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El límite es el cielo

    Hasta esta semana, las hazañas más importantes del Obradoiro CAB se habían escrito fuera de Santiago. El primer ascenso a la actual ACB fue hace 30 años en Mataró. Para el segundo hubo que viajar a Burgos en las pasadas fiestas de la Ascensión. Y Puertollano fue testigo de cómo se ganaba el Campeonato de España de 2ª División a mediados de los ochenta. Pero faltaba algo similar en Sar. Por eso, y sin ánimo de desmerecer el pasado, la victoria contra el Valencia puede considerarse un de las más importantes en los 42 años de vida del club. Lograrla delante de 6.000 personas y ante un rival con un presupuesto cuatro veces mayor la convierte en épica, en inolvidable. Sabe de forma distinta y tengo la certeza de que resistirá todavía mejor el paso del tiempo.

    No nos engañemos. La afición del Obradoiro no es la más numerosa, ni la más antigua, ni la que puede presumir de haber presenciado más partidos de élite. Pero hay algo que la convierte en especial. Y creo que tiene que ver con una cuestión estrictamente sentimental, transmitida de una generación a otra. El Fontes do Sar reúne a veteranos que vieron al Obra jugar en el Campus Sur y a los que se han enganchado a partir de 2009. Bajo sus vigas de madera comparten grada socios fundadores con fanáticos de Bob Esponja cuyos padres cruzan España por ver a su equipo. Y todos ellos disfrutan esta permanencia con la misma pasión e intensidad, porque es la primera que celebramos y porque la identificación es total con los valores del club: humildad, esfuerzo y justicia. O esa al menos es la imagen que transmite al este del Padornelo.

    Sería muy injusto individualizar el mérito de este éxito. Aunque resulta inevitable acordarse de los que fundaron el Obradoiro CAB en el otoño de 1970. De los que lo hicieron grande a lo largo de dos décadas, dentro y fuera de la cancha. De los que lo mantuvieron vivo durante 17 años, luchando contra todos los elementos y cambiando la UCI por la ACB. Y de los que ahora escriben la historia en presente. Es una victoria colectiva.

    ¿Y el futuro? Todo indica que llega otro verano de incertidumbre, con la supervivencia en juego y con la ardua tarea de construir unas bases sólidas para que el Obradoiro se asiente en la élite. No es tarea fácil y no es la única pendiente. Pero los últimos días han servido para confirmar que el Obra dispone de algo que escasea en el baloncesto español. El desplazamiento a Valladolid de cientos de obradoiristas (no digo santiagueses, porque el Obra es algo más que Santiago) y lo vivido el miércoles en ‘A Caldeira’ evidencian que esto no es flor de un día. El club tiene una masa social heterogénea y sufridora que en tres años ha sido fiel. Ha saboreado triunfos, como el ascenso o la Copa Príncipe, pero no ha dejado solo al equipo en las amarguras. Y ahora celebra una permanencia como si fuese una Euroliga. Es, sin duda, el bien más preciado del Obradoiro y el que da sentido a todo. Cualquiera se imagina el Multiusos celebrando cotas mayores. El límite es el cielo y lo que nos queda ahora es trabajar todos unidos para poder soñar con él.

    Director de AGN y responsable del blog ‘El Obra tiene historia’

    06 may 2012 / 19:05
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