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El día en que los 'grapos' iniciaron su largo viaje hacia el infierno

Hoy se cumplen 35 años de la terrorífica y sanguinaria puesta en escena de los Grupos de Resistencia Antifascista 'Primero de Octubre', con cuatro asesinatos en Madrid

Llevaban casi un año operando, pero aún no tenían nombre. Y no lo tendrán hasta aquel día, en que llevan a cabo los asesinatos de cuatro policías nacionales: una acción tan violenta como extraordinariamente fácil para los asesinos, perpetrada por pequeños comandos que actúan simultáneamente el día 1 de octubre de 1975 en distintos puntos de Madrid.

Sucedió a la misma hora en que el ya anciano y enfermo dictador, Francisco Franco, recibía la aclamación de millares de incondicionales procedentes de toda España. El resto de la ciudad estaba literalmente desierta, desprovista de todo elemento de seguridad.

Protesta mundial

La manifestación franquista de la Plaza de Oriente se había organizado para contestar, desde el Régimen, a la oleada de críticas que en todo el mundo se desató entonces por la ejecución de cinco jóvenes, tres días antes, el 27 de septiembre. Y los cuatro asesinatos de aquel día eran la respuesta a aquellos fusilamientos. Franco, una vez más, atribuyó la protesta mundial a "una conjura judeomasónica, aliada con las hordas marxistas del comunismo internacional", al viejo estilo de los primeros tiempos de la posguerra.

Nadie, sin embargo, reivindicó aquel cuádruple asesinato hasta el día 18 de julio de 1976, fecha en la que el Grapo (Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre) hizo estallar -en distintas ciudades españolas, entre ellas Vigo- una serie de bombas colocadas en edificios institucionales y monumentos del franquismo.

Entre los ejecutados aquel 27 de septiembre figuran dos jóvenes militantes gallegos del FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota), ambos de la ciudad del Olivo: Xosé Humberto Baena Alonso y Xosé Luís Sánchez Bravo, además de Ramón García Sanz, miembro de la misma organización. Los otros dos ejecutados pertenecían a ETA-político militar: Juan Paredes Manot, alias Txiki, y Ángel Otaegi.

Últimas bocanadas

Aquel día, la nueva banda terrorista, que surge en el panorama español cuando el Régimen del general Franco da sus últimas bocanadas, no se siente suficientemente consolidada como para reivindicar el múltiple atentado. Prueba de ello es que los primeros grapos se deshacen de inmediato de las armas utilizadas, en un descampado próximo a Robledo de Chavela, tratando de ocultar cualquier prueba que les inculpase.

La Policía encontraría aquellas pistolas quince meses después, en febrero de 1976. Y su mal estado, alguna vieja y herrumbrosa, puso de manifiesto que la operación del 1-O se había montado deprisa y corriendo, en caliente, para aprovechar la ausencia de vigilancia policial con motivo de la celebración de la manifestación franquista de la Plaza de Oriente.

Un análisis de aquella sangrienta jornada demostraría, tiempo después, que las acciones habían sido preparadas con un grado de organización muy bajo y mucho voluntarismo. Los comandos estaban dominados por la ira y trazaron el plan a velocidad de vértigo. Incluso los coches que utilizaron para llevar a cabo el cuádruple asesinato, los robaron pocas horas antes en distintas calles de la capital española, de madrugada.

Espíritu mesiánico

Pero todo eso eran minucias para ellos: tienen el alma al rojo vivo y se ven a sí mismos, impregnados por un fantasmal espíritu mesiánico, surgiendo ante las masas como el embrión de la guerrilla que ni ETA ni el FRAP habían sabido ser en aquella ocasión, al no vengar, tres días después de las ejecuciones del 27-S, la muerte de sus militantes.

