Santiago
+15° C
Actualizado
martes, 23 abril 2024
16:11
h

Siguen sin ser localizados los dueños de 14 toneladas de coca incautadas

Continúan abiertos, y declarados secretos, los sumarios del narcosubmarino, las operaciones Lince y Donkey y el yate apresado cerca de Canarias con dos mil kilos de cocaína y con dos tripulantes gallegos a bordo // Todos los detenidos eran intermediarios o simples transportistas

Desde que en la madrugada del 24 de noviembre, hace justo hoy seis meses, se localizó hundido en la ría de Aldán el primer narcosubmarino interceptado en las costas europeas y hasta que se culminó la operación Donkey, el fin de semana del 25/26 de abril, los efectivos antidroga asentados en la provincia de Pontevedra, es decir, el Grupo de Respuesta Especializada contra el Cri- men Organizado (Greco), la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (Udyco), ambos de la Policía Nacional; el Equi-

po de Delincuen cia Organiza-da (Edoa) de la Guardia Civil y el Servicio de Vigilancia Aduanera, retiraron del mercado negro cerca de 14 toneladas de cocaína, asentando los más duros golpes en la última década a las bandas de narcotraficantes.

El batiscafo cargaba en su interior casi 3.500 kilos, en un velero en el que navegaban dos pontevedreses venían otros 1.900, en dos planeadoras se localizaron tres mil setecientos más y en el remolcador Karar la cantidad llegó a los 4.500; es decir, cerca de esas 14 toneladas que fueron incautadas y que la distribución por Europa desde Galicia correría a cargo de grupos de transportistas asentados en la comarca del Salnés. En total se registró medio centenar de detenciones donde la mayoría son gallegos aunque los hay peruanos, ecuatorianos, algún colombiano,, un checo y hasta un ciudadano marroquí.

Sobre el origen y los vendedores de la droga no hay incógnita alguna. Todos los paquetes y fardos llevan un indicativo que señala el cártel del que procede esa sustancia. Si la transacción se produjo de forma directa (lo más probable) o a través de persona interpuesta (suele ocurrir) apenas importa: el modus operandi es reconocible y en todos los operativos se contó con la ayuda de la DEA (Drug Enforcement Admi nistration), la agencia norteamericana que colabora activamente con las fuerzas de seguridad españolas en la lucha contra el narcotráfico.

Tampoco hay dudas de quiénes se iban a hacer cargo de la cocaína en las costas gallegas. Para ellos se contaba con lancheros profesionales que participan en el negocio. Los Santórum (apresa- dos en la operación Donkey) o los Pajuelo y Mouta (en la Lince) son sobradamente conocidos en el submundo del tráfico de drogas gallego. Todos cuentan con antecedentes e infraestructura suficiente. Entran y salen de prisión y siempre parecen dis- puestos a formar una parte importante del negocio.

Pero ninguna de las cincuenta personas apresadas tienen capacidad económica, ni contactos, para mover semejantes cantidades de drogas. “Ninguno es Sito Miñanco y ninguno es el chapo Guzmán”, cuenta a EL CORREO un experto policial. “Son simples engranajes de la cadena logística”, coincide otro investigador con larga trayectoria. “Aunque se pretenda hacer creer que, por ejemplo, Juan Carlos Santó- rum es el cerebro de dos de estas operaciones (narcosubmarino y droga del Karar) nada más lejos de la realidad”, coinciden las fuentes.

¿A quién iba destinado este tsunami de cocaína que está llegando a nuestras costas? Las miradas se dirigen, desde que José Ramón Prado Bugallo volvió a prisión en febrero de 2018, a dos objetivos muy concretos en Galicia, en Arousa para centrar la localización, pero éstos no se mueven del espacio de legalidad en el que se instalaron. “No están dando ni un solo paso en falso, ni un movimiento. Nada de nada”, afirma una fuente oficial, “lo cual no deja de ser sospechoso pero nada hay que les relacione con los alijos”.

La conclusión es que transcurridos seis meses desde el primer cargamento intervenido (el de la ría de Aldán), casi dos de la operación Lince y justo uno de la Donkey, nada se sabe de los dueños de la cocaína intervenida en nuestra comunidad.

