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Un total de 317 escuelas de emigrantes se construyeron en Galicia // Se apostó por enseñar, entre enormes donaciones de filántropos autóctonos e incontables sacrificios humildes TEXTO Jorge Garnelo

La primera red escolar gallega se hiló al otro lado del charco

La emigración gallega sentó un precedente en nuestra enseñanza. Muchos vecinos marcharon, buscando un mejor porvenir, pero fuera comprendieron que el ascenso social y económico está vinculado a la educación. Esa que la mayoría no tuvieron. Aun así, algunos lograron amasar gigantescas fortunas. Otros, que no tuvieron la misma suerte, unieron sus esfuerzos creando asociaciones. Sin olvidar sus raíces, ricos y pobres levantaron escuelas en Galicia.

Con la séptima dosis del especial “Historias de ida e volta”, denominada “Escolas da Emigración”, un dedicado proyecto web del Consello da Cultura Galega y la Secretaría Xeral da Emigración, pretenden difundirse los materiales que conserva el Arquivo de Emigración Galega (AEG) y visibilizar el fenómeno migratorio.

Bajo esta intención, dicha base de datos ha catalogado un global de 317 colegios de americanos en la comunidad. Muchos de ellos fueron creados con las aportaciones de 103 filántropos gallegos que emigraron e hicieron fortuna en el extranjero.

Otras escuelas, también muchas, nacieron gracias al esfuerzo de 162 sociedades instructivas (agrupaciones de gallegos en otros países) que lograron su sueño de fundar humildes centros educativos en sus parroquias, aldeas o villas natales.

Entre ambos, enriquecidos e integrantes de las anteriores instituciones, consolidaron la primera red de enseñanza en Galicia. Fueron “esas dúas vías principalmente”, admite Teresa García, quien trabaja en el AEG y en el proyecto señalado.

En esta línea, la profesional añade que “Galicia ten moitísimas escolas de emigrantes e moitos edificios. Algúns pequenos, pero outros inmobles magníficos que aínda hoxe existen e funcionan como centros socioculturais, escolas ou bibliotecas”.

¿DÓNDE ESTÁN LOCALIZADAS? La mayor parte de escuelas que nacieron de la emigración gallega en nuestra comunidad se sitúan en la provincia de A Coruña (112), que representan el 35,33% del total. A ella le siguen las de Lugo (99) que suponen el 31,23%; las de Pontevedra (92) que son el 29,02%; y las de Ourense (14) que solo representan el 4,42%.

Por comarcas, Terra Chá es la zona que más colegios de este estilo alberga en su perímetro (33 en su conjunto), continuada de A Mariña Occidental y Santiago (26 ambas), Deza (20) y Ferrol (19). Solo entre las cinco aglutinan casi cuatro de cada diez de estos espacios (39,12%).

Del mismo modo, ya por municipios, los que más escuelas americanas conservan son los de Vilalba y A Estrada (13 cada uno), Viveiro (10), Xermade y Ourol (nueve respectivamente). Siendo el 1,6% de los municipios gallegos, poseen el 17,03% de los colegios de emigrantes.

GRAN RAZÓN. ¿Pero por qué? ¿Qué pasó para que en Galicia se construyesen tantas escuelas de emigrantes? Pues precisamente la causa de la consecuencia: la educación. “Todos os emigrantes cando chegan a América, sobre todo no primeiro terzo do século XX e finais do XIX, dánse conta de que unha das teimas que tiñan para ascender socialmente ou económicamente é que non tiñan formación”, reconoce Teresa.

Por ello, y ante que “había un grao de analfabetismo moi grande e poucos tiñan acceso á ensinanza”, muchos gallegos en el extranjero vieron crucial fomentar nuestra educación para erradicar estas dificultades mediante el conocimiento.

Así las cosas, cabe remarcar que los filántropos “tiñan o punto de recoñecemento social” además de todo el “amor á súa terra e aos seus veciños, la cual transformaban en donaciones para crear estos centros.

Mientras, los gallegos emigrantes que no tenían ese poder adquisitivo, pero se habían topado con las mismas trabas al ir afuera, se asociaron en grupos, normalmente por parroquias y “facían pequeñas actividades para conseguir fondos e envialos á súa terra para construir escolas”.

COLABORACIÓN DISPAR. Con todo, en el marco de “Escolas da Emigración” del trabajo de “Historias de ida e volta”, que rescata el Arquivo de la Emigración Galega (AEG) que dirige Xosé Manuel Núñez Seixas, pueden apreciarse diferentes materiales que permiten ver y conocer ambos canales de apoyo.

En primer lugar, las muy variadas aportaciones o legados testamentarios de los anteriormente mencionados filántropos indianos: que iban desde pequeñas cuantías para ayudar en la constitución de escuelas o bibliotecas hasta grandes cantidades para crear y mantener diversos centros escolares.

Por otro lado, las asociaciones de emigrantes microterritoriales, que tenían un fin instructivo y comenzaron a surgir en América al inicio del siglo XX. De hecho, la primera fue la Alianza Aresana de Instrucción, fundada en La Habana en 1904.

Su nacimiento fue precedido del origen de cientos más, que se originaron principalmente en Cuba, pero también en otros países americanos, tal como Brasil, Argentina, Uruguay y Estados Unidos (USA).

En este ámbito, dichos grupos desembolsaron múltiples cantidades monetarias para equipar y financiar las escuelas de americanos, que se configuraban como una alternativa novedosa, actualizadora y complementaria a la red pública educativa gallega que había antaño.

