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EL ANÁLISIS

En el Madrid de la epidemia

    NO resulta sencillo afrontar con sosiego una situación tan poco tranquilizadora como la que vivimos, que ni siquiera parece haber llegado a su peor expresión, ni tampoco el futuro incierto que dejará tras de sí. Sobre todo desde este foco virulento de epidemia que es Madrid, donde alcanza ya a amigos y conocidos y es verdadera matanza entre ancianos y luchadores heroicos de la primera fila de cualquier edad.

    A los más graves de mis amigos la enfermedad les sorprende en Alicante y no en su casa de Madrid y esa ha sido también su fortuna porque al menos han evitado la colapsada hospitalización de pasillo o sillón.

    Aunque aparento tranquilidad, duermo muy mal, como muchos. Me ayudan mientras escribo la hermosa cantata 147 (Jesus bleiet meine Freude) que llena mi casa con la noblemúsica de Bach, o el Abendlied de Rheinberger que acaba de hacerlo, o Negra Sombra de Casal y Núñez u otros.

    También ayudan viejas películas ya vistas que me ofrece mi TV de pago y desde luego pintar o leer. Desde una cómoda retaguardia. Por ahora. Y si algo puede llamarse cómodo. Sabía que el mundo globalizado tendría serios problemas globales, producto de la orientación utilitaria y tecnocrática, pero creía los sufrirían gentes más jóvenes.

    China, taller del mundo y origen de la epidemia, es admirable en ciertas cosas y un país moderno pero también una opaca sociedad autoritaria de masas que a veces evoca las viejas utopías negativas de una modernización que se hizo sentir inquietante hace un siglo como premonición del nazismo y de un nuevo industrialismo a partir de Metrópolis (1927), la película muda de Lang, o de Brave New World, el feliz mundo de Huxley

    30 mar 2020 / 22:10
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