.

¿Dónde se encontraba el principal centro de comercialización de esclavas y esclavos en la Galicia tardomedieval? A falta de la aparición de nuevos testimonios, las fuentes locales y foráneas sitúan a la villa de Pontevedra a la cabeza de esta manifestación primaria de la trata de seres humanos en el noroeste de la Península Ibérica. En este sentido, ya en la versión romanceada del “foro de Pontevedra”, que se remontaba a mediados del siglo XIII, se incluía una cláusula directamente relacionada con la compraventa de siervos sarracenos, estableciéndose que “sy algun onbre de fora de la villa açumar mouro ou moura en la villa, deue a dar al mayordomo VIII soldos do mouro e da moura IIII soldos”.

Asimismo, como aparente refrendo, sabemos que, en el primer cuarto del siglo XV, más concretamente entre los años 1422 y 1423, un peregrino anglosajón visitaba el santuario del apóstol Santiago de Zebedeo en Compostela, continuando su periplo [...]

“Then from thennez to Patro[n]um,

Wher Sent [Jame] lo[n]det, the ferst toun, Twenty-four myles longs from Sent Jamez, Coron ne vin non men there havez. And then to Pont Wederez went I, Fifty long miles – that waie is dry; Jewes and Sarasynez ben there mony on, A plentifull contraye as man maie gon”.

“Then from there to El Padrón, the first town where St. James landed, which lies twenty-four miles distant from Santiago. There is no corn or wine there. And then I went to Pontevedra, fifty miles or more; that road is dry. There are many Jews and Saracens there, as prosperous a district as one may travel”.

Además de esclavos “mouros” [seguramente originarios de tierras andalusíes o magrebíes], desde la segunda mitad del siglo XV, se evidencia la presencia de siervos “negros”, acaso naturales del África subsahariana atlántica. Así, por ejemplo, el labrador Alfonso de Piñeiro, vecino de la feligresía de San Miguel de Cora (A Estrada, Pontevedra), asistió como testigo al litigio sostenido entre el arzobispo Juan Pardo de Tavera y el arzobispo Alonso III de Fonseca, informando acerca de la “fortaleza de Insoa”, cuya tenencia ostentaba el mariscal Suero Gómez de Sotomayor. En su declaración se indica que “vido que de la dicha fortaleza de Insoa prendieran a un basallo que dezian hera del arçobispo de Santiago y el testigo lo bio estar en la dicha fortaleza y bido que lo trataban mal en la prision porque un negro del dicho Suero Gomez lo metia en el rio y hazia que lo queria aogar”.

¿Quiénes eran los amos de esclavas y esclavos en la Galicia tardomedieval? Las fuentes diplomáticas muestran a la nobleza [verbigracia, al mariscal Suero Gómez de Sotomayor] y a las instituciones eclesiásticas como los grandes titulares de este tipo de dependientes, que solían integrarse como mano de obra en los dominios señoriales, bien en las faenas agropecuarias, bien en el servicio doméstico.

Así acontecía en el caso de la comunidad monástica cisterciense de Santa María de Oseira (Cea, Ourense) que, a mediados del siglo XIV, manifestaba ante el rey Pedro I de Castilla que “ellos que ovieron et an mouros et mouras cativos et fijos et nietos de los dichos mouros, que son siervos de la dicha orden et del dicho monesterio, que les fasen sus lavores et que les fasen menester en su monesterio”. Concretamente, el superior denunciaba que “se fueron del dicho monesterio furtadamente a otras partes contra voluntad de los dichos abbad et conviento”, añadiendo que “todos los omes desta guissa son siervos que ellos et todo lo que an que son de sus sennores et los non puede otro ninguno aver sin voluntad de su sennor”.

Siguiendo la línea cronológica, se observa cómo en el año 1527, Teresa Rodríguez de Ron, viuda del licenciado Juan Omonte de Herrera, demandaba a Juan Núñez Pardo, vecino de la villa de Castropol (Asturias), culpado de engaño. Según los hechos probados, Teresa Rodríguez de Ron había entregado doce ducados de oro a Juan Núñez Pardo, destinados a la adquisición de una esclava negra, “de diez e seys o diez e syete años”, en la ciudad de Jerez de la Frontera (Cádiz).

