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"Hay una analogía clara y total entre la burbuja inmobiliaria y la sanitaria"

Luis Ferrer Coordinador del área de Psiquiatría del CHUS

Luis Ferrer i Balsebre (Madrid, 1958) trabajó como jefe del servicio de Salud Mental del ahora hospital Clínico de A Coruña (Chuac) hasta que en el año 2008 tomó las riendas del área de Psiquiatría del CHUS. Estudió Medicina en la Universidad Complutense de Madrid y se formó durante dos años en el Gregorio Marañón. Después siguió su formación en Ourense, que completó con estancias en Boston, París, Belgrado y Cracovia. Ahora, ya asentado en el Clínico compostelano, desvela para este periódico los paralelismos que encuentra entre la burbuja inmobiliaria, que ya estalló, y la sanitaria, que hoy en día corre la misma suerte.

¿Está el sistema público de sanidad en riesgo de desaparecer?

Creo que hay una analogía absolutamente clara entre la burbuja inmobiliaria y la sanitaria. La industria farmacéutica es también un negocio y, como tal, tuvo sus políticas para incrementar beneficios. También existieron mecanismos de control cuya finalidad es reducirlos. Durante diez años, la empresa que comercializa un producto mantiene la patente. Como en cualquier otra burbuja, los mecanismos de control fallaron, y lo que debería ser la norma, que pasado el tiempo de patente de forma mayoritaria el producto recetado sea el genérico, en Galicia no fue así. En los tratamientos farmacológicos, siempre aparecerá un medicamento más caro en el mercado, sin que eso implique que sea más eficaz. En ocasiones, la novedad simplemente reside en que se presenta en comprimidos en lugar de en cápsulas. Y esto es una clara dinámica de burbuja que, como la inmobiliaria, finalizará en colapso. Es alucinante que desde un punto de vista político no se den cuenta, cuando nos pasó hace dos días con el asunto de la vivienda. Es muy llamativo que España esté a la cola de los países más avanzados en porcentaje de genéricos, como era alucinante que se construyesen tantos pisos.

¿De qué países hablamos?

Suecia, Alemania, Inglaterra... donde la prescripción de genéricos oscila entre un 40 y un 60 por ciento. Los de menor porcentaje, por el contrario, son Grecia (2%), Italia (10%), Portugal (18%) y España (26%). No podemos pagar un gasto que se va incrementando un 12 por ciento cada año. El catálogo priorizado es un mecanismo para atajar la burbuja antes de que estalle.

Hubo un cierto rechazo a los genéricos por los pacientes.

Pienso que la gente lo entendería si se le explicase bien, porque la prescripción de genéricos es algo que repercute en beneficio de todos. El dinero que la sanidad pública no ahorra por no prescribir genéricos incrementa el beneficio de las multinacionales, en lugar de beneficiar a la población. Por eso, me quedo perplejo cuando se contesta una medida como la del catálogo. Desde hace años, a los facultativos se nos estaba presionando para recetar genéricos. Había algunos más sensibilizados que sí lo hacían, pero otros no, porque también existen intereses entre ellos. Tiene que ser una medida política que diga "para que el sistema público de salud sea el mejor del mundo, que lo es, no pueden darle a usted un abrigo de marca todos los años, pero le daremos uno estupendo que le abrigará mucho. Si no lo hacen desde los poderes públicos, la medida no se mostraría eficaz, así que me sentí más que satisfecho de que por fin un gobierno, aunque sea autonómico, se atreviese a tomar una medida de la que ya se comprobó la eficacia; nueve millones de euros de aho-rro en enero. El catálogo hay que extenderlo a todo el Estado, que el sistema público dispense los genéricos cuando la patente de un medicamento caduque, para que el sistema tenga un mínimo de sostenibilidad.

Sobre todo ante las cifras de consumo de fármacos en psiquiatría. ¿Se mantiene la tendencia al crecimiento?

La burbuja farmacéutica incidió demasiado en el hecho de que tratar es recetar, cuando en medicina, y en psiquiatría más todavía, son más cosas que la burbuja puso en peligro: pisos protegidos, psicoterapias, empleo protegido, talleres ocupacionales... Pero las cifras de consumo de fármacos aumentan. Los pacientes no nos piden solo que les quitemos o aliviemos el dolor de la enfermedad, sino el dolor de vivir. Y la crisis no ayudó. Las consultas se nos llenan de problemas cotidianos de la vida, nos exigen una solución y además que sea farmacológica. Están llenas de gente normal, que tienen problemas en la vida como tenemos todos. Las unidades de base de salud mental, nuestra consulta externa, están absolutamente colapsadas por problemas de vivir. Por eso aumentan tan exponencialmente los fár-
macos que alivian la angustia y que te levantan el ánimo, y los analgésicos que te quitan el dolor. La presión ni siquiera es la misma que había, pero lo que disminuyó es la tolerancia a la frustración. Se dio una lógica del alivio de estas tensiones vitales pensando que el alivio farmacológico puede resolver todos los problemas, y no es cierto. El único fármaco que recetaría sería una pastilla del olvido colectivo.

19 feb 2011 / 22:32
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