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esta boca es mía

Frank Braña, actor: "Ya me mataron de todas las formas posibles. Falta que me ahorquen"

    PUES YA ES MALA SUERTE. Una vida larga larguísima haciendo películas de acción, haciendo wésterns, 164 muertes en pantalla, y ni un mísero ahorcamiento. Yo ponía una reclamación, o algo. Es como ser Javier Krahe, que vuelva la Inquisición y que te empale. No, hombre, no. Que lleva uno treinta años, uno es Javier Krahe, ahora, supongo que se entiende, uno lleva treinta años, vaya, cantando La hoguera por los bares y los discos y las televisiones y se merece una delicadeza. Una atención. Una cosa. ¿Qué dice la letra de la tal? Dice: “Es un asunto muy delicado / el de la pena capital, / porque además del condenado, / juega el gusto de cada cual. / Empalamiento, lapidamiento (sic), / inmersión, crucifixión, / desuello, descuartizamiento, / todas son dignas de admiración. / Pero dejadme, ay, que yo prefiera / la hoguera, la hoguera, la hoguera. / La hoguera tiene qué sé yo / que sólo lo tiene la hoguera”. Más claro, agua. Y más claro aún, limpia. Puestos a ser unos descerebrados, o sea, ¿qué nos cuesta darle gusto a la gente? Nada. Pues con esto lo mismo. Frank Braña lleva toda la vida muriéndose en los wésterns cuando le correspondía, luego qué menos que un ahorcamiento en condiciones para él y para todos sus compañeros, en plan escondite. Que llamen a Clint Eastwood. Ya.

    Porque morirse cuando toca no es tan fácil, no se me hagan los locos. De Enrique Urquijo, el cantante, por ejemplo, dicen sus hermanos que era uno de esos tipos que cuando les disparabas con la pistola de restalletes no se morían ni para atrás. Ni del caballo, se caían, los tíos. Del brazo del sofá, estamos hablando. Después Enrique Urquijo se moriría de verdad y de mala manera en un portal de Malasaña, ya saben, adiós tristeza, y todo eso, pero es que una cosa no quita la otra. El mundo está lleno de tipos que cuando les disparabas no se morían, que cuando les metías un gol por la escuadra decían que era jersey y que cuando les ganabas se marchaban con el balón, que era el único que había. En realidad siguen haciendo lo mismo, casi todos ellos. Miren cómo está el patio. Así que morirte cuando te disparan, aunque sea en una película, tiene su aquel. Y Frank Braña se ha muerto en 164. ¿Qué creen, que no le hubiese apetecido esquivar la bala alguna vez? ¿Matar al bueno? ¿Robarle el caballo? Miren lo que corre, el caballo del bueno. Pero no. Braña, si había que morirse, se moría. Como un señor.

    Braña es Frank Braña, ya está dicho, y Frank Braña es Francisco Braña Pérez, un asturiano de 76 años que pasó parte de su infancia en A Fonsagrada, que ha participado como actor en más películas de las que algunos directores han visto, que ha muerto en 164 y a quien Manuel Curiel, director de la Semana de Cine de Autor de Lugo y amigo personal, ha dedicado un libro: Frank Braña: morir  con dignidad en el cine. Por estas cosas salía, Braña, el otro día, en El País, diciendo, en un artículo de Óscar Losada, lo que les decía: que cree que ya lo han eliminado de todas las formas posibles, y que le falta que lo ahorquen. Y añadía: “Nunca mueres igual, depende de las circunstancias. No es lo mismo que te disparen con un fusil que con una ametralladora”.

    Con esto bien cogido, qué les voy a contar, hacía Gila tres monólogos.

    25 jun 2010 / 12:23
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