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Pas de deux

    En la vida, todo lo que empieza termina. Anteayer, como quien dice, comenzaba el verano y, con su llegada, finaliza no solo la primavera, sino que también lo hará próximamente “Elogio de la cordura”, coincidiendo casi su cumpleaños con su remate, pues la primera entrega apareció el domingo 5 de julio de 2020. Desde aquí, junto a ocasionales colaboraciones -de mucho mayor interés y realce, sin duda, que las propias-, hemos intentado ofrecer al público lector de El Correo Gallego una serie de reflexiones sobre los mecanismos de colaboración público-privada en tiempos de pandemia, en clave divulgativa, con ocasional toque de ironía, para digerirlas mejor.

    Finiquitada la COVID -según parece-, concluirá en breve este académico “pas de deux”; pieza de ballet que protagonizan la bailarina y el bailarín principales y a la que el genial Marius Petipa dotó de una estructura fija, compuesta de una entrée, un adagio, una variación para cada partenaire y una coda. No es difícil intuir esta armazón en la mayoría de las entradas suscritas por ambos colaboradores de esta columna de la que, no sin sentir ya cierta nostalgia, queremos ir avanzando su punto y final (quien sabe si aparte, tal vez) y aprovechar para empezar a despedirnos de quienes inicien ya sus merecidas y, eventualmente, al fin “normales” vacaciones.

    Uno de los más famosos “pas de deux” atribuídos al célebre coreógrafo citado corresponde al conocido “Lago de los cisnes”, con música de Tchaikowski quien, sobre esta parte en concreto -a petición de la primera bailarina que estrenó el espectáculo, la rusa Sobeshchánskaya- hubo de reescribir su partitura siguiendo los acentos y ritmos correspondientes a la música de Leon Minkus, quien había colaborado con Petipa para satisfacer los deseos de la diva. Enterado el compositor principal, decidió rehacer su trabajo, aunque de la forma indicada, dando lugar así a la pieza definitiva en que interviene, como antagonista del cisne blanco, el cisne negro.

    El cisne negro es, de un lado, el título de una película de Darren Aronofsky, inspirada en este ballet (que además reportó el Óscar a su protagonista, Natalie Portman) donde se expresa de forma poética la tensión que sufre una bailarina desbordada ante el reto de representar ambos papeles opuestos, viéndose consumida por el conflicto interior que tal situación le genera. Pero, de otro lado, es también una rareza zoológica procedente de Australia, cuyo nombre ha sido metafóricamente transportado a otros ámbitos como, por ejemplo, el de la economía; de modo que, desde la Gran Crisis de 2008, se denomina así a eventos de baja probabilidad, con alto impacto negativo para los mercados financieros y que trastornan la vida de las personas.

    El caos mundial generado por la COVID-19 ha supuesto un claro ejemplo de cisne negro, cuyo descubrimiento en su época, por otra parte, forzó un cambio fundamental en la definición de la especie. En esta línea, aunque dando un paso más allá, hace año y medio escaso, coincidiendo con el inicio de la pandemia y a pocos meses de comenzar su andadura el proyecto donde se integra “Elogio de la cordura”, el Bank for International Settlements (BIS), conocido también como “el banco de los bancos centrales”, con sede en Basel (Suiza), publicaba el libro “El Cisne Verde”, como símil de los riesgos que entraña para la economía mundial el cambio climático.

    El cisne verde se diferencia del negro en que su inevitabilidad aumenta de modo predecible, aun cuando sus resultados específicos no lo son tanto, pese a resultar mucho más peligrosos. El libro detalla tan cuidadosa como claramente tanto los riesgos físicos como de transición (quiebras masivas para las empresas inadaptadas) a los que nos exponemos, hasta el punto de concluir que “los riesgos relacionados con el clima seguirán siendo en gran medida no asegurables o imposibles de cubrir mientras no se tomen medidas en todo el sistema”. Con razón señala Nicholas Chaput, CEO de la gestora francesa Oddo AM, entrevistado por un diario económico, que “quien no haga análisis extrafinanciero, en cinco años estará fuera del mercado”.

    Esta semana, el mismo periódico aludido, de amplia repercusión nacional, abría con el titular “El BCE de Lagarde intentará cazar al ‘Cisne Verde’ que amenaza a la economía”, haciéndose eco así de las pretensiones que dicho organismo alberga para analizar el impacto del cambio climático en la inflación, dada la relación que ya se advierte entre la estabilidad de los precios -objetivo primordial para los bancos centrales- con el calentamiento global o la contaminación ambiental. Según indica la noticia referenciada, los detalles se conocerán cuando el organismo haga públicas, en unos meses, las conclusiones de su propia revisión estratégica.

    En un momento donde el análisis ASG (ambiental, social y de gobernanza) debería estar presente en todas las empresas, no podíamos dejar pasar en este modesto rincón la mención al tenebroso panorama que plantea el cambio climático; en particular, si consideramos además la aspiración intergeneracional que persigue el legado de las empresas familiares, destinatarias habituales de muchas de nuestras reflexiones. Aunque esta problemática tal vez exceda los objetivos iniciales de una columna como la presente, además, a punto de culminar su andadura. El tiempo dirá si para cazar al cisne verde conviene acudir a otra rareza ornitológica: el ave fénix.

    27 jun 2021 / 01:00
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