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Ni una sola pista sobre los dueños de la cocaína del narcosubmarino

Cuando se cumple un año de la localización del sumergible con 3.200 kilos de coca se sigue buscando la pieza para completar el puzzle: ¿de quién era la droga?

El 24 de noviembre de 2019 es una fecha que figurará para siempre en esa historia del narcotráfico en Galicia que se inició en la comarca de Arousa-Salnés a principios de los 80 del siglo pasado y que continúa desgranando páginas cuatro décadas después. Mañana se cumple un año del hallazgo en la ría de Aldán del primer narcosubmarino, éste cargado con 3.200 kilos de cocaína, que fue localizado tras haber cruzado el Océano Atlántico fletado por organizaciones de narcotraficantes.

365 días después continúa abierta la investigación ya que quedan aún algunas piezas por encajar en este puzzle: la principal es identificar a quienes estaban detrás del cargamento, desde el cártel que puso en marcha la operación hasta los grupos criminales asentados en España que financiaron la operación e iba a distribuir la cocaína por países europeos.

Sobre los encargados de alijar la droga del sumergible hasta las costas gallegas, todas las miradas, y las investigaciones policiales, se centraron en el clan liderado por Juan Carlos Santórum, toda vez que en conversaciones telefónicas intervenidas hay indicios (que no pruebas) de que su grupo iba a encargarse de tal menester. Pero todavía no hay nada probado.

Y sorprende, además, que transcurrido todo este tiempo ninguno de los siete detenidos hayan dado información que permita descifrar este enigma. Los tres tripulantes, los únicos que siguen en prisión, no han contado nada: o no saben o tienen el miedo suficiente para callar. Lo cierto es que en este tipo de negocios ilegales hay una red interminable de intermediarios que complican llegar al origen.

El vigués Agustín Álvarez, sobre el que se sospecha que pudiera tener más datos, mantiene mutismo sin fisuras, mientras que los primos ecuatorianos Pedro Roberto Delegado y Luis Tomás Benitez contaron todo lo que saben, es decir, que fueron contratados para el viaje en su país pero nada que ayude a desvelar el misterio en esta parte del océano.

Los otros cuatro apresados que se encuentran en libertad condicional, Iago Serantes y su padre Enrique Serantes (éste interceptado en Valencia a donde escapó tras caer su hijo), Iago Rego (detenido en Leida), y Rodrigo Hermida fueron contactados a la desesperada por Agustin cuando comprobó que aquellos que debían recoger la droga ni habían aparecido ni iban a hacerlo.

Con todos ellos “algo se pudo rascar”, cuentan a EL CORREO, pero no lo suficiente para completar un puzzle en el que fueron apareciendo varios nombres de grupos gallegos pero que no se concretaron a pesar de que entre el millón de euros que costó la embarcación y los 100 millones en que estaba valorada la mercancía alguien perdió un montón de dinero. Y eso en el mundo del narcotráfico acaba pasando factura.

EL RELATO DE LOS HECHOS. El capitán Fran Torres, jefe de los Equipos contra el Crimen Organizado (ECO) de la Guardia Civil, integrados en la Unidad Central Operativa (UCO) del cuerpo, relató a Sagrario Ortega el periplo de este semisumergible (definición más acertada que submarino), que acabó su viaje encallado en la ría de Aldán. Allí se intervino la droga que viajaba entre 21,47 metros de eslora y 2,1 metros de alto. Éstas Son las medidas de ese semisumergible que fue construido, al parecer, con tecnología rusa. Se trataba de un aparato bastante simple, construido con un conglomerado de fibra de vidrio, con un habitáculo y un pequeño timón. Le bautizaron Che y solo iba a ser usado en esta ocasión, porque una vez que lograra traspasar la droga a otra embarcación, lo hundirían.

Técnicamente eran un poco deficiente, pero estaba muy bien diseñado para pasar inadvertido en el mar, ya que aunque estas naves no se sumergen del todo, solo queda al descubierto una mínima parte que, incluso, llega a camuflarse con el agua.

Quien fuera el organizador del viaje, consiguió que volaran hasta la ciudad brasileña de Manaos, en pleno Amazonas, los ecuatorianos y primos Luis Tomás y Pedro Roberto, para desplazase hasta la zona portuaria de Macapá.

Hasta allí llegó también Agustín, de 29 años, que fue elegido como segunda opción para capitanear la travesía. Un problema técnico de la nave hizo desistir a la primera persona en la que se pensó. Agustín se arriesgó y se embolsó los 50.000 dólares que le pagaron como primera entrega. En destino, recibiría más. A los ecuatorianos, solo les dieron 5.000 dólares a cada uno y les prometieron 35.000 más si todo salía como esperaban. “Lo pasaron bastante mal. Tuvieron complicaciones técnicas también y vieron peligrar su vida”, relata el capitán de los ECO. Incluso casi son arrollados por un mercante, que con 300 metros de eslora se hubiera tragado al Che.

Fue la inteligencia británica la que dio el queo al alertar de que podía estar aproximándose a Europa un barco con coca. Y centró más sus sospechas al situar la nave en el sur de Portugal. Poco después, ya la ubicaban al oeste del país luso, cerca del Algarve. Las patrulleras portuguesas no localizaron nada, pero las fuerzas de seguridad, incluida la Guardia Civil, siguieron realizando sus pesquisas, que iban dando frutos. Los investigadores ya casi tenían claro que el barco era un sumergible.

Tal y como explica el jefe de los ECO, el narcosubmarino intentó hacer la descarga de la droga y trasvasarla a dos embarcaciones, pero una de ellas tuvo un problema mecánico y no pudo salir, por lo que lo más probable es que decidiera navegar rumbo norte y hacer un segundo intento en Galicia.

La Guardia Civil desplegó dos patrulleras y Vigilancia Aduanera otra, pero resultó infructuoso debido a la mala mar, con olas de hasta nueve metros. También para el semisumergible era muy arriesgado hacer la operación del trasvase de la coca.

Poco más tarde, y ante la hipótesis de que un velero se acercara al Che para recoger la droga, la estrategia de los investigadores, ayudados también por el helicóptero de la Guardia Civil, se centró en no dejar que ninguna embarcación se aproximara. Se trataba, explica el capitán Torres, de que el semisumergible “se fuera a la costa a toda costa”.

Agustín y los ecuatorianos ya fueron conscientes de que ningún velero podía llegar hasta ellos, pero tampoco podían hundir el semisumergible porque perderían la droga. “No podían aguantar más tiempo en el mar”, explica Torres. Así que dirigieron la embarcación hacia un punto que Agustín conocía y la aproximaron a la orilla, encallada de tal forma que no se hundiera demasiado para poder ir en días posteriores a recoger la mercancía. Y también porque los ecuatorianos no sabían nadar.

Los tres abandonaron la nave. A las 2.20 horas del día 24 de noviembre empezaron las detenciones, aunque Agustín tardó 5 días en ser localizado tras esconderse.

La operación concluyó con el arresto de las otras cuatro personas, entre ellas las que en el coche detectado por la patrulla de la Guardia Civil levaban los tres pack de ropa y alimentos para los tres tripulantes, los únicos que un año después siguen en prisión. ¿Tienen ellos la clave?

23 nov 2020 / 00:00
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