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Empresario y ex director de la Romería Internacional

Bernardo Valiño: “La Romería Internacional debió de mantenerse como marca”

En el 2000 la Romería Internacional, que había promovido Bernardo Valiño, llegó a su final tras 21 años de éxitos, no solamente en Galicia, sino también en algunos lugares de León y Asturias. Durante un mes, aproximadamente, se movilizaba por distintas ciudades y villas este gran ejército de artistas de muchos países que, además, estaban acompañados por puestos de venta de productos alimenticios y artesanales de cada lugar. Era la auténtica fiesta del verano gallego.

– ¿Cómo nació?

– Yo entonces era concejal de Cultura del Ayuntamiento de Culleredo. Durante un viaje a Portugal vi actuar a un grupo folclórico y pensé, primero, que lo podíamos llevar a Galicia e inmediatamente después, que se podían unir otros formando un espectáculo que girase por varios ayuntamientos. Me puse a trabajar en ello y ya el primer año, además de varios grupos folclóricos gallegos, estuvieron presentes uno de Portugal y otro de Francia.

– ¿Siempre fue un espectáculo gratuito?

– Siempre y eso que al final hacíamos montajes incluso argumentales, en los que llegaron a actuar más de 400 personas.

– ¿Quién pagaba?

– Se formó un patronato con los ayuntamientos que aceptaron la propuesta y que cada año se iban incrementando. Ponían dos millones y medio de pesetas cada uno y el resto lo complementaba la Consellería de Cultura de la Xunta de Galicia. Por otra parte, yo, que ya me dediqué casi en exclusiva a ello, incluso trabajando con Portomeñe desde la Xunta, viajaba mucho para conseguir grupos extranjeros que tuvieran calidad pero que no costasen demasiado. Era un trabajo difícil, pero con gran voluntad se podía ir logrando, a la vez que fue muy bien acogido por los medios de difusión en general y de manera muy especial por EL CORREO GALLEGO,
que casi lo tomó como algo suyo.

– ¿Cuánto duraban?

– Aproximadamente un mes y se actuaba durante casi todos los días en los ayuntamientos. Cuando había locales los utilizábamos e iban desde el Palacio de la Ópera de A Coruña, hasta el estadio de Pasarón de Pontevedra, y cuando no los había teníamos que montarlo todo, desde el escenario hasta los camerinos, los puestos de venta y las gradas. Era un trabajo muy grande, pero muy satisfactorio porque pudimos llevar a pueblos pequeños espectáculos grandiosos y gratuitos, así que varias horas antes ya se formaban las colas de espectadores que querían verlo.

– ¿Cuál fue la postura de la Xunta para complementar el dinero?

– Hay que pensar que nosotros no íbamos a la Xunta a pedirlo todo, sino que nos complementase lo que ya aportaban los ayuntamientos. Durante el tiempo en el que fue conselleiro Vázquez Portomeñe fue extraordinario. Se volcó con nosotros, tanto él como su director xeral, Luis Álvarez Pousa, y nos ayudaron hasta el máximo. Puede decirse que fue el auténtico impulsor. Luego, con el gobierno tripartito también tuvimos muy buenas ayudas ya que el conselleiro Alfredo Conde y sus directores xerais, Bonifacio Borreiros y Antón Louro, aceptaron la idea que estaba en marcha y siguieron apoyándola. Pero con Pérez Varela comenzó la decadencia, la falta de ayudas, hasta que nos vimos obligados a desaparecer. Incluso tuvimos la oportunidad de que una gran empresa nacional nos lo patrocinara a cambio de publicidad, y no se aceptó porque dijeron que lo incluían en el Plan Xacobeo, pero al final, nada.

– ¿No hubo cooperación?

– No, y no me lo explico porque era algo grandioso y gratuito para el espectador. Incluso me ofrecí a dimitir para que continuasen otros, pensando que podía ser algo personal, pero no sirvió de nada. Fue una pena porque conseguir una marca es algo muy difícil, que cuesta muchos años, y la Romería Internacional estaba acreditada en toda España y, al menos, se podía haber salvado su nombre, aunque se cambiase el concepto. Era algo tan esperado como, por ejemplo, el Concierto de Año Nuevo de Viena por la televisión que, con los años, desde su primera retransmisión fue adquiriendo ese nombre que tiene ahora. Además, no tenía nada que ver con la política, puesto que entre los ayuntamientos que la patrocinaban los había de todas las tendencias.

