Santiago
+15° C
Actualizado
sábado, 10 febrero 2024
18:07
h

Procesando al pasado

Los historiadores son a veces comparados con el mitológico rey Minos, que dictaba sentencias a los muertos en los infiernos, pues también juzgan quién fue un buen o mal rey, y que régimen político fue mejor o peor. Los juicios de los historiadores sobre el pasado y los regímenes políticos no son su patrimonio exclusivo. En realidad todos y cada uno de nosotros tenemos la capacidad de aprobar o censurar la conducta de los demás, en tanto que afecta a nuestras vidas. Y así debemos hacerlo, si queremos vivir en un régimen democrático, inviable si no existe una sólida opinión pública, aunque nosotros, al contrario que los historiadores, no tengamos autoridad científica.

Los historiadores no se han cansado de insistir en que la historia debe contar las cosas como son y no buscar explicaciones alambicadas, que intenten dar la sensación de que son muy profundas a pesar de ser triviales, como las que están de moda haciendo de los genes la clave de la historia. El historiador, como cualquier científico, debe saber establecer los hechos y exponerlos de tal modo que quede al descubierto su propia lógica.

Decía el orador griego Luciano de Samosata que los historiadores solo deben hablar de lo que pueden conocer y que deben tener siempre la intención de decir la verdad y no caer nunca en la tentación de adular a los poderosos. Esta tentación es muy difícil de vencer, ahora y en el pasado, porque en la Antigüedad leían la historia quienes estaban llamados a ejercer las magistraturas, y lo hacían para buscar en el pasado lecciones a seguir en la guerra y en la paz, o ejemplos y citas con los que embellecer sus discursos. Esto hacía que en el pasado la moral y la historia tendiesen a confundirse. Y lo mismo ocurre en el presente porque la historia es parte esencial de la educación nacional. Cuando hablamos de la política del pasado, sobre todo del pasado reciente, es muy difícil abstenerse de formular juicios morales, si por ejemplo nos encontramos con el nazismo, el fascismo o el estalinismo, y en el caso español, el franquismo. Pero una cosa es censurar y otra juzgar.

En la historia del derecho que intenta regular la guerra tuvo lugar un hecho de importancia capital tras la derrota alemana en la II Guerra Mundial: el proceso de Núremberg, al que algunos llaman el juicio contra los alemanes. En él se creó la legislación sobre los crímenes contra la humanidad, a la vez que se hacía el juicio al nazismo y los nazis disponibles para ser juzgados.. Este proceso tuvo un gran interés por razones jurídicas, políticas y morales, y porque en cierto modo fue un proceso contra todo un sistema político, que podría servir como precedente de otros procesos posteriores, aunque también es cierto que suscitó muchas dudas.

Sabemos que la formación del derecho consistió en la creación de unas leyes, a ser posible fijadas por escrito para que puedan ser públicamente conocidas, y además en que esas leyes, dictadas antes de que tenga lugar un delito, solo puedan ser aplicadas por quien tenga capacidad para ello: jueces, magistrados y otras autoridades, dentro de un proceso, también fijado y regulado por la ley. En el campo del derecho penal la formación del derecho consistió en pasar de la responsabilidad colectiva, de una familia o un clan, a la responsabilidad individual, ya sea de forma activa o pasiva. En cada delito solo podrá haber uno o varios culpables, que son quienes lo han ejecutado. Y de la misma manera solo los culpables merecen el castigo, y por eso no se puede practicar una venganza de sangre contra una familia, un pueblo o un raza. Además en el derecho penal se debe distinguir la ofensa del delito. Yo me puedo sentir muy ofendido porque han matado a un familiar mío, pero, lo esté o no, ese hecho es objetivamente un delito que merece un castigo establecido por la ley, al que podrá acompañar, o no, una compensación o indemnización a los familiares de la víctima. La compensación y la pena sin embargo son cosas que no deben confundirse.

En el año 1939 Alemania inició la II Guerra Mundial, declarándola legalmente siguiendo el derecho internacional. Se suele decir que hay dos clases de guerras, las justas y las injustas, las defensivas y las agresivas Aunque para que una guerra sea justa de un lado siempre tendrá que ser injusta del otro, ya que siempre que se inicia la guerra hay un agresor y un agredido. Las guerras se inician para ganarlas, no para perderlas y se dice que en una batalla se puede hacer cualquier cosa menos perder. Naturalmente esto puede dar lugar a muchos tipos de abusos, mayores cuanto más poderosas sean las armas, y por eso desde la Grecia antigua se establecieron leyes que regulaban la guerra, prohibiendo el uso de algunos tipos de armas arrojadizas: arcos. hondas y lanzas, en el primer acuerdo bélico conocido, el del 570 a.C. entre las ciudades de Calcis y Eretria.

