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América, Saigón, la ciudad y los perros

Dog Soldiers,
Robert Stone, traducción de Mariano Antolín e Inga Pellisa, prólogo de Rodrigo Fresán, Libros del silencio,
2010, 430 págs., 22 €

CONFIESO QUE ME HE TOMADO mi tiempo para leer en profundidad, para recrearme, en realidad, en esta novela magnífica. No es, claro, ningún descubrimiento, calificar la historia de Robert Stone de gran aventura literaria, de gran logro de escritor y periodista. Pero lo que sí es un descubrimiento es encontrar esta novela en español y en una traducción tan memorable. Merece pues, un elogio, el editor de Libros del silencio que, una vez más, muestra aquí su apuesta no sólo por jóvenes talentos (no es el caso, desde luego), sino por los clásicos indestructibles que, por una razón u otra, no han llegado a tiempo ni con la suficiente contundencia a nuestras letras. Porque resultaba difícil entender esta ausencia de Stone, siendo, como ha sido, distinguido con algunos premios nada desdeñables (el National Book Award, por ejemplo), considerado como uno de los grandes por críticos como Harold Bloom (polémico siempre, en cualquier caso) y elevado a los altares de las mejores novelas del siglo pasado por la revista Time.

Se mire por donde se mire, Dog Soldiers supone una dura, casi sangrante, reflexión sobre uno de los acontecimientos más crudos y feroces del siglo XX, la guerra de Vietnam. Pero, al tiempo, supone un ejercicio de revelación histórica, un análisis desnudo de lo que fue el sueño americano y la caída de tantos mitos y de tantas promesas. La realidad, en carne viva, es lo que este libro, entre la ficción y el periodismo, nos ofrece. Para algunos, naturalmente, no es un libro sobre la guerra. La guerra sólo es el escenario inicial (los últimos días, desde Saigón), el background, la atmósfera oscura y terrible. La guerra lo mancha todo, y lo hace durante décadas. La vietnamización de nuestros corazones y, sobre todo, la vietnamización de los Estados Unidos, es seguramente el gran tema de Dog Soldiers. Lo que queda después de leer este gran libro es una sensación de vacío, de destrucción, de impotencia. Aquí está, plasmado con maestría, el declinar de los sueños y seguramente el fin de las utopías. Como, en efecto, dijo el New York Times, la droga es aquí la metáfora. La metáfora de la corrupción y de la caída. La metáfora también de la derrota moral. Y todo este sarpullido, que es el sarpullido de la Historia, se extiende como el efecto de un virus imparable por toda la piel de América. Vietnam, inevitable. Inevitable carga histórica, inevitable examen de todas las conciencias. Y una experiencia de la que no siempre queda claro que hayamos aprendido lo suficiente. Este desembarco en la realidad más cruel que es Dog Soldiers está descrito con un lenguaje vivo, con una naturalidad aplastante, con todo el terror de Conrad, como se ha dicho, y la prosa dura como el hueso de Hemingway. Pero Stone es Stone: él mismo. Piedra angular de la literatura americana. El prólogo de Rodrigo Fresán, también resulta tan bello como imprescindible.

11 nov 2010 / 05:37
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