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Médicos de Rosalía

    El 24 de febrero de 1837, llovía como sólo en Santiago puede hacerlo. El Dr. Varela de Montes, la perla de Fonseca, es requerido, a las diez de la noche, para acudir a al lugar de Barreiras a atender a Dª Teresa de Castro, de una familia con la que tenía una antigua relación. Vuelve, mojado y cansado, a las tres de la madrugada, con un lloroso envoltorio bajo el brazo. El capellán estaba esperando y, al momento, bautiza a María Rosalía Rita, registrándola como hija de padres incógnitos, amadrinada por Mª Francisca Martínez, no pasando a la Inclusa.
    Esta fue, según Victoriano García Martí, la triste entrada en el mundo de Rosalía de Castro.
    Años después, D. Maximino Teijeiro era el médico de Rosalía. Cuando ella le dedicó un libro le puso como dedicatoria: “Su eterna enferma.”
    Rosalía era atendida por los doctores Teijeiro y Sánchez Freire. El primero rector de la Universidad, y el segundo, poco después, se haría cargo de la dirección del Manicomio de Conjo. Rosalía, curiosamente, escribió su obra El Primer Loco, situándola en Conxo, antes de la erección del manicomio.

    Tratándose la enfermedad de Rosalía de un cáncer de útero, el Dr. Teijeiro consultó el caso y sus posibilidades quirúrgicas con Timoteo Sánchez Freire, el gran cirujano del momento, aun cuando los recursos operatorios ante el cáncer eran escasos. En relación con ello, García Martí hace unas consideraciones sobre los dos doctores: muchas tardes, bien en casa de la enferma o en la del médico, frente a la misma Facultad, hablarían ambos, no de tal o cual dolencia, sino de la misma vida como enfermedad incurable. La figura de este sabio profesor cuadra bien a esta enferma esencial que es la poetisa gallega. ¡Están tan cerca en Santiago la clínica y la catedral, y los médicos como Teijeiro y Sánchez Freire saben tanto de estas vecindades entre el hospital y el templo!

    Y, continúa el ilustre polígrafo: Así fueron auténticamente sabios, en Compostela y en su tiempo, D. Maximino y don Timoteo. Se sabía lo que hacían en cada hora del día, estudiar y trabajar. Sin los recursos frívolos de la vida social, que ayudan a imponer un nombre, sin grandes órganos de opinión, sin ningún medio ilícito de propaganda.

    Si Sánchez Freire y Teijeiro hubiesen vivido en París o en Madrid, la gloria de sus nombres, irradiaría al mundo entero, y es más fácil proyectarla desde las alturas que descubrirla tardía, allá lejana en el fondo, entre las nieblas del horizonte.

    Para cerrar su estrecha relación con lo más granado de la Escuela Médica Compostelana, Rosalía fallecerá, a los 48 años de edad, el 15 de julio de 1885, cuando contaba apenas nueve días de vida, un retoño de humilde cuna, que también fallecería, en la cumbre de la fama, a esa misma edad, en 1933, D. Roberto Nóvoa Santos.

    Médico

    09 jun 2012 / 20:50
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