Y la mejor prueba de esta anómala situación es que ninguna de las tres grandes operaciones que se llevan en otros tantos juzgados gallegos (en Cangas, Cambados y Vigo, ya que la del velero se sigue en Canarias) está cerrada y, es más, se mantiene sobre ellas el secreto sumarial, ya que se sigue investigando tanto para desentrañar la identidad de los desti natarios como para desmantelar el entramado empresarial legal bajo el que ocultan actividades ilegales. Y, por su puesto, proceder a la detención de todos ellos: los que aún están al margen y aquellos que se dieron a la fuga.

La espantada del mayor de los Santórum es pública, una filtración le permitió escapar, pero hay otros identificados que están en busca y captura por participar en estas operaciones, “entre ellos un pariente de Sito Miñanco experto en darse el piro cuando le buscan”, señala gráficamente una de las fuentes consultadas.

Todos los mandos policiales españoles expertos en narcotráfico coinciden: los niveles de producción de pasta de coca no dejan de aumentar, la represión en Estados Unidos obliga a los cárteles a buscar rutas alternativas para darle salida y “los narcos con mayor capacidad para meter coca en Europa siguen en Galicia”. La frase es de Antonio Martínez Duarte, comisario de la Brigada Central de Estupefacientes.

Juan Carlos Santórum sabía desde hace varios meses que lo vigilaban

El fugitivo Juan Carlos Santórum, su cuñado Emilio Rodríguez Castro, Pablo García Villadeamigo y Sergio Fontao Oliveira (que figura como administrador único), éstos últimos miembros de su grupo detenidos en el transcurso de la operación Donkey, figuraban como empleados de El Diablo Estu- dios S.L., una pequeña empresa cuyo domicilio social se encuentra en el número 8 de la plaza do Parque en Vilanova de Arousa.

Aunque fue locutorio telefónico e informático y tienda 24 horas de vending, su principal actividad está relacionada con, como figura en su razón social, la “edición de soportes grabados de sonido, de vídeo y/o de informática y fabricación de aparatos receptores de radio y televisión y aparatos de registro y reproducción de sonido e imagen”. Pero no abierta al público sino que dedicada a los otros negocios del clan, según constataron los agentes que investigaron al grupo.

De allí salían los sofisticados medios de localización (GPS de última generación como los que fueron localizados en las planeadoras) y comunicaciones (teléfonos satélites y terminales de Portu- gal) que empleaban para tratar de evitar los controles.

Juan Carlos Santórum sabía que estaba siendo vigilado por los equipos antidroga desde que le relacionaron con el narcosubmarino localizado en la ría de Aldán y por eso buscó fuera de Galicia y contrató a expertos informáticos que rastrearan sus teléfonos en busca de dispositivos ajenos de control. Y hace semanas que recibió la confirmación de que algo raro estaba pasando.

En ese momento tuvo constancia de que estaba siendo investigado y que debía extremar las precauciones. Pero, lo dice el refrán, la avaricia rompe el saco y la confianza es mala consejera, Santórum pensaba que tenía todo bajo control.

Por eso se arriesgó a lanzarse a una aventura pensando que jugaba con las cartas marcadas: había detecta- do el seguimiento al que le estaban sometiendo y creyó que, ir un paso por delante, le permitiría sortear a los agentes antidroga. A la hora de la verdad, ese conocimiento solo le sirvió para huir en el último minuto, suerte que no corrieron sus hombres de confianza, a los que no les dio tiempo de seguir los pasos del jefe y fueron apresados, alguno de ellos, como el caso de Braulio Vázquez, en las puertas de su casa cuando pretendía desaparecer.

Según fuentes policiales, el clan de Santórum había recibido el encargo de alijar los más de 3.300 kilos de coca que viajaron en el narcosubmarino y las cuatro toneladas y media que traía el Karar. Para ello contaban con la infraestructura necesaria, planeadoras, galpones y naves industriales en la costa gallega y del norte de Portugal, desde Esteiro, en Muros, hasta cerca de Oporto, donde esconder la droga. Después la transportaría por vía terrestre a otros puntos de España donde pasarían a manos de la organización internacional que fletó la mercancía. Pero los agentes antidroga están convencidos de que alguien, de peso en este mundo, intermedió. Y a esos se busca.

24 may 2020 / 00:28
  • Ver comentarios
Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
Tema marcado como favorito