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Las mujeres atravesaron el techo de cristal en el sector de la pesca

En Galicia, Lidia González fue oficial de puente en dos campañas en Argentina y Cristina García creó y dirige una empresa recolectora de algas en la ría arousana

Las mujeres españolas se abren paso en profesiones vinculadas a la pesca, la acuicultura o la investigación marina, y en los últimos años han conseguido aumentar su visibilidad en un mundo tradicionalmente masculino.

Una científica coordinadora de proyectos internacionales, una empresaria, una marinera o una pescadera veterinaria aseguran que es posible superar los techos de cristal, aunque aún queda camino para cerrar la brecha entre hombres y mujeres.

“El sector pesquero va en la buena dirección para conseguir la igualdad de género”, según un informe de la Plataforma Tecnológica de la Pesca y de la Acuicultura.

Las mujeres representan un 20 % de los trabajadores de la pesca y de la acuicultura en España; en la industria, un 65 %, y en el comercio minorista la mitad del empleo.

Así en Galicia, Lidia González Martínez pesca en un barco de bajura de Cangas. Estudió la carrera de Marina Mercante y el módulo de capitán. Estuvo enrolada dos campañas en un buque en aguas de las islas Malvinas, frente a Argentina, y con puerto en Montevideo, dentro del proyecto Fundamar, que promueve la incorporación de mujeres a la pesca. Encontró extrañeza cuando se embarcó como oficial de puente (segunda después del capitán) frente a una tripulación hispano-peruana de 40 hombres, pero después encajó y comprobó las cualidades de una marinera. Como anécdota, cuenta su labor de “de psicóloga” cuando los tripulantes subían al puente a llamar a sus familias.

Asegura que cuando buscó navegar sí encontró reticencias a embarcarla, pero una vez a bordo la convivencia es la normal de cualquier trabajo; también ha trabajado en un buque-hospital por el Gran Sol y el Cantábrico.

Con 34 años, ha comprobado la necesidad de relevo generacional en la pesca, pero dice que el problema para que los jóvenes se incorporen es la reticencia de embarcar a hombres o mujeres en prácticas, ya que sin ello “no se consiguen las horas en el mar” para tener los diplomas.

En la Ría de Arosa, por su parte, Cristina García fundó la empresa La Patrona, integrada por mujeres y dedicada a la recolección de algas. García, que ha trabajado como comercial acuícola en países asiáticos de religión musulmana, comenta que en Galicia hay muchas mariscadoras y patronas mayores, aunque alguna vez sus clientes le han preguntado “¿y el jefe?”. Y apunta que “hay una nueva generación de mujeres” y que solo hace falta autoestima y que se les escuche.

nuevas oportunidades. Otro caso es el de Marisol Izquierdo, catedrática de acuicultura en Las Palmas. Con doctorado en Tokio (Japón), fue la primera mujer del mundo y la primera persona con ciudadanía española reconocida como miembro honorario vitalicio de la Sociedad Mundial de Acuicultura.

En 1997, fue la primera integrante femenina del Comité internacional sobre nutrición de peces, entidad que presidiría en el año 2014. Coordinadora de un proyecto con empresarios de todo el Mediterráneo, muestra su sorpresa por la falta de reconocimiento de las mujeres, pese a su presencia en la piscicultura en todo el mundo.

“La mujer siempre ha estado ligada a la acuicultura rural y tradicional, y al trabajo duro, como las mariscadoras en Galicia o en la cría de ostras en Corea o Japón”, añade. Pero es muy reciente que sean propietarias de la empresa o de la cooperativa, ya que el problema es conciliar; en este punto, cuenta que en Filipinas hubo una iniciativa para promover la compra de lavadoras y facilitar, así, el emprendimiento femenino.

Defiende que en España hay buenas científicas, con cargos en Escocia o Noruega, “aunque qué casualidad que a la hora de escribir libros o proyectos relevantes sean los hombres los reconocidos”. “Nos queda por avanzar. No quiero ser cuota femenina. Quiero que se reconozca mi labor y la de mis compañeras”, subraya Marisol.

COMERCIO. Finalmente María José González Villaverde es veterinaria y, a la vez, propietaria de una pescadería, en la que ayudó desde niña en el negocio familiar que su padre, al igual que muchos leoneses, abrió en Madrid. Defiende que “un buen o una buena profesional” de pescadería no es solo un “despachador”, sino experto en biología, cocina y trato al público.

Su jornada empieza de madrugada en el mercado central de abastecimiento de Madrid (Mercamadrid) donde, según recuerda, cuando empezó a los 18 años (ahora tiene 54) tan solo había 6 chicas. “Es un horario incompatible con una vida familiar normal”, asegura González.

Pero defiende las ventajas de ser su propia jefa, aunque “tienes que evolucionar al mismo tiempo que la gente”, en referencia al avance de la venta por internet durante el confinamiento. Al fin y al cabo, señala, “trabajar delante de un ordenador” tampoco deja conciliar a muchos.

03 ene 2021 / 01:00
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