Mayoritariamente, estas escuelas eran laicas, sus servicios gratuitos, y tenían planes de estudios modernos: hasta orientados. Ello se debe a que estaban basados en los programas de los países americanos que habían acogido a nuestros promotores.

CALIDAD, FUNCIONALIDAD E HIGIENE. A nivel arquitectónico, estos espacios se caracterizaron por cumplir una serie de requisitos de funcionalidad e higiene. En este sentido, los artífices de los mismos buscaban que los materiales con los que se levantaban fuesen de calidad. La idea era responder efectivamente a las necesidades que entonces ocasionaba la actividad lectiva.

En consecuencia, dichos recintos debían tener espacios donde los niños pudiesen jugar (por ejemplo en el recreo), practicar deportes o experimentar con el campo (aprendizaje agrícola). Muchas, incluso, disponían de un domicilio particular destinado al cuerpo docente.

Tal era la preocupación por dotar los centros del mejor material, mobiliario y abanico educativo (instrumentos científicos, bibliotecas, talleres o museos, entre otros) que frecuentemente esos recursos pedagógicos eran enviados desde América, pues en Galicia era poco común encontrarlos por sus escuelas.

La huella que trajo consigo la educación, contada por quienes más la precisaron
“Del escolar al hombre que con su inteligencia se gana la subsistencia, no hay más de un paso”, dijo un alumno

Santiago. Para entender hay que escuchar, en este caso leer. No hay mejor manera de comprender cómo se materializaron todas las aportaciones prestadas por las sociedades y filántropos gallegos en el exterior para posibilitar una educación moderna en el corazón de Galicia.

El Arquivo da Emigración Galega (AEG) recoge una serie de crónicas que encierran la historia de las escuelas de emigración en diversos relatos anecdóticos y muy personales. Desde niños “que sentaron nos seus bancos para aprenderen as primeiras letras”; distintas personas “que, lonxe do seu país, xuntaban cartos e vontades para impulsaren o coñecemento nos seus lugares de orixe”; o docentes “que se esforzaban en ensinar”. Todos dejaron su huella.

Muchos se pueden consultar en el AEG, como puede ser en su proyecto “Escolas da Emigración”. Entre ellos, por ejemplo, están las palabras de un menor que estudiaba en una de las escuelas creadas por la Unión Hispano-Americana Valle Miñor de Buenos aires (publicadas en su boletín hace 104 años): «Me encarga el señor director la crónica de la excursión que anteayer jueves 16 del actual verificamos, como una de las reglamentarias en estas Escuelas (...). A las diez de la mañana, cielo nublado, pero con temperatura primaveral, salimos formando batallón al compás de un pasodoble que estrenamos (...). Puestos en marcha nos dirigimos a la fábrica de aserrar madera (...) que para que viéramos funcionar los aparatos, que mueve potente motor eléctrico, a todos puso en movimiento y para todos improvisó obra. Merece nuestra gratitud y en nombre de mis compañeros lo consigno. En la fábrica también saludamos a nuestro antiguo condiscípulo Roberto del Río, hoy encargado del escritorio de la misma. Del escolar al hombre que con su inteligencia se gana la subsistencia, no hay más de un paso ...».

Otro ejemplo sería el discurso que una profesora pronunció con motivo de la clausura del curso académico en un centro educativo levantado por la Sociedad Instructiva Redes-Caamouco de La Habana (fue difundido en su memoria hace 99 años): «Queridísimas niñas: Acabáis de ver en este solemne acto, como se recompensa la aplicación al estudio. Como se premia la asistencia a las clases, como se aplaude y enaltece el buen comportamiento de las niñas que más se han distinguido por sus buenas acciones durante el curso que hemos terminado hoy (...). Ya sé que muchas veces os veis obligadas a faltar por la necesidad que tenéis de ayudar a vuestras madres en los quehaceres de casa, pero aún así pedidles que os dejen venir a la escuela, que no os obliguen a perder las clases; que “no solo de pan vive el hombre”. Lo dijo quien no podía engañarse. HE DICHO, La Profesora, Esperanza IGLESIAS».

El mensaje cobraba gran importancia y era consecuencia de la cruda problemática que habían sabido ver y solventar los gallegos que emigraron. Uno de ellos, J. M. Riguera Montero, enviaba una carta desde Cuba hace 109 años relatando lo siguiente: «Los emigrantes que llegan a la República Argentina se encuentran en condiciones deplorables moral y materialmente. Por lo pronto dan la cifra más alta de analfabetismo; después como sucede con los emigrantes del Mediodía de Italia, no tienen un concepto claro de su dignidad y desempeñan sin resistencia los oficios más bajos y humildes (...) por eso urge difundir la instrucción y aumentar el trabajo en la Península: tanto para disminuir la emigración, si es posible, como para colocarla en condiciones mejores, si puede ser evitable».

NORMAS. El AEG también recoge diversas normas para la creación de escuelas en Galicia seguidas por las sociedades de instrucción en Cuba. Estas debían “situarse en sitio alto, seco, bien soleado, de fácil acceso y aislado de otras edificaciones; a ser posible estarán próximas a jardines, plazas o anchas vías de poco tránsito”, apuntan en la Instrucción Técnico-Higiénica relativa a la construcción de escuelas (Biblioteca de Labor Gallega, La Habana, 1915). j.g

24 may 2021 / 01:00
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