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Las alvarizas: una relación ancestral entre humanos y osos pardos a través de las colmenas

En Galicia hay unas mil construcciones, en su mayoría en O Courel, Os Ancares y Quiroga

El oso va a la miel. Esos grandes animales que, desgraciadamente, en nuestras cordilleras ahora casi solo se pueden ver en cautividad, que parecen grandes depredadores, de aspecto amenazante, lo cierto es que tienen como parte favorita de su dieta los frutos secos, las bayas, las frutas, las hojas, las raíces y, especialmente, la miel, aunque también se pueden alimentar de algunos roedores.

Y en Galicia la miel es un bien muy preciado. Las abejas encuentran las condiciones idóneas para trabajar en nuestras sierras del suroccidente de Lugo y Ourense, para dar como resultado una de las mieles más apreciadas de todo el territorio europeo, algunas incluso con denominación de origen.

Pero en el pasado, este producto no se obtenía sino con esfuerzos, no solo por mantener la actividad de las abejas, sino también para proteger los colmenares de los golosos osos. Hoy en día, quizá se optaría por reducir la población de estas fieras, pero, en el pasado, nuestros ancestros lo que hicieron fue convivir de forma natural con ellos. Y, para evitar problemas, en torno a los apiarios levantaron muros de mieda redondeados que hoy reciben el nombre de ‘alvariza’.

UBICACIÓN Y FORMA. Las alvarizas se crearon en un primer momento con ese objetivo fundamental de “proteger del ataque del oso a las colmenas, aunque en A Costa da Morte también se usaron para protegerlas de las inclemencias meteorológicas”, nos cuenta José Eiras Santorum, alias ‘Pepe’, delegado de la Asociación Galega de Apicultura (AGA).

A día de hoy, según detalla a este periódico, en la comunidad existen unas 1.000 alvarizas, que se distribuyen por puntos muy concretos: “esencialmente en la zona de Os Ancares, O Courel, la montaña de Quiroga, la zona leste de la provincia de Ourense, las zonas del sur de Ourense, el centro de Galicia y la Ribeira Sacra, Lalín y la zona de Candar, la zona de Tabeirós y la zona de A Costa da Morte”.

Por desgracia, “muchas ya se encuentran destruidas por la vegetación o en condiciones de poco aprovechamiento, a pesar de que se tratan de un patrimonio de la Humanidad, reconocido a nivel europeo”, por poner también en valor la cantería de la zona. “Se trata de una etnografía apícola singular en todo el continente europeo”, explica.

Las alvarizas llegan a seis o siete metros de altura en algunos casos, con muros de un grosor de entre 30 y 90 centímetros y salientes en la parte superior de 15 centímetros a cada lado, con una pequeña puerta de acceso o, directamente, sin puerta.

IMPULSADAS POR LOS MONASTERIOS. Por otro lado, es importante resaltar algo que poca gente conoce y que a muchos se les ha olvidado: “desde la Edad Media, las alvarizas, más que para la producción de miel, se utilizaban para la producción de cera, que era el sistema de iluminación que tenía la sociedad de aquella época, antes de la llegada de la electricidad”. Pues, tal y como explica el experto, “la cera era el elemento mágico para poder vivir en la Galicia medieval (y no tan medieval)”.

Precisamente por eso, muchas alvarizas fueron “propiedad e impulsadas por monasterios, en toda la franja de la Galicia central, tanto en la provincia de Pontevedra como en la Ourense, pero también en el monasterio de Moraima, en A Coruña, que fueron directamente beneficiarios de esos recursos que les proporcionaban las abejas”.

TODA UNA FRANJA ININTERRUMPIDA DE BRAGA HASTA GRECIA. No se trata de construcciones exclusivas de Galicia, pero sí que es en esta comunidad donde se concentran en gran parte. En el resto de Europa, “se puede dibujar una línea que va desde Galicia y llega a Grecia, encontrando muchas de estas construcciones dentro de los antiguos conventos de Braga, en los de Lugo y Astorga; esa línea coge el noroeste peninsular ibérico, los Alpes franceses, cerca de Niza, pasando a los Balcanes y encontrándose finalmente en Grecia”.

