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¿Puede la filantropía en España avanzar para ser más estratégica, visible y comprometida?

    La respuesta a todas estas interrogantes es un rotundo sí. La filantropía corporativa está para ayudar y movilizar acciones concretas, rápidas y con impacto para quienes más lo necesiten. Si se hace con astucia, eliminando restricciones y burocracia, pero por sobre todo escuchando y actuando de manera proactiva, puede generar mucho más impacto. A lo largo de los años hemos desplegado —muchas veces bajo la prueba del ensayo y el error— un enfoque estratégico para que cientos de proyectos solidarios y filantrópicos lleguen donde se necesitan o donde el Estado protector simplemente no está presente, haciéndolos eficientes para con sus objetivos propuestos; pero se necesita aún mayor compromiso y más dinero.

    Y eso es lo que desde esta tribuna propongo a los filántropos españoles, a los que en una posición mucho más privilegiada deben encender el motor de la solidaridad para que nadie, pandemia de por medio, se quede atrás. La inversión social se hace mucho más vital que hace sólo unos meses, cuando mirábamos lo que ocurría tan lejanamente a través de los medios de comunicación o pensábamos que el hambre era cosa de África.

    El sector sin fines de lucro ha resistido muchos desafíos; pero nada coincide con el alcance y la velocidad del impacto que ha tenido la pandemia COVID-19. En un corto período de tiempo, una crisis de salud en China se convirtió en una pandemia global y un cierre económico. Sin embargo, me parece que los líderes sin fines de lucro han tomado medidas heroicas para continuar el importante trabajo de sus organizaciones a medida que COVID-19 se extendió por toda España. Muchos pudieron asegurarse de que su misión estuviera bajo control, proporcionaron ayuda de emergencia y mantuvieron seguros al personal y beneficiarios; todo mientras permanecen en la misión bajo un estrés extraordinario. Sin embargo, todavía no pueden estar seguros de cómo la pandemia afectará a la sociedad, la economía o su propio campo dentro de seis meses o un año a partir de ahora.

    Se habla mucho en el mundo de la filantropía y de la inversión social, de los constructores versus compradores, de qué son y qué diferencias tienen. Los “constructores” son filántropos que respaldan a las organizaciones en su camino hacia la solidez y la creación de un modelo de negocio próspero, capaz de generar el capital necesario para desarrollar sus programas. Estos fondos/aportes de los “constructores” facilitan que una organización no lucrativa alcance una escala donde pueda sacar adelante su trabajo gracias a los ingresos procedentes de donantes, beneficiarios, etc. Los “constructores”, por tanto, financian los errores, además de los cambios de estrategia por los que debe pasar toda organización. Se necesitan más constructores en España que se arriesguen y que quieran hacer cambios profundos. Los “compradores”, en cambio, preguntan a estas organizaciones sociales: “¿Has llevado a cabo el programa por el que pagué o no?” “¿Qué has logrado?”. Son más cortoplacistas y quieren ver retornos sociales de forma rápida.

    Si alguna vez hubo un momento para que los filántropos españoles consideren acelerar permanentemente el ritmo y el volumen de las donaciones, es ahora. Colaborar con otros donantes para ir más rápido, es fundamental. Los inversores privados suelen recurrir a gestores de inversiones que tienen experiencia específica y un historial exitoso. Los inversores de capital privado con frecuencia despliegan su capital junto con otros en los que confían, siguiendo los esfuerzos de due diligence de otros en lugar de realizar el suyo. Sin embargo, cuando se trata de donaciones filantrópicas, muchos donantes y fundaciones a menudo lo hacen solos, construyen equipos importantes que desarrollan experiencia, crean nuevas iniciativas y despliegan apoyos en gran medida de manera aislada de otros donantes.

    Las consecuencias derivadas de esta pandemia nos abren las puertas de horizontes inexplorados en nuestro país hasta ahora. Así como los países necesitarán de buenas políticas públicas, la solidaridad necesitará de una gestión absolutamente focalizada en las prioridades del momento para maximizar la efectividad de la ayuda, pero sin perder de vista el desarrollo y adecuación estratégica del futuro que el ecosistema social necesita.

    Sin estrategia no hay impacto y es tiempo de ambas cosas para dar el salto a ser un país con una filantropía moderna, articulada en donde se apalanquen recursos de fuentes diversas para lograr impactar más y mejor en tan diversas áreas, que tanto Galicia como España necesitan.

    09 ago 2020 / 00:15
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