Santiago
+15° C
Actualizado
sábado, 10 febrero 2024
18:07
h
Esta boca es mía

"Escribir un cuento es como sostener una cerilla encendida hasta que te quema los dedos"

Que la literatura es larga y está llena de cuentos redondos, como que la vida iba en serio, uno lo empieza a descubrir más tarde

    Y aquí es donde yo acostumbro a colocar el chiste. A marear. A decir, por ejemplo: una novela ya sería como llevar linterna. Algo así. Lo que me ocurre hoy es que querría, pero que no me sale. Que Manuel Rivas tiene razón. Escribir un cuento es como sostener una cerilla encendida hasta que te quema los dedos, pero ni un segundo más. Si no la sueltas enseguida te puede salir cualquier cosa. Una tesina. Un episodio nacional. Un tratamiento secuenciado. No vale soplar, tampoco. Si soplas sale un haiku. Esto es casi seguro. Conozco yo a personas que te hablan en haikus como Sánchez Dragó te habla en japonés: como si entendieses algo. También hay haikus y japoneses que molan, perdón por el vulgarismo, pero no serían esos.

    Lo cual que Manuel Rivas no va desencaminado, creo yo, cuando dice, a Carmen Alonso, se lo dijo, el otro día, en El Ideal Gallego, que escribir un cuento es como sostener una cerilla encendida hasta que te quema los dedos, aunque a Manuel Rivas mi opinión, naturalmente, le dará lo mismo. Si uno se guiase por lo que importa por ahí su opinión sobre las cosas, se quedaría en la cama. Incluso Manuel Rivas, estaría durmiendo, a lo mejor, a estas horas. Pero uno debe levantarse como decía Truman Capote que se levanta casi todo el mundo, lo habré contado cincuenta veces en otros tantos sitios: no porque importe que lo haga, sino porque no importaría que no lo hiciese. Un poco por incordiar, o sea. Por decir lo que apetece. Que escribir un cuento es como sostener una cerilla o como sostener el mundo. Que hablar es un esconjuro o una estupidez. Que un cuento es como un círculo o como un dodecaedro. Lo que sea.

    Pues bien: Manuel Rivas escoge círculo. Se lo dijo a Carmen Alonso, también el otro día. Le dijo, aprovechando que publica sus cuentos completos, Lo más extraño, O máis estraño, en Alfaguara y Xerais: "Escribir un cuento es un andar intenso en el que se entrelazan la casualidad y la causalidad, como si estuviéramos en un ring, en un ring circular. Los surrealistas decían que en el círculo es donde se dan cita los antónimos: la luz y la oscuridad, la vida y la muerte... Un cuento es como un círculo". Un cuento es como un círculo, yo voy a aceptar barco, y un cuento perfecto su cuadratura.

    Y es que yo lo he visto cuadrarse, al círculo, al menos una vez. Fue con Juan Rulfo. Con aquel cuento que empezaba: – "¡Diles que no me maten, Justino! Anda, vete a decirles...". Etcétera. Que terminaba: "Se les afigurará que te ha comido el coyote, cuando te vean con esa cara tan llena de boquetes por tanto tiro de gracia como te dieron". Demasiado redondo, me parecía a mí el cuento de Rulfo, para ser redondo. Por eso concluí que era cuadrado, tan circular. Que era un milagro. Claro que tenía quince años. Que la literatura está llena de cuentos así lo descubriría después, al ir leyéndolos, como que la vida iba en serio, que uno lo empieza a descubrir más tarde, si no se lo dice antes Gil de Biedma.

    Si el cuento perfecto, en realidad, no existe, es para que lo escribas tú.

    Con todo, hay uno que se acerca. Es de Fredric Brown, plagiado de Thomas Bailey Aldrich, seguramente. Dice: "El último hombre sobre la Tierra está sentado a solas en una habitación. Llaman a la puerta". Y es perfecto porque empieza aquí.

    28 oct 2011 / 15:00
    • Ver comentarios
    Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
    Tema marcado como favorito