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Noelia González Abalde // Superviviente de un linfoma de Hodking

“Ya no quiero regalos, le pido a todo el mundo que se haga donante de médula ósea”

{ Vigo 1985 } Recuperada desde hace cinco años de un grave cáncer que le ha exigido un duro tratamiento, apela a la solidaridad y a superar el miedo para sumarse a la iniciativa de las personas que con su decisión de convertirse en donantes salvan cada día la vida de miles de personas//Agradece la vida a su anónimo “salvador” alemán

Menuda por fuera pero gigante por dentro. Noelia González Abalde ha librado una lucha titánica contra del linfoma de Hodking –cáncer del sistema linfático– al que ha ganado el pulso. Superviviente a un autotrasplante, a un trasplante de médula y a una metástasis en los huesos, desde hace cinco años afronta una curación que quiere aprovechar al máximo. Explica que “cuando nadie daba un duro por mí” por la grave situación de su enfermedad “yo sí lo daba”. Agradecida por la generosidad de su donante anónimo, no puede reprimir el impulso de militar en la divulgación de la trascendencia de la donación y de animar a todo el mundo a suscribir un acto solidario con el que salvar cientos de vidas. Ante los más remisos, explica que el proceso carece totalmente de dolor para el donante.

¿Cómo afrontaste la enfermedad a una edad tan temprana?
Con 24 años me diagnosticaron el cáncer. Cada quince días estaba enferma y con un gran cansancio. En vísperas de irme a un viaje a Shanghai consulté un con un médico internista que en 10 días confirmó que padecía el linfoma. Durante seis meses me sometí a quimioterapia ambulatoria y en principio me puse bien, pero al mes siguiente tuve una recaída. Mi caso se complicó porque cuando pensé que iban a darme el alta me comunicaron que tenía una recidiva –reaparición del tumor maligno– y que debía someterme a un trasplante de médula. Los primeros exámenes a mi familia revelaron que no había compatibilidad. 2011 fue un año horrible para mí porque estuve más tiempo ingresada que en casa. En ese año la enfermedad avanzó a una velocidad galopante y tuvieron que darme radioterapia, que no es habitual en estas enfermedades. A mí, ésta me funcionaba muy bien, al contrario que la quimioterapia. Ese año me dijeron que tenía que someterme a un trasplante de rescate, primero de mi médula, para frenar el cáncer, antes de que la enfermedad estuviera en el punto de no retorno. En 2012, fui a una consulta de la Clínica Universitaria de Navarra, que me dijo que estaba muy bien tratada por la doctora Albo del Hospital Álvaro Cunqueiro y que estaba en las mejores manos. Después, me preparé para la donación de médula con un tratamiento nuevo de Estados Unidos que me aprobó el Sergas. El autotrasplante fue el 21 de abril de 2011 y el trasplante el 8 de agosto de 2012. Fui rara hasta el final porque el trasplante autólogo los pacientes suelen asimilarlo mejor y yo lo llevé fatal, y el segundo, el del donante, fue genial y eso que toda mi familia iba con un miedo horrible.

¿Cuánto tiempo costó localizar a tu donante?
No mucho. Meses. Lo único que sé es que mi donante fue un chico alemán, nada más.

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12 ene 2018 / 21:08
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