Pero sí hay un hecho muy curioso que se da en Galicia que no se da en otras partes: “se encuentran alvarizas en la zona de A Costa da Morte, con base entre Dumbría y Vimianzo, siendo estas las únicas creadas para hacer frente a las condiciones meteorológicas adversas, que llevaron a los apicultores de la zona a acudir a los canteros para que creasen muros defensivos”.

PREVISIONES DE FUTURO. “Este patrimonio es muy respetado a nivel internacional y también tiene que ser conocido por los gallegos, revalorizando todas estas zonas”, concluye Pepe.

fines turísticos
Proyectos de rehabilitación

··· Desde la Asociación Galega de Apicultura están intentando que muchas de estas alvarizas vuelvan a estar activas, y “en seis o siete áreas geográficas ya se pueden encontrar estas construcciones con colmenas, algunas como demostración del arte tradicional y otras más modernas, es decir, la protección sigue funcionando”.

··· De hecho, “hay administraciones locales que ya se están interesando por impulsar el posible turismo vinculado a las alvarizas”, como es el caso de Lalín o Nogueira de Ramuín, que tratan de “revalorizar un patrimonio que puede ser mezcla en la Ribeira Sacra y A Costa da Morte con otros patrimonios como el vitivinícola o con los hórreos”.

La despoblación hace que los animales regresen
Son muy sigilosos y pasan desapercibidos, solo salen cuando atacan las colmenas

Cantabria. Los osos desaparecieron de las montañas de Galicia en la primera mitad del siglo XIX, a pesar de tener una gran presencia hasta aquel momento en la tierra de Os Ancares. “Desde hace veinte años, la población se está recuperando en las zonas oseras más tradicionales de Asturias, León y Cantabria, claramente motivada porque los humanos hemos dejado de perseguirlos”, asegura Francisco Ballesteros, coordinador de proyectos en la Fundación Oso Pardo.

Explica que la población, primero, “aumentó en las zonas donde siempre hubo mucha densidad, pero, en un momento dado, comenzó a expandirse”. “Son los machos jóvenes los que, con tres o cuatro años, comienzan una etapa nueva de su vida, lejos de donde nacieron y pueden moverse por distintas zonas de la cordillera cantábrica, hacia el suroccidente, por las montañas de Lugo y la sierra de Ourense, que es limítrofe con León y Zamora, que son terrenos con condiciones muy buenas para la presencia del oso”, indica.

Y es que “la despoblación que están sufriendo estos territorios beneficia al oso”. “La gente que vive en ellos, claro, de repente se encuentra en sus zonas con esta especie y hace falta transmitirles mucha información”, porque, “son animales muy sigilosos, a pesar de ser tan grandes, y al final eso hace que solo salgan a la luz cuando hay ataques a colmenas”, plantea.

El Proyecto Life, de la Fundación, trata precisamente de “informar a los apicultores”, dándoles herramientas para proteger sus apiarios, mediante “cerramientos electrificados”, pero también “la rehabilitación de albarizas”.

“Como conservacionistas, demostramos que hace mucho tiempo se convivía con el oso, los humanos hacían esfuerzos enormes para proteger sus colmenas, pero ya había osos, y no es normal que ahora alguien esté en contra de ellos, porque oso y seres humanos convivían en esta sierra mucho antes de que naciéramos todos, en una sinergia ancestral”, sentencia.

protagonista
José Eiras: “Vivo en Lugo y viajo una hora hasta A Fonsagrada para visitar mi ‘abellariza’, pero merece la pena, es maravilloso ver el paisaje y a las abejas trabajar”

ángela precedo

Santiago

Jose, sentado en una de las piedras sobrantes tras la reconstrucción de su alvariza, en plena montaña de A Fonsagrada, con el aire más limpio de la sierra y las vistas más maravillosas del interior de Galicia, recuerda como, desde niño, acompañaba a su madre (o a su ‘mai’, como el la llama), y a su abuelo, a recoger la miel de esta construcción.

No entendía mucho por aquel entonces lo que significaba aquella alvariza, pero, años más tarde, a los treinta, emanaría en su interior esa pasión escondida por la apicultura que durante mucho tiempo fue creciendo escondida. “Ahora es un orgullo poder dar esta alegría a mi madre de recuperar la tradición familiar, a sus 80 años”, nos cuenta Jose a EL CORREO, pues su ‘mai’ recuerda que este terreno pasó de sus bisabuelos a abuelos y padres, derivando de unos 300 años atrás.

