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{al otro lado}

Ateísmo beligerante (I)

    LA vena que inspira el anticlericalismo de la izquierda española viene de lejos. Se dicen demócratas, que aman la libertad, pero no es cierto; la religión les produce repelús. El padrecito de todos ellos, el ferrolano Pablo Iglesias, ya dejó dicho que "queremos destruir la sociedad actual desde sus cimientos". La civilización greco-romano-cristiana les molesta. No va con ellos una sociedad abierta, en la que se respeten los derechos humanos, entre los que está la libertad religiosa. Quieren una sociedad cerrada, "gobernada por el monopolio de la verdad" y bajo "la tiranía de la ideología sobre el pensamiento", según nos recuerda Dahrendorf. No entienden, o no quieren entender, que hay valores de alcance universal, "que hunden sus raíces en lo más profundo de la tradición cristiana y occidental" (cita que recojo de Romay Beccaría comentando un discurso de Jacques Chirac).

    Lo malo no es que sean ateos, lo malo es que quieran imponernos su ateísmo, incluso por la violencia, como ha sucedido hace poco en la Universidad de Barcelona y más recientemente en la Complutense de Madrid. Han convertido su ateísmo en una nueva religión, lo que es en sí un oxímoron, una "contradictio in terminis". Practican un laicismo de trinchera, beligerante, profanando los templos católicos con ánimo de herir y burlarse de los sentimientos religiosos de los creyentes, y no respetando la libertad de conciencia, propia singularmente de los foros universitarios. ¿Harían lo mismo estos valerosos en una mezquita? Ni de lejos, saben que se jugarían el físico. Estos ateos desvergonzados son el detritus de una sociedad en crisis de valores, hijos de padres pseudointelectuales callejeros y de madres peripatéticas.

    Abogado

    23 mar 2011 / 00:54
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