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EDITORIAL

Diálogo, política e imperio de la ley

    EMPECEMOS POR EL PRINCIPIO: el juicio del procés se ha desarrollado con todas las garantías del Estado de Derecho y la histórica sentencia aplica con exquisito rigor, a la vista del mundo entero, los códigos legales ajustados a los delitos cometidos por un Govern y unos líderes independentistas que pretendían dinamitar la Constitución, clave de bóveda de nuestra democracia, e imponer una república quimérica. Los cuatrocientos folios de la sentencia unánime, firmada ayer por el presidente Manuel Marchena y los otros seis magistrados del tribunal, deberían cerrar el debate jurídico, una vez que el Supremo ha resuelto de manera impecable un desafío que degeneró en violento dislate. Toca ahora gestionar con prudencia, inteligencia, sentido común y diálogo las consecuencias políticas y sociales. Es importante ganar la batalla de la imagen y defender ante la comunidad internacional tanto la impecable sentencia del TS cuanto el modelo de convivencia que una abrumadora mayoría de españoles -y más de la mitad de los catalanes, conviene tenerlo muy presente- queremos. Porque la defensa de la unidad de España, con un modelo territorial en el que todos nos sintamos integrados, es todavía una tarea larga y fatigosa. También es necesario aplicar firmeza y mano izquierda para contener la cólera en las calles de Cataluña, desactivar las explosiones de odio y, sobre todo, taponar las heridas en la sociedad; coserlas y ayudar a que cicatricen. En este espacio editorial hemos denunciado por activa y por pasiva que la fractura entre catalanes es, quizas, el pecado más grave cometido por los secesionistas en su alocado viaje a ninguna parte. Ahora que entramos en una nueva fase del conflicto, aplaudimos al presidente Pedro Sánchez cuando puntualiza que "acatar la sentencia significa su íntegro cumplimiento", no nos sorprende que Quim Torra y Carles Puigdemont se atrincheren en el pantano de las descalificaciones para denunciar venganzas e injusticias, y lamentamos la oleada de disturbios activada por independentistas que desprecian las normas básicas de la democracia. Hay quien se queja de que la histórica sentencia no contenta a nadie. Tal vez. A nosotros nos parece, sin embargo, que confirma el naufragio del proyecto secesionista, que pone punto final a un proceso judicial ejemplar, sin venganzas, y que acierta al condenar por sedición y no por rebelión. Y a los que alertan de que la cárcel no es la solución a la cuestión catalana, les decimos que el diálogo, la política y el imperio de la ley son los tres faros que iluminan la salida de un laberinto sembrado de minas.

    14 oct 2019 / 22:04
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