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EDITORIAL

Jueces que no hacen justicia

    LO PRIMERO QUE CONFIRMA el Consejo General del Poder Judicial, con rotundidad, es que Pilar de Lara ha olvidado, del rincón en el ángulo oscuro, los grandes principios sobre los que se sostiene la Justicia desde tiempos de Platón y Aristóteles. Del filósofo ateniense heredamos el convencimiento de que las tres grandes virtudes -prudencia, templanza y valentía- se basan en la justicia, que a su vez se alimenta de la idea del bien. Por su parte, el pensador estagirita, el otro gran padre de la filosofía occidental, afinó aún más y elevó la justicia a la categoría de virtud imprescindible para la conservación del mundo en armonía. Si atendemos a los argumentos del CGPJ para desestimar su recurso de alzada, y confirmar así la sanción de siete meses y un día de suspensión de empleo y sueldo, la controvertida magistrada del Juzgado de Instrucción número 1 de Lugo -que también perderá su plaza, salvo sentencia favorable del Tribunal Supremo- no se ha guiado, no, en su desempeño profesional por la prudencia ni por la templanza -la valentía habrá que suponérsela, como en la antigua mili- ni por ninguna otra virtud, ya sea cardinal, ya teologal. El contenido del informe del órgano sancionador del Consejo es dinamita para los intereses de la señora De Lara, a la que reprocha sin medias tintas que su juzgado funcionaba de manera tan irregular que literalmente violaba los derechos de quienes tuvieron la desgracia de caer bajo su jurisdicción. Y esto es lo más sangrante, lo más lamentable, lo más escandaloso, lo más inaceptable de la pesadilla judicial permitida, si no alentada, por doña Pilar, devenida en justiciera solitaria que acaparó la instrucción de 65 causas complejas desde 2015. Siendo gravísimas las "muchas irregularidades detectadas" (sic) -desde paralizaciones y largos períodos de inactividad sin resolver las diligencias hasta el abandono selectivo de causas y la confusión de resoluciones, pasando por el descontrol y la falta de exigencia al personal del juzgado-, lo es mucho más la condena social con que castigó a políticos y empresarios, carne de cañón a los que cargó con la terrible pena de telediario, al mantener sumarios abiertos durante una década, o al no mover un solo papel durante tres años en algún caso. Protéjanos el apóstol Santiago de los jueces que no hacen justicia. Y que la magistrada De Lara se lleve tanta paz cuanto descanso va a dejar.

    08 nov 2019 / 22:14
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