A su vez, en el año 1582 Ana Vélez, como heredera de Bartolomé de Nieva, Lope de Quejar, “vecino de la villa de Viana, del reyno de Galicia” (Viana do Bolo, Ourense), y doña Isabel de Castro y Andrade, “condesa de Rivadavia”, litigaban contra Inés Trancosa, “morena”, quien, frente a la acusación de ser “hesclava”, defendía su condición de mujer libre de nacimiento.

Avanzando ya en el decurso del siglo XVII, en el año 1675 en la villa auriense de Ribadavia, la marquesa doña Isabel Portocarrero y Luna “vendia y dava en venta real a don Francisco Mosquera que compra para don Garcia Espinosa, regidor de la ciudad de Orense, una esclava que [...] tiene en la casa y combento de Nuestra Señora de las Mercedes de dicha ciudad de Orense llamada Ana de Luna, de nacion turca, de mediano cuerpo y pelinegra”. Asimismo, de nuevo la marquesa doña Isabel Portocarrero y Luna, en esta ocasión junto con la marquesa doña Isabel Ana de Mendoza, entregaba a “Josephe Rodriguez Barua, vezino del coto de Vido, que compra para el capitan don Juan de Armada y Araujo, regidor perpetuo de la ciudad de Orense, su amo, dos esclavas”: “Maria de Mendoça, de buen cuerpo, color blanco, pelo castaño que tira a negro” y “Antonia Portocarrero, pelinegra, del color algo moreno”.

Además, en 1695 se concedía licencia de pasajero al dominico fray Ignacio de Quesada, cuyo destino era el “Nuevo Reyno de Granada” (Colombia/Ecuador). Contaba con un pequeño séquito, que conformaban fray Miguel de San Juan de Burgos, el criado Antonio Salgado, “nattural de Galizia, de edad de diez y nueve años, mediano, blanco, cavello castaño”, y un “esclavo negro”. Sin embargo, como afirmaba Caroline Ménard, la servidumbre “no se limitó a la sumisión de personas de origen africana”, documentando la transacción de dos esclavos asiáticos, concretamente indios, en el área portuaria de Vigo en el año 1603.

La arribada del “Siglo de las Luces” no implicó la desaparición de la esclavitud en el finibusterre hispano, en donde se mantenía esta modalidad de dependencia jurídica y social extrema. De esta forma, por ejemplo, Francisco Xabier Louzao Martínez ha evidenciado cómo el 30 de mayo de 1705 el concejo de Lugo adquiría un esclavo negro llamado Manuel Sosa. O sea, si se observan las últimas noticias, aparentemente, la fuente de este tráfico de seres humanos se encontraría en las colonias africanas y asiáticas del reino de Portugal y los mercaderes lusos serían los principales abastecedores.

En este sentido, ya en la segunda mitad del siglo XV, durante la peregrinación del barón León de Rosmithal de Blatna, se anotaba cómo en la ciudad de Oporto había “muchos infieles que venden los cristianos, porque todos los años llegan aquí cautivos muchos millares de ellos, que se compran y venden, y nunca vuelven a sus tierras, si no los llevan los que los compran. Cuando han sido bautizados, sus dueños no los venden, aunque los pueden dar a sus amigos; pero si no los dan, los retienen hasta su muerte.

Algunos de estos esclavos pueden reconocerse porque tienen las barbas pintadas de modo que nunca se destiñen; otros tienen el cuerpo lleno de pinturas; de unos y de otros hay en Portugal grandísimo número. El rey de Portugal hace con su ejército entradas en las tierras orientales todos los años y trae de ellas millares de hombres, mujeres y niños; las mujeres y los niños los reparten entre los vecinos de sus ciudades para que los mantengan á su costa; los varones adultos se venden como esclavos por los oficiales del Rey, y de esto se saca mucho dinero para el Real Erario, y los hijos que tienen los esclavos tambien se venden cuando llegan A la edad adulta”.

Finalmente, como muestran autores como José Urbano Martínez Carreras o Eduardo Galván Rodríguez, en el contexto de las múltiples y heterogéneas reformas decimonónicas, la esclavitud [en cuanto figura e institución jurídica] se acabó aboliendo en España y sus territorios ultramarinos. ¡Ultreia et Suseia!

20 sep 2022 / 01:00
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