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mundo. Extranjeros, ya gallegos, cuentan las razones de su llegada a la comunidad // Cruzar el charco deja tras su paso aspectos positivos y negativos // Amor, ganas de prosperar o pura necesidad entre las causas que les motivaron TEXTO Jorge Garnelo

¿Por qué emigrar a esta tierra y no a otro punto del planeta?

Amar con locura a tu madre, querer labrarte un futuro mejor o necesitar una operación decisiva son razones ocultas tras la emigración. Hay tantas historias como vidas buscando un hogar. Y muchas de ellas lo acaban encontrando en Galicia.

Solo durante 2020 llegaron 35.617 personas a tierras gallegas, en plena pandemia, dando lugar al segundo mejor saldo migratorio de la comunidad (14.616 habitantes más) desde 2009: un hecho insólito que muestra cómo nuestras fronteras atraen a la par que otras provocan rechazo.

Precisamente el primero fue en 2019 (cuando el indicador rozó los 17.750), pero evitando datos y números, quizás la mejor respuesta ante este fenómeno sea hablar con aquellos que llegaron (hace mucho o poco) para conocer la causa y el efecto de sus particulares viajes:

“Era la época de los 90 y mi madre vino para buscarse una vida mejor en Europa. A los dos años de estar aquí nos trajo de niños”, recuerda Arturo Seminario. Entonces no había soplado ni las 10 velas, pero hoy, tras casi tres décadas en la autonomía, es él quien tiene un pequeño, está casado y hasta hipotecado.

Natural de Lima (Perú) conoció a una brasileña (Curitiba) pero no en América del Sur: aquí. Ahora, mientras trabaja en un restaurante que abrió con su familia en Vigo, lo que combina dando clases de capoeira, ella cuida a su bebé de cinco meses y busca empleo como diseñadora de interiores, pues tras quedarse embarazada fue despedida.

“Cuando llegué eran otros tiempos, apenas había emigrantes en Galicia, por lo menos en el colegio. Como mucho éramos tres o cuatro personas que no éramos de aquí”, cuenta Arturo, admitiendo no obstante que tanto él como su hermana fueron acogidos “muy bien” y se identifican bastante con la cultura gallega: “Ya tengo mi vida aquí”.

Y ese proyecto es idéntico al que tiene Katry Dos Santos, su esposa, que vino a la comunidad paradójicamente por el mismo motivo. Su madre, cuyo tatarabuelo era español y quería obtener la nacionalidad, llevaba aquí algún tiempo cuando ella llegó, hace como 10 años. “Me sorprendió mucho porque podía tener un nivel de vida mejor comparado a Brasil con poco”, manifiesta.

“Las relaciones sociales son muy distintas también, porque allí normalmente te relacionas solamente con personas de tu barrio o tu misma condición, aquí la gente es mucho más abierta, puedes conocer a alguien de muy diferentes niveles económicos o culturales o sociales”, explica además, añadiendo que los gallegos “no tienen esos prejuicios” que al otro lado del charco, a su parecer, proliferan “mucho más”.

¿Sobre si volverán o no a los países que les vieron nacer? Quien sabe. Cuando contrajeron matrimonio, en 2020, iban a visitar la geografía peruana por su luna de miel, pero la pandemia lo cambió todo y ese viaje nupcial no iba a ser una excepción. También les gusta Brasil... Pero bueno, sin cerrarse a nada de cara al futuro, en principio continuarán “muy a gusto aquí en Galicia”.

“ME HABLABAN EN PESOS Y ALLÍ ERAN MILLONES”. Otra historia de amor, aunque en este caso con un gallego, es la de Bibiana Ríos. Originaria de Pereira (Colombia) vive en A Coruña y regenta allí una tienda de productos gourmet para los paladares herculinos más exquisitos.

Se vino en busca de una oportunidad mejor, aunque no fue tal como pensaba: “Se decía allí que en otros países se estaba mejor, que aquí se ganaba mucho dinero. Claro, me hablaban en pesos y allí eran millones lo que se ganaban estando aquí, pero luego vine y vi que no era así”.

Tras su llegada, hace casi 20 años, Bibiana se encontró con que nadie le daba trabajo. Empezó cuidando una niña, pero muchas horas y por poco más de 400 euros al mes. Después estuvo en una cafetería que llevaba un compatriota colombiano. “Tenía que ir de ocho de la mañana a 12 de la noche y me tenían contratada a media jornada”, denuncia al respecto, apuntando que en el tiempo que estuvo, más de un año, nunca tuvo derecho a vacaciones: “Los días libres tenía que ir a trabajar”.

A pesar de ello, admite que otras muchas personas le han ayudado y ahora, que es autónoma, los dos motivos que le unen a Galicia para no volver allá son su marido, gallego y cuya familia está toda aquí, además del negocio que abrieron en amor y compañía. “Prefiero Galicia, hemos vivido en Madrid, Zaragoza y siempre regresamos”, resalta.

UNA OPERACIÓN URGENTE. “Tenía unas prótesis y entraron unas bacterias por el torrente sanguíneo y me infectaron, entonces me vine para acá, como aquí ya había trabajado y tenía seguridad social. Me vine a hacer el tratamiento y me operaron”, cuenta José Rodríguez, natal de El Tigre (Venezuela), una ciudad que dejó porque “allá nada” se podía hacer para garantizar su vida. “Ni vendiendo el coche ni el apartamento me daba para cubrir los gastos”, confiesa con mucha expresividad . También tenía una empresa, si bien “con las expropiaciones” dejó de ser suya y se quedó sin empleo

Tras un año sin caminar ahora está empezando a dar los primeros pasos aquí en Galicia, comunidad que le “encanta” y en la que nacieron su padre (Ourense) y madre (Silleda). Como retornado, escapó de la crisis venezolana “en la rayita”, cuando “se estaba poniendo difícil la cuestión”, aunque no tuvo problemas.

¿Respecto a sus planes? Trabajar y trabajar. “Toda la vida he trabajado desde los 15 años llevo trabajando y me gusta trabajar”, dice. “Yo hacía mecánica en el coche mío, a una camioneta le sacaba al motor, yo algo de electricidad sé, fontanería un poquito, lo único que me faltó fue aprender a soldar”, explica Rodríguez, que quiere, como tantos, una oportunidad de “cualquier cosa”.

31 oct 2021 / 01:00
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