Los cuatro asesinatos de aquel primero de octubre marcan, a partir de entonces, el inconfundible sello del GRAPO: la brutalidad, por un lado, y la facilidad de dar muerte a una persona indefensa de un disparo en la nuca. Uno de los policías que aquel día perdieron la vida a manos de los grapos se llamaba Antonio Fernández Ferreiro, era gallego y tenía la cabeza hecha un amasijo de trizas.

el martillo

Tiempo después, en la reconstrucción de los hechos, uno de los testigos de aquella terrible saga de dolor y muerte explicó que los autores eran dos jóvenes "de apariencia normal, incluso bien vestidos". Uno de ellos, armado con una pistola de pequeño tamaño, de un disparo le abrió el pecho al agente Ferreiro, que cayó fulminado sobre la acera.

Quiso rematarle, acercando el arma a la sien de su víctima... pero la pistola se le encasquilló y su compañero se vio en la horripilante necesidad -mientras el policía se removía en el suelo, aún con vida y gritando de dolor- de acabar el trabajo a golpes en la cabeza, con un martillo que guardaba bajo el grueso jersey de lana y de cuello alto que llevaba aquel día.

Fue una experiencia macabra y Antonio Fernández Ferreiro tardó casi tres días en morir, en el hospital. Las investigaciones de la Policía vincularon aquellos hechos con cuatro comandos organizados de dos en dos: Enrique Cerdán Calixto y Pío Moa, Ricardo Sanz y Abelardo Collazo, José Balmón y Carlos Delgado de Codes, Fernando Hierro Chomón y Casimiro Gil Araújo. Casi todos gallegos, de Vigo.

Casi toda la dirección del Partido Comunista de España (reconstituido), matriz política de la nueva banda armada, había participado en aquel sanguinario golpe de locura llevado a cabo en cuatro espacios simultáneos sobre el asfalto de las calles madrileñas.

Las armas procedían del asalto que un grupo de militantes del PCE-r había llevado a cabo en 1974, en la sede del Movimiento Nacional de Vallecas, una de las muchas sedes oficiales que velaban por las esencias históricas del franquismo. El botín, varias granadas de mano y algunas pistolas, cuyo estado de revista no podía ser peor. Más de la mitad eran definitivamente inservibles. Munición, la justa.

Después de aquella experiencia, las acciones del GRAPO se preparan siempre con tiempo suficiente y mucha cautela, asumiendo el menor riesgo posible, eligiendo objetivos fáciles y rentables como materia de propaganda. Y si se producen con un elevado grado de espectacularidad, con presencia en los mass media, mejor que mejor.

Hasta entonces, la banda sólo tenía registrada una experiencia similar en los archivos de su macabra memoria.

Sucedió el día 2 de agosto de 1975, cuando el primer comando disparó contra dos guardias civiles que realizaban una patrulla rutinaria en los alrededores del canódromo de Madrid: uno de los guardias murió murió casi en el acto; el otro, herido de gravedad, logró salir con vida de la emboscada. Los autores, dos chicos aparentemente inocentes, dispararon a quemarropa, pero el PCE-r se abstuvo de reivindicar aquel asesinato. La Policía se lo adjudicó al FRAP.

La nómina de la bestia

•••Las víctimas del Grapo han sido muy numerosas. Y en el reguero de sangre que han dejado tras sí figuran muchos gallegos, cuyas muertes jamás hallarán explicación para nadie. Al trágico balance del ominoso 1 de octubre de 1975, hay que sumar otro agente de la Benemérita nacido en nuestra tierra que perdió la vida a manos de la banda el 4 de junio de 1977, en Barcelona. En agosto de 1978, en Compostela, murió el guardia civil Francisco Vázquez Cacharrón. Poco después, en Madrid, un joven policía de 24 años, Luis Antonio Rodríguez García, entró en la nómina de la bestia. En mayo de 1988, el mismo día en que el Exército Guerrilheiro do Povo Galego Ceibe reventó con dinamita el chalé de Manuel Fraga en Perbes, los grapos mataron a sangre fría al empresario coruñés Claudio San Martín. En 1989, morían Pedro Cabezas y Constantino Limia, en la delegación del Banco de España en Santiago. A ellos habría de sumarse el asesinato de dos agentes vigueses, en mayo de 2000, durante el atraco a un furgón blindado.

01 oct 2010 / 02:59
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