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La increíble y triste historia del ciclista ‘Pirata’, Marco Pantani

Un hombre en fuga
Manuela Ronchi, Gianfranco Josti

La historia es tan verídica como cierta, que dirían algunos. Hace ya bastantes años, un grupo de zaragozanos, muy aficionados al ciclismo, viajaron hasta Italia para participar en una prueba popular pero a la que acudían también corredores profesionales, dado el prestigio que había alcanzado: la subida al temible Mortirolo, un pequeño infierno por sus tremendas rampas. Los maños se limitaron a participar, pero también a vivir en primera línea un suceso sorprendente: un pequeño corredor italiano, aficionado como ellos, se había impuesto en la prueba superando con claridad a los profesionales de la ruta. Los maños preguntaron el nombre del pequeño héroe, que ya nunca olvidarían: se llamaba Marco Pantani.

El joven Marco Pantani ya no parecía joven entonces, como no lo pareció nunca. El poco pelo, las escasas sonrisas, la cara de sufridor de la bici estaban ya en quien años después paseó por las cumbres de todo el mundo su inusitada facilidad para la escalada y se convirtió en ídolo de masas por su carácter indómito. De la mano de la espectacularidad, de su afán por atacar cada vez que la carretera picaba hacia arriba, Pantani dejó para la posterioridad un apodo de lo más acertado: Il Pirata.

Sí, Marco Pantani fue un pirata del ciclismo. Fue un corredor que siempre se rebeló a su suerte, que luchó en las grandes rondas, como el Tour de Francia o el Giro de su país, contra el gran adversario que le imponían sus condiciones: ligero pero fuerte y valiente para atacar en la montaña, ligero en demasía para dejarse mucho tiempo en las eternas etapas llanas contra el reloj. Sólo su talante de campeón le permitió no rendirse jamás y poner en aprietos, en las cumbres pirenaicas y alpinas, a colosos completos: Indurain, Ullrich o Arsmtrong.

El libro nos cuenta el ascenso
y la caída de un mito de la escalada, icono de la rebeldía


Marco Pantani tocó el cielo cuando en 1998 su enésimo demarraje hacia la victoria en el Giro se vio correspondido con el triunfo final en la carrera. Ese año también ganó el Tour. Pero como no hay historia de piratas que tenga un final feliz, en nos lo canta Serrat, cuando en 199 iba a sumar su segundo triunfo en la ronda italiana, dio altas tasas de mematocrito en un control: sospecha de dopaje con EPO. Marco, que no lo admitió nunca, se hundió.

De ese ascenso y esa caída súbita, de la vida tormentosa que siempre acompañó a este incomparable ciclista nos habla Un hombre en fuga, escrito por Gianfranco Josti, periodista de Il Corriere della Sera, junto a Manuela Ronchi, quien durante cinco años fue la manager del Pirata: quien lo acompañó en los éxitos, quien estuvo a su lado cuando la carretera se volcó hacia abajo.

INFELIZ. La historia de Marco Pantan, es conocido, terminó muy mal. El gran escalador, uno de los mejores que ha dado la historia del cliclismo, apareció muerto en 2004 en un hotel. Su marcha se vinculó a la depresión y a la cocaína, también a una historia de amor no correspondido. El ciclista en fuga, el chico que nunca fue joven ni parecía ser feliz, llegó al fin a su meta. Nos queda la leyenda del gran Pirata.

16 abr 2020 / 21:09
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