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EDITORIAL

La aportación de Galicia a la arquitectura mundial

    EL SUEÑO DEL GAIÁS Es difícil saber premonitoriamente si serán precisos esos cincuenta años de andadura para que la sociedad civil toda se sienta orgullosa, en el decir de uno de los miembros del jurado que aprobó el proyecto de Peter Eisenman, Luis Fernández Galiano, de la obra que parcialmente inauguran hoy en el monte Gaiás los Príncipes de Asturias. De atenernos a la primera evidencia ya contrastada por centenares de personas, parece que será mucho antes, a medida que esa misma sociedad contemple en su plena magnificencia artística y arquitectónica el complejo que se erige rivalizando visualmente con la basílica compostelana, ya que cuantos tuvieron esa oportunidad, en todos ellos el criterio es unánime.

    Para la historia menuda y engrandeciendo su importancia quedarán los desfases o excesos, las diatribas y demoras y hasta el hándicap añadido de una crisis económica que se coló por medio en época dada a mayores dispendios. Pero por encima de todas esas concretas consideraciones emergerá la propia Cidade da Cultura como la gran aportación de Galicia a la era moderna de la arquitectura, desde un proyecto cuya grandeza y complejidad creativa nadie discute. Se llega hoy a este primer día de gloria por la voluntad y tesón de su primer mentor, Manuel Fraga, con su conselleiro Pérez Varela, pero también porque el Gobierno bipartito entendió la grandeza del reto y lo continuó de la mano del presidente Emilio Pérez Touriño y de la conselleira Ánxela Bugallo. Y, en fin, porque el actual presidente, Alberto Núñez Feijoo, junto con Roberto Varela, concuerda en idéntico objetivo de culminar la grandiosa obra gallega.

    Se asegura que este tipo de construcciones sólo son posibles a través de grandes consensos políticos y en etapas de bonanza económica.

    Puede que sean importantes factores que coadyuvan a lograr esos retos, pero no es menos cierto que muchas de las grandes obras arquitectónicas que admiramos a lo largo de los siglos ni se hicieron en los plazos previstos ni se ajustaron a los costes iniciales, y no por ello dejamos de admirarlas.

    El devenir de la historia se va construyendo sobre grandes pilares que representan retos como el de la Cidade da Cultura. Y como no es para miopes, hay quienes en su simpleza son incapaces de ver la trascendencia de toda obra humana. Son los detractores, los de siempre y los de ahora mismo, que renegarán de su forma de pensar cuando todo el mundo aplauda lo que hoy se inaugura. Para este periódico, será un honor que toda la sociedad se sienta orgullosa de lo que desde aquí se aplaudió y defendió desde el primer día. La Cidade da Cultura y a quienes la hacen posible.

    11 ene 2011 / 05:08
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