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RESEÑA MUSICAL

Concierto para Zapata y orquesta, un entretenimiento divulgativo

    De tenor a director pero por la vía del puro ingenio del “showman” con ánimo divulgativo, y cara a un público predispuesto a participar de la osadía de evitar los ánimos subidos de pretensiones y caras largas. Esa es la receta del tenor y ahora director José Manuel Zapata, en una experiencia que tiene precedentes como el ofrecido para conmemorar el “15 Aniversario de la Fundación María José Jove”, en complicidad con el director de escena Paco Mir, cabeza visible de la tropa “Tricicle”. Clásicos de siempre en una macedonia más bien irreverente aunque sin faltar al debido respeto, que para cumplir cometidos, contamos con la orquesta de la casa. Zapata podrá levantar ampollas, pero su patrón es poner en solfa la imagen estirada de la propia música clásica. Otro asunto será el rendimiento que podrá extraer de las páginas elegidas o las respuestas de los generosos aficionados, nada temerosos de soportar el desafío. Palabra de Zapata: la gente asocia la música clásica con unos señores vestidos de pingüino y es precisamente una opinión de respuesta, el día en el que se plantaba al frente de la “Orquesta y Coro Nacionales de España”, en lo que resultó en toda regla un “showconcierto”, con el que el granadino se manejaba aferrándose al humor como elemento guía.

    “Concierto para Zapata y orquesta”, monólogo en forma de parodia en el que no renuncia a remitirse a los cómicos hollywoodienses en sus típicos guiños, en épocas gloriosas que cubrían el espacio de las décadas de los años 30 a los 60, un destilado de puras esencias, en los que tiene cabida el cómico polaco Danny Key. Director por puro despiste y que tendrá como compinche precisamente a Paco Mir. En un espectáculo anterior, estuvieron en atriles Mozart, Rossini, Verdi, Tchaikovski o los Strauss, carnaza de opereta. Algunos repetirán y otros autores, aparecerán como sorprendente cumplido anecdótico, es el caso del Robert Schumann, por su lied “Ich Grolle Nicht”, del “Dichterliebe Op. 48”. A saber de qué forma encajará en este espectáculo, como será también el caso de un “Aria”, de Johann Sebastian Bach o el “Wiegenlied”, cuarto del Op. 49, de Johannes Brahms. Menos chocante, por lo que pueda acontecer, será un tema que se anuncia como “Macarena Mozart”, con la firma de J.F. Padilla o la “Pieza corta”- Zapata-Mir. Padilla-, humorada pues a tres bandas y nada chocante por lo que de ella resulte. Calma, mucha calma, porque para el resto, las sorpresas tendrán menos peso.

    Los que asistan, con seguridad, quedarán servidos dentro de su capacidad de ser sorprendidos. Decía Zapata:”Me pregunto cómo es posible que todo el mundo tosa al mismo tiempo, como si dos mil resfriados hubieran ido al Auditorio Nacional. Siempre he pensado que hay epidemia de tisis”. Una “boutade” a lo Groucho Marx, por parte de un avezado director-cantante, que rompe amarras con respecto a los estereotipos, al dirigir cara al público, una manera premeditada de soliviantar al respetable en una arenga que invita a subirse al carro de lo que en la sala vaya surgiendo segundo a segundo. Más madera: “Utilizar el humor como vehículo, es la mejor manera de dejarle a la gente en el corazón a muchos compositores- es verdad que en bastantes de las piezas, no serán necesarias triquiñuelas de semejante calibre- y mostrar de otra forma, esa música a la que hay que quitarle el adjetivo de clásica. Suena a viejo, a aburrido y no lo es porque nos quita mucho público. La música simplemente es buena o es mala”.

    Lo que el tenor-batuta plantea sencillamente es cambiar el lenguaje e insiste en que hacerla más accesible y cercana, no significa hacerla simple, algo que demostró el guitarrista Juan Francisco Padilla- su “Mozart-Almería”, con un espectáculo que bautizaron como “From Bach to Radiohead”. Cogimos un tema de Iron Maiden y lo tocamos con orquesta sinfónica, con nuestra máquina de escribir. El video consiguió en Facebook 30 millones de visitas. Romper con las barreras o introducir la comicidad no implica restar credibilidad a las obras, porque el humor, es también algo muy serio. Lo que ocurre es que no estamos acostumbrados. Al final, nosotros venimos de un lugar que se llama Conservatorio, que suena a sitio en el que ponen a los muertos para que no se estropeen, mientras que la gente que va a la Universidad, se vuelve universal. Zapata-dixit, y que Vds lo aprovechen.

    Verán lo que puede hacerse con el aria verdiana de “La Dona è mobile”, traspuesta en semejante planteamiento. Para nada, sorprenderán la “Tritsch Tratch polka”- Johann Strauss hijo- a medida de festivas jaranas, y no digamos la “Marcha Radetsky”, ese Strauss con tufillo de Año Nuevo. Un gajo de “Die Fliedermaus” (El Murciélago), opereta fetén, donde las haya. “La Marcha triunfal”, de “Aida”, el Verdi impregnado de la “Grand Opéra” francesa. El Tchaikovski del ballet “El Cascanueces”, en su suite de la que proviene “Trepak” (danza rusa), frenética hasta dejarnos clavados en el asiento. Cuarto movimiento de la “Sinfonía nº, en Do m. Op. 67”, de L.v. Beethoven, “Allegro”, en el punto de encuentro final colectivo, arrancando con la apoteosis inicial de la orquesta en pleno. Un par de oberturas de Rossini engarzadas: “La Gazza Ladra” y “Guillermo Tell”. Palabra del añorado maese Alberto Zedda: “Tres óperas de valor emblemático en mucho de la media de entre ciento veinte y ciento cincuenta minutos para alcanzar unas dimensiones que casi duplican a “Semiramide”, “Guillaume Tell” y “La Gazza Ladra”. Tres óperas-testamento cuya característica común, además de su gran duración, es la de presentar casi exclusivamente música de nueva composición, sin esas parodias y autopréstamos tan frecuentes en sus trabajos.”

    12 dic 2019 / 20:53
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