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Reseña musical

Fabio Parada, piano

    Concierto del pianista Fabio Parada en la Escuela Berenguela entre obras de D.Scarlatti, en una de sus sonatas, la K.208 en La M., para templar dedos y la Op. 7, en Mi b M. de Beethoven para medir exigencias con la Kreisleriana Op. 16 de R.Schumann. Tras ocho años bajo la tutela de A.Gold, y trabajar con G.Grau, tuvo la oportunidad de conocer el magisterio de Ana Guijarro, Ilona Timchenko, Olga Semushina, Boris Berman o L.Chiantore. Actualmente su maestro principal es Michael Markov en Enschede en Holanda, en donde amplia conocimientos en lo que supone ya su tercer año de Bachelor degree. Cuenta con algunos galardones conseguidos en años reciente y como destacada consideración, bastará con citar el Premio G.Baudot en la edición del 2010.
    Pianista sosegado, supo tomarse como carta de presentación dos obras de innegables exigencias, partiendo del Beethoven de su cuarta sonata, composición de etapa de consolidada madurez y que se extiende por su amplitud que se condensa en esos cuatro movimientos. Ya desde el primer tiempo, el autor deja argumentos al intérprete por su densidad temática, detalle bien aprovechado para desplegar las excelencias de un músico al que se augura un futuro que en sí mismo es una realidad. El Largo con gran espressione, es la piedra angular por excelencia y el momento en el que el pianista pudo demostrar el medido equilibrio, sabiendo atenerse a la consecución de las tensiones de un demandado dramatismo que en el concepto del propio autor, abría perspectivas renovadoras.
    La Kreisleriana Op 16 de R.Schumann es reflejo de su aproximación a la poética de E.T.A. Hoffmann por las connivencias que les hermanan. Vale por un conjunto de ocho fantasías que obligan al intérprete a un grado de madurez dentro de un romanticismo crecido en actitudes. De la propia escuela rusa del teclado, permanecen referenciales las lecturas de los V.Sofroniski, A.Rubinsterin o Shura Cherkasski. Esas fantasías con la mente puesta en Chopin, carecen de título característico, entregando su espacio al criterio del pianista, quien buscará acomodarse a lo que son las indicaciones de movimiento o los aspectos expresivos. Ventaja aparente que el pianista tendrá que sobrellevar con esas materializaciones en su trascurso del periplo que se inicia con el impulsivo Äberst beweget. Schumann refleja en la obra sus propias obsesiones que resumen una composición si cabe adelantada a su época. Siempre esa sensación por momentos agotadora que alcanza su cenit en las audacias sin recato en la pieza final, Schnell und spiellend. Fabio Parada, con esta escuela que le avala, nos dejó una muestra de que, como pianista, es otro de los ejemplos de talento surgido un tanto a la sombra y con la garantía del buen ojo clínico de Alexander Gold.

    10 jun 2014 / 20:21
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