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desde arousa norte

Felicidades, pues

    Me ha pillado el toro…Otros años, a estas horas y con la cuna del Niño a la puerta -¡que entre, que se pela de frío!- ya había felicitado a más de cien personas de mi aprisco, con una tarjeta pretenciosa con biografías pesonales de la familia – tenemos un nieto, ¿ya bachiller? , el o la pianista, casi todos, el afinador, no el afinador, no el afilador…Ya está. Pues este año, todo manga por hombro…
    Se me ha ocurrido que debía rematar una “novela sin remedio” que había comenzado a escribir el día en que murió mi padre, el 6 de octubre de 1961, y ¡hasta hoy! La he escrito seis o siete veces, de arriba abajo, tratando de no molestar a nadie…difícil empeño…Siempre me sobraban cientos de páginas…Por fin eché mano de la guillotina y corté sin dolerme prendas. No recuerdo quién decía que una obra literaria solía valer la pena cuando dejabas a la imprenta algo así como un cuarto de lo escrito. Bueno…Por fin, peleándome con la informática más alemental, parece que he terinado mi obsesión
    La historia es muy sencilla. Mi padre, José el del Coche –estamos en los años broncos y asesinos de la II República y la Guerra Civivl, yo nací por entonces, en plena contienda-…mi padre, digo, hijo de emigrantes y nacido en Buenos Aires en 1905, volvió a Boiro y se quedó tras casarese con la chica que había conocdo en un viaje anterior, nacida en Cures, al pie de la preciosa catarata de Cadarnoxo y muy cerca de la calzada romana que unía Galicia con la Lusitania. Y se estabecieron en Boiro, que ya tenía pretensiones de cabeza de comarca del Barbanza. Y mi padre sacó su carnet de conductor un auto y puso en marcha el transporte de alquiler en la comarca del Barbanza. Un hombre serio, callado, con escasos amigos y al servicio de un taxi, comenzó a ser peligroso desde que empezó en España el gobierno del Frente Popular, desde febrero a agosto de 1936. Y mi padre –“¡José, saca el coche!”- se convirtió, varias madrugadas de ese semestre de muerte por ambas partes, en el conductor fúnebre, pistola en la nuca y alcohol en el aliento del pistolero, …
    Yo me enteré de parte esa historia el día de su muerte, por más que mi madre y mi madrina algo me habían contado…Estuve casi medio siglo lejos de mi tierra. Entrado el siglo XXI supe que debía hacer algo por el buen nombre de mi padre. Ocho versiones y miles de notas, y las ayudas de Juan y de otras amables criaturas me han permitido acabar, con más dolores que gozos . Esta es la verdad –la novela- sin remedio, que permite contar casi todo pero no todo…necesariamente.

    Pienso dormir y soñar lo que no he dormido pero sí he soñado durante los sesenta últimos años. Nuna he sido rencoroso, no sé lo que es el odio. Si algunos de los “pasos” de la novela resultan duros o escabrosos, déjenlos atrás. Siempre habá un momento para la risa abierta. Felicidades, pues.

    21 dic 2019 / 22:03
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