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La espiritada de Gonzar

    GALICIA es única para generar y transmitir durante generaciones historias mágicas e inexplicables, como la de la enferma de Gonzar, la mujer que logró sobrevivir 42 años sin comida ni bebida, un hecho certificado por las autoridades médicas, eclesiásticas y civiles que supervisaron su letargo en busca de signos de fraude que nunca llegaron a encontrar.
    Josefa de la Torre, la espiritada, nació a finales del siglo XVIII en una familia acomodada del rural compostelano. Tras casarse se trasladó a Gonzar, parroquia de O Pino. Su vida fue de lo más corriente hasta 1806, poco después de cumplir los 30 años, cuando tras un enfriamiento comenzaron los episodios de “desconexión”, una especie de aletargamiento que la llevó a quedar encamada, inmóvil en posición fetal y rechazando ingerir cualquier tipo de alimento o bebida. La familia solicitó el auxilio del cura de la parroquia, José Jacinto del Río, que la visitó de manera regular para comprobar que, efectivamente, sobrevivía sin alimentarse. En los alrededores se hablaba ya de un fenómeno sobrenatural. Enterado del caso, el arzobispo de Santiago, Rafael de Vélez, dispuso que durante 17 días Josefa estuviese vigilada de manera permanente por un grupo de religiosos de su confianza, que relevándose por turnos estuvieron a su lado día y noche hasta confirmar que Josefa no probaba bocado ni bebía líquido ninguno.
    El hecho se extendió como la pólvora. Desde la Universidad de Santiago una de las más reconocidas autoridades de la época, el Dr. José Varela de Montes, acompañó a Josefa otros 13 días antes de elaborar un completo informe médico que remitió a la Real Academia de Ciencias Naturales. Buscando explicación a lo no explicable, el Dr. Varela confirmaba la resistencia de la mujer y lo justificaba científicamente afirmando que al no consumir energía tampoco necesitaba alimentarse. Tanto era el interés suscitado que hasta el estamento militar quiso certificar de modo independiente el caso singular de Josefa. Hasta su casa se desplazó en 1838 el capitán del tercer batallón del Regimiento de Castilla, que confirmó asombrado haberse topado con un cuerpo yerto y sin arrugas. Josefa hablaba muy poco, solo con su confesor o con el Arzobispo cuando iba a visitarla, y muy raramente con sus hijos.
    Josefa falleció en 1848, a los 75 años de edad. En la aldea unos la trataban de santa y la visitaban con devoción y otros afirmaban que estaba poseída. La curiosidad por su caso se mantuvo a lo largo de los 40 años que permaneció aletargada. Al fallecer fue enterrada en un acto multitudinario bajo el altar de la iglesia de Santa María de Gonzar, donde permanece.
    Periodista

    16 ago 2017 / 18:55
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