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SAN FRANCISCO, 800 AÑOS DESPUÉS

La Orden Franciscana recibió el apoyo de los Condes de Lemos

El franciscanismo ha tenido y tiene presencia en puntos del Camino de Santiago en la provincia lucense

La plaza del Campo de San Antonio es el enclave en que ha de imaginarse, en el ayer, la presencia del convento de San Antonio de Padua, fundado por el conde de Lemos, Rodrigo Enríquez de Castro que sigue, de este modo, el ejemplo de su hermano, en Vilabade. Ello sucede en 1503. También en este caso las obras iban a ser continuadas por la familia: su hija, Beatriz de Castro, III condesa de Lemos, así como sus dos hijos, Pedro, que será obispo de Salamanca y Cuenca, y Rodrigo, que ocupará la sede hispalense.

Es por 1583 cuando el maestro de cantería Antonio Díaz, de Ourense, recibirá un encargo hecho en nombre del cardenal de Sevilla, D. Rodrigo. Ha de levantar tres paños del claustro "…conforme a los arcos que están hechos". Son, en este caso, menores observantes los que lo habitarán y contarán, también, con casa de noviciado. Los condes de Lemos conservaron siempre su patronato contando con panteón en su capilla mayor; allí se enterraron varios, así como otros miembros de la familia. Con la desamortización, por 1835, este convento dejaría de existir y, poco después, había quedado reducido a un montón de escombros.

Como testigo de los primeros tiempos del convento se conserva, sobre la puerta de la capilla de San Pedro, un relieve de la Lamentación sobre Cristo muerto, con una forma de hacer aún acorde con las formas de un gótico hispanoflamenco. El crucero, con una hermosa figura de San Antonio, en la mencionada plaza que lleva su nombre, ha de considerarse, igualmente, de un momento inicial en la vida de este centro.

También, en diferentes sitios de Monforte, pueden verse restos a relacionar con este convento, como apreciamos, por ejemplo, en las denominas "casitas", junto al colegio del Cardenal.

Retablos, imágenes y pinturas de esta casa se repartieron por diferentes lugares. Así el san Antonio de su altar mayor está hoy en un retablo de la iglesia de San Jacinto _hoy, parroquial de Santa María de A Régoa_; el retablo de la Inmaculada, en la iglesia de San Martín de Piñeira, en donde también hay otras imágenes que pueden proceder del convento, es el caso del san Buenaventura; pinturas con la historia de san Antonio _se nos muestra en uno el bautismo del Santo y en el otro, el milagro eucarístico_, en la iglesia de San Pedro de Sindrán, en donde, también, se guardan dos retablos, a entender como propios de las últimas décadas del XVIII, con formas neoclásicas que no prescinden del todo, de notas barrocas, uno dedicado a Nuestra Señora del Rosario y el otro, a san Isidro.

EL CONVENTO DE LA CONCEPCIÓN, DE LAS CLARISAS.

Son los séptimos condes de Lemos, don Pedro Fernández de Castro y doña Catalina de la Cerda y Sandoval, sus fundadores en 1622. Las primeras clarisas, que provienen de Lerma, vivirán, inicialmente, en la llamada casa de la Falagueira, que haría las veces de convento hasta 1646, contando ya con la advocación de la Purísima Concepción, a la que los condes le tienen una especial devoción. Es el duque de Uceda, hermano de doña Catalina, como patrono del convento de Santa Clara de Lerma quien facilita el traslado de las religiosas. Las obras del nuevo convento se iniciaron en 1634 y no estaban ultimadas cuando se hace el traslado.

En concreto en 1675 será Antonio Rodríguez Maseda, maestro de obras vecino de Mondoñedo, quien se responsabilizará de rematar el claustro así como de otras obras del convento ya que trabajará aquí hasta que por 1689 , fecha en la que hace testamento declarando que aún quedaba parte por hacer. En todo caso por entonces habría de estar concluida su iglesia ya que, en ese año, se encarga un retablo para la misma. Nada queda de aquel templo, al ser sustituido por otro, en obra ya a finales del XIX pero ultimado en 1928; Daniel Vázquez-Gulías es su arquitecto. Su retablo mayor es obra de Jesús Landeira Iglesias.