A sus 42 años, en la actualidad, es el flamante propietario de una construcción centenaria en la que mantiene más de una veintena de colmenares.

GRAN VALOR SENTIMENTAL. Jose ya no conserva el colmenar para su función originaria: “proteger a las abejas del oso pardo”, pues “antes frecuentaba mucho esta zona, pero ahora ya no tanto, aunque empieza a haberlo otra vez de hace unos años a esta parte”.

Para este hombre la verdadera intención de mantener la alvariza es por “un valor sentimental” y por “vocación”. “Me gusta mucho la apicultura, y qué mejor sitio para desarrollarla que donde lo hacían nuestros antepasados”, nos explica.

Y tiene sus razones, porque asegura que “nunca se me dieron tan bien las abejas como aquí”. Y es que las alvarizas se situaban en lugares muy estratégicos, “sorprendentemente bien ubicados para no tener ningún aparato de orientación por aquel entonces”.

Ahora, de primera mano descubrió que “aunque intentes colocar a las abejas en cualquier otro lugar, siempre acaban en la alvariza”. “Intenté hacer un experimento, colocando abejas en la alvariza y otras en fincas al aire libre cercanas y el resultado era abrumador: los enjambres salían y tiraban para las alvarizas, donde trabajaban mucho mejor”, explica.

Y es que se posicionan en zonas estratégicas para que por las mañanas les de el sol, en las horas de más calor sombre y cuando sopla el viento no les llegue muy fuerte. “Es increíble”, dice Jose.

EL MEJOR MONTE PARA OBTENER EL POLEN. Una jornada normal en sus días de ocio –pues él no se dedica únicamente a la apicultura, sino que trabaja–, su actividad se resume en “ir a la alvariza, entrar, dar un vistazo general durante un minuto, y fijarse en lo que las propias abejas te cuentan, porque ellas te indican cuál está trabajando bien, cuál está trabajando mal, cuál necesita ayuda, a cuál le pasa algo... Si notas alguna irregularidad hay que vigilarla, sino puedes volver a los quince días sin problema, para seguir poniendo alzas y camas de cría, para que sigan fabricando la miel”. Por lo demás, ellas se apañan solas.

“Ellas salen de la alvariza, que está como a unos dos metros y medio o tres de altura y ya van en recto, sin ningún problema, buscando el alimento, el polen, en el monte”, indica este apicultor. Hay zonas mejores y otras peores para las abejas, pero el monte lugués es idóneo.

“No les vale cualquier flor, tienen que ser específicas y, cuando más brezo, que es lo primero que florece en temporada, mejor, luego otro tipo de frutales, luego el castiñeiro, la silva... Lo importante es que en diferentes épocas del año vaya habiendo diferentes floraciones que ellas puedan aprovechar, no solo una”. La miel se recoge una vez al año, por lo general, en la última semana de octubre o la primera de septiembre.

PASIÓN Y DESCONEXIÓN DE LA RUTINA DIARIA. Para Jose se trata de toda una pasión ver a las abejas trabajar, una desconexión de su rutina diaria. “Mira si tengo pasión y devoción y me gusta que yo vivo en Lugo y me desplazo a 50 kilómetros (una hora de trayecto) hasta a Fonsagrada, para recorrer un cuarto de hora hasta casa de mi ‘mai’ y bajar luego a las colmenas otro cuarto de hora, por estar en la montaña”, nos cuenta, añadiendo que, “lo que para otra persona sería un gran trastorno, para mí no lo es, porque me encanta ir, es precioso”.

De hecho, “tengo donde ubicar a las abejas mucho más cerca de la carretera principal, pudiendo ahorrarme veinte minutos de transporte, pero para mí es muy sentimental tenerlas allí y cuidarlas así aunque me dé un poquito más de trabajo, porque disfruto del paisaje, las vistas son espectaculares y ver cómo trabajan las abejas es muy relajante”.

Por ello, le gustaría transmitir todos sus conocimientos a sus hijos. “Tengo dos, uno de cinco y otro de siete e intento meterles un poquito el gusanillo a ver si hay suerte, para que esto continúe y no se pierda, porque al final es algo maravilloso que nos han dejado nuestros antepasados, y sería una tristeza que se perdiese”.

21 feb 2022 / 01:00
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