Una carta y dos gallos de pelea
LES HA PUESTO DEBERES Pedro Sánchez a sus ministros y lo ha hecho por carta, tal vez por aquello de que las palabras se las lleva el viento. De las cinco grandes transformaciones que el presidente anuncia para esta legislatura que echa a andar envuelta en una densa atmósfera, cargada de incertidumbres y dificultades, la primera de todas es, citamos textualmente, robustecer nuestra economía adaptándola a la revolución científica y tecnológica y generando empleo de calidad. Suena bien, qué duda cabe, y apunta en la dirección correcta el inquilino de La Moncloa al identificar la principal preocupación de la sociedad española. El problema aparece, a las primeras de cambio, cuando toca definir una hoja de ruta en la que la erradicación de la precariedad laboral y de los salarios de miseria, una lacra sonrojante, va a tener que convivir con las líneas rojas de Bruselas y las recomendaciones del FMI y la OCDE. El conflicto se producirá cuando las recetas rupturistas de la ministra de Trabajo, la ferrolana Yolanda Díaz, choquen con el modelo ortodoxo del ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá, independiente y expresidente de la AIReF. Con ellos dos vamos a escuchar, más pronto que tarde, las "varias voces" del multitudinario Consejo de Ministros, pero se nos antoja una quimera que Díaz y Escrivá vayan a hacerlo con "una sola palabra". Por ejemplo: ¿qué salario social mínimo va a aprobar el Gobierno de coalición, el que necesitaría un presupuesto de tres mil millones, como defiende el ministro, o el que se dispararía hasta los doce mil millones, como quieren Podemos y su ministra? Por ejemplo: ¿qué sistema público de pensiones impulsarán Sánchez e Iglesias, una vez deroguen la reforma impuesta por Mariano Rajoy en 2013, y con qué herramientas aumentarán los ingresos de la Seguridad Social? Con la hucha de las pensiones a punto de agotarse, el reto principal de Escrivá será reactivar un Pacto de Toledo instalado en la moribundia -al que, por cierto, Yolanda Díaz no ahorró críticas públicas en tiempos recientes- y consensuar con los partidos y agentes sociales un modelo eficaz que garantice la viabilidad de los subsidios. A Nadia Calviño, interlocutora con Bruselas, le tocará evitar que los espolones de estos dos gallos de pelea hagan destrozos dolorosos, a las primeras de cambio, en el equilibrio inestable del Ejecutivo de coalición. Quizás le ayude tener presente que gobernar no es subir impuestos, es saber generar riqueza con ellos.