Jesús Ruíz Mantilla: Escribí esta novela por recuperar a Galdós
El escritor y periodista cántabro publica Ahogada en llamas (Planeta), saludada por la crítica como una obra redonda, que profundiza en la memoria trágica de Santander
Te sientes raro entrevistando a Mantilla, a Jesús Ruiz Mantilla, porque sabes que él lleva muchas entrevistas a sus espaldas, porque sabes que conoce los trucos de la conversación, que distingue bien dónde están los senderos que, inevitablemente, se bifurcan en todos los jardines. Te sientes raro entrevistado a Mantilla, a Jesús Ruiz Mantilla, porque lo lees casi cada mañana, en las páginas de El País, porque has reconocido en él a un buen representante del género (el género es la entrevista), y porque quisieras estar a la altura, es decir, estar en la pomada de su libro, en lo que cuenta, en el estallido ese que inundó Santander cuando lo del Cabo Machichaco, y que es el origen de todas las cosas que pasan aquí, de todo lo visible y lo invisible. "Ciega y sorda quedó la ciudad ante el sonido de la dinamita (...) El estampido resuena eternamente en cada esquina, en cada calle, en cada gota de agua". Eso escribe, envuelto en el ruido y la furia, Jesús Ruiz Mantilla.
Porque la novela empieza como una película, sí. No lo digo por decir. No lo digo como se suelen decir estas cosas. La novela empieza como Salvar al soldado Ryan, o eso quiso Mantilla: él mismo lo confiesa a quien quiera escucharle. Todo volando en pedazos, el fuego trepando por las calles como un trigre enloquecido, y la ciudad absorta, de súbito desventrada, con las vísceras al aire. Quisieras estar a la altura, decirle a Mantilla que la novela te parece buena, excelente, en realidad, que ha logrado un acabado galdosiano, tal vez, que tiene el nervio de esas historias que Forster llamaba hoteles de la literatura: edificios en los que cabe todo el amor, toda la tragedia, toda la ferocidad del mundo.
Y luego está lo de Galdós: en qué momento perdimos a Galdós. Tenemos esa maldita memoria para los escritores, para los literatos: los ingleses, no. Los ingleses sí que saben. Ellos ponen placas y bustos en todas partes. Conservan las casas de todos ellos, reales o ficticias, lo que sea. Mirad a Dickens, que está de aniversario: todo el mundo cree conocer a Dickens. Personalmente. Creen que está ahí, en el escritorio, construyendo la épica urbana, la intrahistoria de las fábricas, las calles, los gabinetes de Londres.
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