Estar tan conectado a la red
NO sé explicar cómo fue pero estoy en cuatro grupos de WhatsApp más uno en Telegram y tengo un perfil en Facebook. Dos periódicos me mandan noticias del día por correo electrónico y me llegan textos de divulgación histórica por una vía por la que mostré interés hace años. Y luego están los mensajes personales que nunca faltan. Toda esa correspondencia es asumible una a una; en bloque y seguida aturde y pide más tiempo del que deseo dedicarle. Los componentes de mis grupos suman docenas y a menudo reenvían ingeniosos fotos y vídeos.
Ese panorama que describo es frecuente en el entorno social que comparto con usted, lector, hasta parecer vulgar. Es frecuente y resulta excesivo al mismo tiempo.
Contactos es palabra alta en la Era de la Comunicación. Tantos de ellos sin sustancia. Nos llegaron buenos deseos navideños por docenas, con un texto y viñeta estandarizados. Procuré responder a cada uno con alguna palabrita singularizada más una foto con la Natividad de Guido Reni que hay en el Museo de la Catedral.
Las relaciones electrónicas que describo son indigestas y piden bicarbonato y restricción. Hay más libertad verdadera a partir de datos selectos y reflexionados que en la información amontonada. "Quien habla solo espera hablar a Dios un día" (Machado, Retrato). Silencio informático.
Para estar en el mundo contemporáneo no hay que casarse con la corriente en boga sino prever o corregir sus estragos.
Apagar aparatos. Tener abierto el teléfono a sus horas, lo mismo la radio. Abro en el correo electrónico rebosante sólo los mensajes que deseo. Empujo la lectura de los libros empezados. E intento pensar.
Profesor de instituto