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El Juzgado de Instrucción número 3 de Pontevedra denegó, a comienzos de esta semana, prorrogar la orden de protección de una menor de edad que denunció a su expareja por agresiones sexuales y que “quería convertirla a su religión” TEXTO E.C.

La lucha de Marta por no convertirse en “otra más”

El Juzgado de Instrucción número 3 de Pontevedra denegó a comienzos de esta semana, en un auto emitido el 21 de marzo, prorrogar la orden de protección para una menor de edad -Marta, de 17 años- ante la denuncia que previamente había formulado contra su expareja -R. O., de 23 años-, a quien acusa de haberla agredido sexualmente en dos ocasiones, una en su propia casa, donde el varón le habría quitado a la fuerza el pantalón, insistiendo en mantener relaciones con ella hasta que presuntamente logró penetrarla “por la fuerza”. La muchacha, además, indicó en la Comisaría Provincial del Cuerpo Nacional de Policía que el joven “quería convertirla a su religión”, el Islam, así como distintas amenazas de su entorno: “A ti te escupo en la cara y te dejo estampada contra la pared”.

“No viven la situación desde el punto de vista de la víctima. La familia, toda, hasta mis hijos, todos estamos en esta zozobra. Porque sabemos hasta lo que pueden ser capaces ellos”. Con estas palabras muestra su preocupación W. F., madre de la pequeña y en adelante citada como Sandra, pues prefiere mantenerse en el anonimato.

Esta semana el terror se instaló en su hogar tras anular una jueza la orden de protección que había acordado otra magistrada diferente para su hija, que se encuentra en un proceso judicial abierto contra su expareja (en calidad de investigado) por delitos de violencia doméstica y de género, lesiones y maltrato familiar. “No ha visto a mi hija, no ha visto el miedo en sus ojos, no ha visto la situación, el nerviosismo que tiene. Solo vio los papeles que le llegaron”, asegura la progenitora a EL CORREO.

En concreto, el Juzgado de Instrucción número 3 de Pontevedra consideró este lunes que “aun cuando existen indicios de delito, atendido el resultado de las diligencias practicadas hasta la fecha, no parece que exista en este momento una situación de riesgo que haga necesaria la prórroga de la orden acordada, y ello sin perjuicio de que si ocurriesen nuevos hechos se valorase nuevamente sobre su procedencia”.

Así, su titular, con competencia en materia de violencia sobre la mujer, remarca que la joven “indicó que tiene miedo porque lo puede encontrar por la calle” pero reconoció que “actualmente no la sigue”, “que la última vez que la molestó fue a finales del verano” y que desde que se presentó la denuncia y se adoptó la orden de protección -concedida por un tiempo no superior a 10 días y por una distancia de 100 metros- no consta que se produjese “algún incidente o episodio violento”.

EL 27 DE JULIO. “Mi hija se empezó a poner de una manera agresiva, veía que no era una situación normal en ella”, afirma Sandra, señalando que el verano pasado, “exactamente el 27 de julio”, la muchacha le dijo que quería ir con una amiga. Ella se negó, a causa del toque de queda -- tres días antes habían entrado en vigor nuevas medidas en Galicia como la prohibición de reuniones entre no convivientes de 3.00 a 6.00 horas (desde la 1.00 en municipios en nivel máximo y alto)--, pero la joven, que entonces tenía 16 años, no lo supo encajar. Ante su insistencia, pues quería escapar y le era imposible controlarla, llamó a la policía para que entrase en razón o, al menos, intentar advertirles para que no la multasen. Entre los agentes y su madre, la chica -en adelante Marta para proteger su identidad- comenzó a llorar. “A mi R. O. - en adelante Roberto- me violaba, abusó de mí, me dijo, y la única que me entiende es mi amiga”, recuerda.

Según la madre, los siguientes meses fueron intensamente duros. Primero intentó denunciar ella, algo imposible si la niña no quería hablar, y tras ello, aconsejada en el trabajo por su jefa, fueron al Centro de Información a la Mujer (CIM) de la Boa Vila, donde la pequeña comenzó a asistir a terapias con psicólogos para poder “tener el valor” y dar ese paso. En paralelo, con la llegada del nuevo curso y hasta cambiarse recientemente de centro, evitó acudir al instituto. Allí coincidía con su entonces ya expareja, a quien según comenta la madre habría dejado en junio, un mes antes de estallar ante ella y la policía, pero tras haberse producido ya las dos presuntas agresiones sexuales.

En sede judicial, “los hechos relatados por Marta son, en síntesis, que ha mantenido una relación sentimental con Roberto que ha durado desde el mes de septiembre de 2020 hasta el mes de junio de 2021 y que durante ese tiempo ha sido víctima de varias agresiones. En concreto, que Roberto le ha propinado varias bofetadas, unas cinco o seis mientras duró la relación y siempre motivadas por discrepar con Roberto en una discusión entablada entre ambos; que no se le permitía relacionarse con amigos; que en una discusión en un cuarto de baño no le permitió abandonarlo obligándola a permanecer en el interior; y, fundamentalmente, que Roberto la agredió sexualmente en dos ocasiones: una primera en el mes de abril de 2021 y otra posterior, y aunque no recuerda la fecha sí que sabe que fue tras venir de un viaje a Madrid (...)