– Por la Romería pasaron grupos folclóricos de toda España, pero ¿qué recuerdos tiene de los extranjeros?

– Muchos y muy buenos. Un año estuvo un grupo coral femenino búlgaro que pasó el mes con nosotros viajando de pueblo en pueblo. Cuando se marcharon a Madrid para tomar el avión me llamaron y me pidieron permiso para aceptar un contrato en un teatro. Lógicamente se lo di. Fue a verlas Alfonso Guerra e hizo unos elogios muy grandes de ellas. Hoy son famosas mundialmente como El misterio de las voces búlgaras. También tuvimos durante el mes de la Romería a la Ópera de Pekín, el Teatro Bolshoi de Moscú, presentamos por primera vez en España el teatro sobre agua de Vietnam, para lo cual teníamos que montar una piscina, la ópera de Kiev, una ópera rock negra de Sudáfrica, orquestas sinfónicas de la Europa del Este o un ballet de Filipinas que fue presentado en la Casa de Galicia de Madrid por Isabel Presley y don Manuel Fraga.

– ¿Y los espectáculos argumentales?

– En los últimos años ya llegamos a crear representaciones que incluían música, canto, teatro y danza con la participación de todos los grupos. Uno de ellos fue Luminaria, que era la historia de dos peregrinos que hacían el Camino de Santiago, representados por actores profesionales, entre ellos Carlos Ballesteros. Por cada lugar que pasaban se representaban fragmentos de zarzuela. En la salida de Holanda, Molinos de viento. Al entrar en el País Vasco, El caserío. Por Aragón, Gigantes y cabezudos, luego La rosa del azafrán y, al llegar al Obradoiro, todos vestían trajes gallegos mientras aparecía un gigantesco Apóstol con una luminaria de fuegos artificiales. Y siempre se hizo en directo, nada de playback. Era admirable ver cómo cantantes, bailarines o músicos de Lituania, Hungría o Rusia se adaptaban a todo lo nuestro. Éste fue un espectáculo caro porque movilizaba a 400 personas y sólo de alquiler de vestuario nos costó siete millones de pesetas, pero grandioso. TVG lo grabó en el estadio de Pasarón y figura en su archivo. También hicimos Anali, con argumento mío y música de Nemesio García Carril, el que hizo la banda sonora para la serie Los gozos y las sombras.
– ¿Podrá retomarse?

– Es muy difícil. De Asturias me llamaron para ver si organizaba algo similar allí, pero ya estoy metido en mi negocio y creo que pasó el momento.

La comida extremeña

Bernardo Valiño, durante sus viajes para contratar grupos, estuvo varias veces en Extremadura y conectó con la comida de esa comunidad, poco conocida en Galicia, pero de una gran calidad, sobre todo en lo que se refiere a todas las variantes del cerdo y de la carne en general de animales alimentados con bellota. Cuando se terminó la Romería, se decidió a instalar una pequeña tienda para la venta de productos extremeños, que luego amplió con un restaurante. Ahora, dada la demanda, abrió en Sada El sabor extremeño, que tiene su parte de tienda de artículos, pero, sobre todo, un gran restaurante de dos plantas, muy bien decorado en art decó y con un patio floreado que semeja a los de Extremadura y donde desarrolla su nueva profesión. "Cocinamos mi mujer y yo pero, en realidad, no hay misterios porque la base son los productos de calidad preparados de forma muy sencilla. Todo lo traemos directamente de los productores, sin intermediarios, así que el jamón de la dehesa extremeña de cerdo de bellota es totalmente auténtico, así como el cabrito de las Hurdes o los vinos, también de grandes bodegas como la de Viña Extremeña, que hay que conocerla porque, además de las grandes naves de los bocoyes y botellas, tiene un museo de arte sacro, otro de pintura, uno de decantadores y un maravilloso jardín botánico con árboles milenarios".

07 may 2006 / 00:35
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