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España también es una nación

    LA sentencia dice que España es una nación. No un simple Estado sin alma dentro, no una mera construcción artificial de reyes y dictadores, ni un país de gente que simplemente coincide en el solar de una península. Todas las enrevesadas teorías sobre una españolidad que solo es patrimonio de los nostálgicos de imperios y dictaduras, se desmoronan con la sabia decisión de los magistrados reunidos en el tribunal.

    En el tribunal de la selección, se entiende. Quienes emiten este dictamen concluyente sobre lo que somos no están ataviados con una toga negra sino con una camiseta roja que fue azul en la final. Tampoco necesitan años y años para llegar a la conclusión; tan solo pases bien trenzados, entendimiento entre líneas y eficacia ante la portería rival. Frente a las teorías alambicadas, sentimiento, pasión y una sencillez que hace de este equipo el tribunal más alto y más querido.

    Su sentencia la festejó en la calle todo el mundo, pero sobre todo una juventud que vive estos momentos sin la pesada memoria histórica que atenaza a sus mayores. Se han liberado de repente de esa represión nacional de un par de generaciones que pronunciaban el nombre de España con cierto reparo, como si eso los condenara a una categoría de réprobos y los alejase de una modernidad que prefería hablar de Estado español o de este país.

    El genio salió de la botella con banderas que solo se exhibían en sitios oficiales o en uniformes. Éramos una sociedad huérfana de nación, empeñada en ir al psicoanalista para descubrir sus traumas, siempre a tratamiento por complejos inoculados por una minoría de inadaptados. Los goles han sido la mejor terapia para que España se liberase, expresando su patriotismo igual que cualquier otro país del mundo.

    Dicen los historiadores que la unidad española fue cosa de Isabel y Fernando, que hacen la fusión de Aragón y Castilla. Puede que así sea. Pero la unidad de hoy se simboliza en el abrazo triunfal entre otro aragonés y otro castellano, entre un chaval del Madrid llamado Casillas y otro del Barça de nombre Puyol, un símbolo del gran abrazo que se dio toda España cuando un modesto tipo de Albacete metió un balón en la red de los libros de historia.

    Que no se diga que esto solo es deporte y que resulta exagerado sacar conclusiones. Quien vea en todo esto solo pasión futbolera, estuvo de viaje en otro planeta, o no comprende que los sentimientos nacionales en las sociedades civilizadas ya no se canalizan a través de guerras y revoluciones, sino mediante pacíficos hitos deportivos. Por cierto, así lo entendió Nelson Mandela, que reunifica su patria cuarteada, en torno al rugbi y el fútbol.

    La nacionalidad de España queda sancionada por el Constitucional, ratificada con la copa del mundo y vitoreada en la calle. Así que uno se va de vacaciones sabiendo que España es mucho más que una selección.

    12 jul 2010 / 23:50
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