En ambas agresiones sexuales Roberto, según la versión de los hechos ofrecida por Marta, la habría obligado a mantener relaciones sexuales y la habría forzado y penetrado vaginalmente”, recoge en este caso el Juzgado de Instrucción número 1 de Pontevedra, en un auto del pasado 4 de marzo y alterado (como las próximas declaraciones) para proteger a la menor, indicando que por su parte “Roberto ha negado tales agresiones; ha negado haber abofeteado a Marta y ha negado haberla forzado a mantener relaciones sexuales, ofreciendo explicaciones a la versión de los hechos dada por Marta e incidiendo en móviles desviados para interponer la denuncia”.

Al respecto, los magistrados manifiestan que, si bien “el relato de Marta adolece de imprecisiones que deben ser necesariamente subsanadas con las declaraciones de los testigos que pudieran haber visto los hechos”, existen “indicios de haberse cometido varias infracciones graves”. Por todo ello, “debe desarrollarse una más completa investigación de los hechos relatados por la menor”, en una “situación objetiva de riesgo esencialmente motivada por la situación de mayor vulnerabilidad y desprotección en la que se encuentra”.

En cuanto al espacio en el que se produjeron las supuestas agresiones, la última habría tenido lugar en casa de Roberto y la primera en casa de Marta. Así lo hace constar la muchacha en su denuncia, interpuesta a comienzos de mes en la Comisaría Provincial del Cuerpo Nacional de Policía, localizada en Joaquín Costa (Pontevedra).

En dependencias policiales, la chica expuso que cuando llevaban siete meses de noviazgo, en abril de 2021, decidieron celebrarlo yendo a las cascadas de Monteporreiro. Allí, al rato de llegar, se presentaron los amigos del joven con alcohol, que él también habría bebido... Siguiendo siempre lo expresado en su denuncia, al tiempo se quedaron solos, y Roberto comenzó a decir que se encontraba muy mal y que no puede ir así a su domicilio. Si bien en un primer momento Marta rechaza llevarle a su hogar, “porque su familia es muy religiosa y no aceptarían que su novio entrara en casa”, finalmente ante la insistencia de Roberto decide llevarlo a escondidas a su vivienda -donde dormían su abuela, madre y hermanos- y meterlo en su cuarto.

“En la habitación hay una sola cama, por lo que los dos se tienen que acostar juntos, y cuando Marta comienza a quedarse dormida, siente que su novio le está tocando sus partes íntimas, que ella trata de impedirlo, pero Roberto se pone encima de ella y comienza a golpearla dándole puñetazos, que le quita a la fuerza el pantalón corto que llevaba la declarante, insistiendo en mantener relaciones sexuales hasta que finalmente y por la fuerza consigue penetrarla”. La niña “no quería gritar y pedir auxilio por miedo a la reacción de sus familiares” y a pocos días de ocurrir la presunta agresión, se lo cuenta a una de sus amigas.

Con anterioridad a los hechos que describe, la joven relata en la denuncia “continuas discusiones por celos”, que le impedía “hablar con sus amigos”, que se burlaba de ella en presencia de los suyos porque “aun no había mantenido relaciones sexuales con ningún chico” o que incluso que “quería convertirla a su religión y quería que leyera el Corán con su familia, a lo que ella se negaba”.

Tras la supuesta relación no consentida, la joven tuvo un retraso en la menstruación que le comentó, “éste le dice que ahora ya tiene que irse a vivir con él, que ya habían mantenido relaciones sexuales y que ya era suya, hecho que asustaba mucho a la menor y la desconcertaba”, recoge la denuncia de la joven, que al poco tiempo decidió no continuar con la relación, algo que presuntamente Roberto no aceptó.

“Su pareja no la deja tranquila”, añade el escrito, llegando a “increparla y ponerse agresivo” en plena calle e incluso supuestamente agrediendo a un amigo que le acompañaba un día. Entre otras situaciones que relata la chica, a finales del pasado verano “la declarante se encontraba con sus amigos por la zona, cuando se presenta Roberto y un amigo suyo de nombre H., quien se dirige a ella y le dice ‘A ti te escupo en la cara y te dejo estampada contra la pared’”, añade además.

Su madre, que ahora mismo reconoce que la niña casi no sale de casa -y de ahí en parte, dice, que no se haya producido ningún conflicto- tiene claro que “debería protegerse a la víctima hasta que termine el juicio”. Eso fue lo que solicitó su abogada, quien presentó un escrito demandando la prórroga de la orden de protección “hasta que haya sentencia en el presente procedimiento o, subsidiariamente, auto de sobreseimiento”.

Según indica Sandra, esta semana presentarán un recurso ante la denegación de la misma, intentando lograr que la orden de protección se reactive y que la muchacha pueda estar más tranquila. Y es que para ella es incomprensible que pesen más 10 días en los que no consta que se haya producido “algún incidente o episodio violento” que la pesadilla relatada por la denunciante, su hija, y con ella su miedo, durante más de un año: “No quiero que mi hija sea otra más”.

27 mar 2022 / 00:03
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