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Frente al ruido, la polución y las grandes masas de las ciudades, granjas y entornos medioambientales se postulan como una opción para desconectar TEXTO Jorge Garnelo

Los ecoespacios gallegos: una alternativa en tiempos COVID

Nos hemos vuelto robots, atrapados en grandes ciudades llenas de masas, polución y demasiado ruido, que parecen haber olvidado la naturaleza. Más allá del ajardinado que “pide auxilio” entre asfaltadas calles o minúsculas zonas verdes municipales, existe vida. Ahora, tras varios lustros hipnotizados, anclados en el sedentarismo urbano, deseamos escapar y conocer aquello que un día abandonamos. Nuestra tierra.

“Creo que hubo un ‘cambio’ de chip, la gente cada vez está más harta”, comenta Jacobo Esperón sobre la fuga metropolitana al rural autóctono. Su familia soñó hace ya más de una década. Ideó entonces su particular ecogranja en Riomouro Pequeno (pequeña aldea situada en la provincia pontevedresa): destino turístico vital en un mundo que dejó atrás sus raíces. Hogaño (con paciencia y sacrificio) casi es real.

No fue fácil, desde luego, sobre todo cuando se habla de “resucitar” pueblos desolados, pero después se inunda a sus “salvadores” con burocracia, ahogándolos entre impuestos y pocas ayudas. A ello se suma la llegada del coronavirus, que evidentemente trastocó su desenvolvimiento. Pero supieron sobreponerse. Esperan que en verano lleguen las primeras visitas.

“Todo depende de cómo evolucione la pandemia”, añade en este sentido Jacobo. Si pinta bien, sus instalaciones, que dan vida a ese rincón de San Juan de Poio, recibirán a múltiples familias y escuelas, aunque claro, puede ir “quien quiera”.

La ecogranja, que nace de su padre, quien desde joven se enamoró de Riomouro Pequeno, es una oportunidad para que más niños sientan la misma predilección por el lugar: antes totalmente desolado. “Que vean los animales, den un paseo haciendo la ruta de senderismo y hagan talleres”, comenta Jacobo, son “ese tipo de actividades” que se han olvidado y quieren refrescar.

Así las cosas, desde plantar cebollas y tomates hasta cocinar pan artesano empleando maíz ecológico, entre cuatro hectáreas y aforo para 32 pernoctaciones, el propósito (en medio de esta pandemia) es que la gente desconecte de la ciudad y resintonice con el medioambiente.

“Las personas quieren paz, tranquilidad, aire libre, no buscan esa aglomeración que igual antes le daba igual”, explica Jacobo, quien cree que “está cambiando el concepto de hacer turismo y viajar”. Por ello, actualmente están ultimando su página web, y ya están presentes en redes sociales (@aecogranxa en Instagram) aunque, pese a digitalizarse, serán “rural puro y duro”.

DE LA TRANSPARENCIA AL TURISMO. Que el ecoturismo está de moda también lo evidencia Bea Cao, responsable de Ecovisitas de Casa Grande de Xanceda (otro curioso espacio ubicado en A Coruña). En su caso, todo empezó cuando decidieron apostar por una “granxa ecolóxica aberta e transparente”, organizando las primeras visitas para que la población conociese más su labor.

Eso comenzó en 2011 y, sorpresivamente, tras años, realizaron una encuesta para conocer los motivos por los cuales sus visitantes acudían. “Entón descubrimos que o 70% das persoas que nos visitaban non coñecían Casa Grande de Xanceda, non sabían nin que facíamos iogur ecolóxico”. Actualmente, aun admitiendo que esta es “unha actividade secundaria”, piensa que el éxito reside en que “é unha experiencia que viven directamente y, sobre todo, polas sensacións”.

Desde su inicio la demanda fue exageradamente significativa, lo que le obligó a anular las reservas telefónicas y aceptar solo las online. De hecho, pese a la pandemia, pasaron por allí 600 personas solo durante Semana Santa. Eso sí, en grupos de cinco, frente a los 25 que eran antes. Ahora, junto a sus vacas, también reinan mascarillas y botes de gel hidroalcohólico en todos los puntos habilitados.

“Es sorprendente para mucha gente, curiosamente aquí en Galicia”, comenta igualmente Cao, haciendo referencia a que “en un sitio tan rural como o noso existe unha desvinculación co campo. Agora nenos e maiores moitas veces nunca tocaron unha vaca ou nunca a veron”.

TAMBIÉN EXISTE UN HUECO PARA EL ARTE. Desde el Ecoespazo O Rexo, Carlos Estévez, que ejerce como coordinador del centro de educación ambiental, también señala que siguen “tendo bastante xente” en un entorno que demuestra como “arte e natureza poden ir da misma man”. El lugar, que es “o primeiro” ecoespacio de la autonomía, está pegado a la “única obra pictórica de Agustín Ibarrola de toda Galicia”.

“A pandemia e todo o que nos está caen encima si que nos afectou á hora de facer grupos organizados, lóxicamente”, manifiesta Estévez, quien piensa que la gente, al estar “en un sitio cerrado o espacios reducidos” rutinariamente, en nada que tiene “un fin de semana de sol” tiene “aquí a alternativa”. Y es que, como muchos otros negocios, todo depende del tiempo que haga: “A xente mira moitísimo para o ceo, si fai bo, fantástico, si sae malo, mal para todos”.

01 may 2021 / 23:54
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