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crónica personal

Desde el corazón

    IMPOSIBLE escribir sobre Pepe desapasionadamente, porque Pepe era todo pasión. Pasión por el periodismo, por la vida, por su familia, por los amigos. De Pepe solo puedo escribir desde muy adentro, desde el corazón. Y cuesta, porque no acabo de asumir que se ha ido, que ha muerto, aunque las noticias que nos daba Paloma estas semanas no eran buenas. Las palabras "Pepe está muy mal, no consiguen estabilizarlo" fue el mazazo que nos hizo reaccionar. Hasta ese momento costaba creer que ese personaje tan cercano, tan querido, tan potente, estuviera viviendo sus últimas horas.

    De Pepe se ha contado de todo estos días, su trayectoria, su lucha implacable por la libertad, su forma de ejercer la profesión. Como Manu Leguineche, gran amigo de Pepe también, decía que el periodismo es contar historias, desde el lugar donde se produce las historias y hablando con los protagonistas de las historias.

    Pepe estaba donde había que estar y lo contaba como nadie. Buscaba la información debajo de las piedras, como hacen los periodistas de raza, los que no confían en google sino en lo que ven con sus propios ojos o le cuentan los que han vivido los acontecimientos en primera línea. He almorzado con Pepe todos los jueves de los últimos cuarenta años, junta a una docena de periodistas de los tiempos de la Transición que nos reunimos en torno a una mesa con los que conocen la trastienda de lo que ocurre en este país. Y he viajado con Pepe por los cinco continentes, siguiendo a los Reyes y a presidentes, cubriendo acontecimientos de todo tipo; incluso hemos compartido días de vacaciones con el mismo grupo de los jueves.

    Le he visto en las duras y en las maduras, entusiasmado, cabreado, aburrido, enfermo, ilusionado, agobiado porque tenía que mandar una crónica o porque no conseguía confirmar una noticia. Extravagante en el vestir, le gustaba que nos asombráramos de su extravagancia, de su flequillo -¿teñido?, siempre lo negó-, sus pantalones con dibujos imposibles, sus camisas irrepetibles. Su sentido de humor era muy primario, de chiste fácil, pero su ironía era de trazado fino, ingeniosa, hiriente solo lo justo para dar en el clavo.

    Su compromiso con el periodismo era total, su fidelidad a los principios de aquellos años gloriosos de la Transición, en los que políticos y periodistas caminábamos de la mano, nunca los perdió aunque ya no queda nada de aquel espíritu en los políticos actuales. Pepe era un hombre comprometido con España -patriota, no patriotero- no se avenía a componendas partidistas, no se le subió el poder ni cuando era director con mucho poder, y le importaba un bledo el cargo que ocupaba quien tenía delante.

    Tierno, sensible, se derrumbaba cuando a alguien, no a él, le venían mal dadas. Estos cuarenta años nos han dado muchos ejemplos de un Pepe roto de dolor. Como el que ahora tenemos los que hemos compartido tanto con Oneto.

    Periodista

    08 oct 2019 / 21:31
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