De la misma manera los griegos establecieron normas para hacer treguas, armisticios, capitulaciones, para garantizar la neutralidad, y para permitir el entierro de los caídos, para firmar tratados defensivos, para repartir el botín y para evitar la muerte de mujeres y niños, aunque fuese vendiéndolos como esclavos. Incluso se creó un sistema para limitar el daño en la guerra, que consistió en hacer un duelo entre los generales de los ejércitos o soldados escogidos por cada una de los dos partes, reconociendo como ganador a quien que ganase el duelo. Esos duelos siguieron vivos en la Edad Media. En Castilla cada rey tenía un alférez, que iba al duelo por él, uno de los cuales fue El Cid.

En la II Guerra Mundial se aplicó unas veces el derecho de guerra, y otras no. Francia firmó su capitulación con Alemania, los prisioneros de guerra fueron tratados según la ley en el caso de los franceses, ingleses, norteamericanos, pero no en el caso de los rusos y otros pueblos. Se utilizaron las armas más potentes, hasta llegar a la bomba atómica. Y de los 60 millones de muertos por esas armas en los dos bandos dos tercios fueron civiles. Se toleraron el saqueo, las violaciones y los asesinatos por parte de los contendientes. Todos estos delitos hubieran podido ser juzgados, y algunos lo fueron por parte de las autoridades militares. Entonces, ¿qué es lo que diferenció al nazismo y porqué fue juzgado? Básicamente el asesinato de 6 millones de judíos de toda Europa.

Los alemanes no inventaron el antisemitismo. Existió desde la Edad Media, y fue religioso, político y económico. El antisemitismo religioso se resuelve teóricamente con la conversión al cristianismo o al islam. El político y el económico no. Si además pasamos de considerar al judaísmo de una religión a un raza de carácter biológico, la solución se hace imposible. Alemania no inventó el antisemitismo; el primer país que expulsó a los judíos fue Inglaterra, luego España, y el antisemitismo ruso fue especialmente cruel. Pero es que tampoco inventó el racismo ni la higiene racial. Suecia la puso en práctica mucho antes y el darwinismo social que interpreta la historia como una lucha por la vida entre razas es un invento inglés. Una de las obras más conocidas del antisemitismo de los años veinte es el libro El Judío internacional, del gran empresario Henry Ford, un libro admirado por Hitler, y entre nosotros por Vicente Risco, que lo copia a discreción en su Historia de los judíos de 1944.

El delito colectivo del nazismo fue querer exterminar a todos los judíos de Europa. El desarrollo de la guerra solo les permitió matar a 6 millones. Los judíos no eran sus enemigos políticos, militares, o económicos. No suponían ningún peligro real - mucho menos el millón de niños asesinados-, pero si imaginario. Ellos eran responsables de todo lo malo ocurrido en la historia, como también afirma Risco, que es totalmente inocente en todo este proceso, por supuesto, aunque el país en el que publicó su libro sin problemas con la censura fuese un fiel aliado del nazismo. En realidad no eran culpables de nada, por eso no fueron juzgados ni condenados ni se reguló el Holocausto por ley.

El nazismo, un movimiento nacionalista reaccionario, fue condenado por el Holocausto. Eso fue posible porque perdió la guerra, claro. Pero los ejecutores del Holocausto, que se estiman en un millón en toda la cadena, no fueron condenados. El ejército, la policía, los jueces, las industrias y todas las instituciones alemanas se convirtieron en las dos nuevas Alemanias. No hubo un juicio real ni contra el nazismo ni contra los crímenes del ejército japonés por conveniencia política y militar. Pero es que no podía haberlo porque no existen causas generales en el derecho, sino juicios por la responsabilidad de los crímenes. Si no los hubo en países derrotados en la más grande guerra conocida, ¿quién puede creer, si no es un oportunista , que se puede hacer un juicio global al franquismo? Un régimen que duró 36 años, que se transformó varias veces y que murió por sí solo. Debemos esperar que el derecho y la ley investiguen a las personas supervivientes de ese régimen que hayan incurrido en responsabilidades, en la medida de lo posible. Lo demás no es más que juego académico, oportunismo político, o ambas cosas a la vez.

30 ago 2020 / 00:10
  • Ver comentarios
Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
TEMAS
Tema marcado como favorito
Selecciona los que más te interesen y verás todas las noticias relacionadas con ellos en Mi Correo Gallego.