Una ilusión con seña de identidad

"Es un proyecto físico de obras de arte, una ilusión de proyectos pasados a lo físico que es el barro". Con estas premisas y bajo el nombre de Cerámica Celta de Pontecesures arranca en 1.925, hace ahora 85 años una de las aventuras culturales y empresariales y quizás menos reconocidas de Galicia.

La historia de esta cerámica, actualmente gestionada ya por la tercera generación de la familia Diéguez, hay que buscarla en los años veinte de la pequeña localidad de Pontecesures, en el seno de una Galicia que vivía una conciencia colectiva nacional gallega que desembocaría en el Estatuto de la República, la aparición de la revista Nos, y la creación del Seminario de Estudos Galegos.

Todo ello tiene algo que ver con la creación de la Cerámica Artística Gallega, de la mano de Eugenio Escuredo, cuyo testigo fue posteriormente recogido por Ramón Díeguez Carlés. Én aquel momento se le bautiza como Cerámica Celta "por aquel sentimiento de lengua e historia común", dice su nieta Fina. Fue Ramón Carlés el que introduce la técnica del vidriado y a partir de ese momento empiezan las colaboraciones con artistas del calado de Asorey, Castelao, Acuña, Maside, Bonome, Acuña, Maside, Torres, Sobrino o Bóveda, entre otros.

¿Qué ocurrió en aquel momento para que todos esos creadores se uniesen en aquel pequeño pueblo de Pontecesures?

Hablamos, en primer lugar, de un pequeño punto con un puerto de enorme importancia que recibía el nombre de puerto de Compostela, ya que la mayoría de las mercancías que iban hacia Santiago de salían de aquí. Gracias a ello, se creó una burguesía de comerciantes e industriales que impulsaron la independencia del municipio en 1925, ya que hasta ese momento pertenecía a Valga.

Fina Diéguez mantiene que la cerámica nunca fue una empresa propiamente dicha, sino algo más próximo a "la conservación de una herencia de Galicia, una especie de patrimonio". Y eso fue lo que debieron de pensar aquellos adelantados, cuyo orgullo no estaba en el dinero sino en la satisfacción de la obra bien hecha y aceptada por el público. Este era, sin duda, uno de los grandes legados de esta empresa.

Ramón Diéguez fallece en 1968 y esta herencia es recogida por sus hijos José Ramón y Jorge Román, que quedan al frente de la empresa. La actividad continuó y a principios de los años 90 se produce un bajón de la producción la enfermedad de Jorge Román que obliga a la restructuración de la firma. Este es el momento en el que la tercera generación recoge el testigo.

La familia conserva cuidadosamente todos los apuntes de Ramón Diéguez, sus cuadernos, sus mezclas, sus medidas que están en tazas, cucharas, vasos...., lo que les ha obligado a hacer un gran trabajo de campo y de catalogación.

Universidad plástica gallega

Fina, la nieta del fundador recuerda que Borobó, ese gran hombre de Pontecesures, definió la cerámica como "la Universidad plástica de Galicia" y es que, la materia prima es barro lo otro es nuestro trabajo, lo importante son los diseñadores. Por eso sólo hacemos exposiciones con una impronta cultural".

Pero, en este momento la pregunta es obligada. A día de hoy, la cerámica de Pontecesures ¿Ocupa el lugar que merece?

Fina Carlés lo tiene claro. "El esfuerzo lo estamos haciendo. Hubo unos años de bajón que coincide con el despegue de Sargadelos y no estoy comparando porque no tiene comparación, porque tiene un producto fantástico. Sargadelos despega en el 63 cuando esta cerámica empieza a declinar. En definitiva, Yo creo que es la gran desconocida o también la gran no reconocida". Lo cierto es que los propietarios de la cerámica hablan de la cerámica no ocultan su insatisfacción por la falta de ayudas por parte de las instituciones y los estamentos oficiales. "No se trata de colores políticos, simplemente, parece que no interesa, pero nosotros seguiremos trabajando, porque el respeto que nos merece el producto", concluye

. ffranjo@elcorreogallego.es