En 1977 se abrió un Museo de Arte Sacro en una parte de este convento. Sus salas guardan piezas sobresalientes. El generoso legado que los condes de Lemos han dejado aquí llama la atención. El arte italiano tiene, en sus fondos de escultura de Nápoles, en donde el conde fundador fue virrey (1610-1616), un repertorio de importantes obras, como también es bien destacable su colección de platería, con piezas tan señeras como el relicario de la Santa Espina que el duque de Lerma le regala a su hija Catalina de la Cerda quien, en 1633, profesaría como clarisa. También debió de ser un regalo del duque el Cristo yacente de Gregorio Fernández, entre los mejores de este escultor.

PORTOMARÍN Y VILABADE.

Los caminos a Santiago tienen en estos dos lugares sitios de paso del peregrino que va a Compostela. Y tanto en uno como en el otro el franciscanismo tuvo una cierta presencia. La fundación de Portomarín, relacionada con fray Gonzalo Mariño, se concretó como un eremitorio de "Prove Vida" y se llamó de la Santa Cruz, naciendo hacia 1397. Hay constancia de que esta comunidad existía aún en 1432 y, también, de que, en 1471, era un fraile franciscano quien administraba el hospital de Portomarín y que, en aquel año, se traslada al convento de A Coruña. A partir de ahí no hay constancia alguna al respecto

La puesta en marcha de una casa franciscana en Vilabade tiene como promotor a Fernando de Castro, marido de Inés Bermúdez de Montaos y hermano del conde de Lemos, don Rodrigo Enríquez Osorio, o Rodrigo Enríquez de Castro, II de los condes de Lemos. Un epígrafe existente a la entrada del actual templo parroquial _en el lugar que antes estuvo la ermita de Santa María_ data en el año 1457 como aquel en el que se inicia la obra, tras recibir el consentimiento de D. García Martínez de Vaamonde, obispo de Lugo. Las obras seguirán contando con el apoyo del Carlos de Castro _hijo del fundador_ y, también, con limosnas. Tras un pleito, que se plantea poco después de 1472, el cabildo de Lugo se hará con Santa María de Vilabade, concluyendo, de este modo, su vinculación con el franciscanismo.

SANTA MARÍA A REAL DO CEBREIRO

En octubre del Año Santo Compostelano de 2010 los franciscanos recibieron de la diócesis lucense el encargo de la parroquia de Santa María A Real do Cebreiro, así como de otras doce más de su entorno. Así nace una nueva fraternidad, en un lugar tan significativo del Camino de Santiago, allí donde Galicia, parta el peregrino, empieza.

Quien llega a Santa María A Real do Cebreiro, en este santuario en el que se conserva la memoria de un milagro eucarístico datado en el siglo XIV, es más que probable que se encuentre hoy con una acogida y una palabra franciscana.

FICHA TÉCNICA

BIBLIOGRAFÍA
Iglesias Almeida, E., ‘Nuevos datos sobre el desaparecido convento de San Antonio de Monforte’, Lucensia, 25 (2002), pp. 329-336.

Chamoso Lamas, M., Casamar, M., Museo de Arte Sacro Clarisas de Monforte de Lemos, La Coruña, Caja de Ahorros de Galicia, 1980.

Lorenzana Lamelo, M. L., Aportación documental al estudio histórico-artístico de dos fundaciones monfortinas: el Colegio de la Compañía y el Convento de las Clarisas, Lugo, Diputación de Lugo, 1986.

Diéguez Rodríguez, A., El retablo durante los siglos XVII y XVIII en el arciprestazgo de Monforte de Lemos (Lugo), Lugo, Diputación de Lugo, 2003.

Sáez González, M. Del Reino de Nápoles a las Clarisas de Monforte de Lemos. Escultura del XVI en madera, Lugo, Diputación de Lugo, 2012

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Horario de misas: Laborables, 18.00 y 19.00 horas. Vísperas, 18.00 y 19.00 (en verano). Festivos: 12.00 horas.

01 nov 2014 / 18:02
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