Pontevedra o la ejemplarización de un modelo urbano para la calidad de vida

La vieja cantinela dice que Pontevedra duerme mientras otras trabajan o se divierten. Ya no es así. En la capital de las Rías Baixas se duerme, porque está en el camino de absorber población residencial que trabaja en el eje Vigo-Santiago (15 y 25 minutos, respectivamente por autopista), y se vive con alegría (seguridad urbana) y comodidad laboral (su trazado radial lo pone todo relativamente cerca). La primera premisa de equidistancia apuntada presagia asimismo un futuro de complementariedad interurbana.

Será por eso que uno de los argumentos optimistas es el crecimiento experimentado en estos años, en la cabeza de las demás ciudades gallegas en términos relativos.

Debería seguir esta trayectoria si, desaparecido el complejo de Lourizán para 2018, esta maravilla de ángulo, telón de fondo de su ría, que la capital conforma con Poio y Marín como extremos del área metropolitana, se transforma en un paraíso residencial con un potencial turístico de primera magnitud.

Porque las condiciones ideales para que crezca el turismo de ciudad -uno de los pilares de la actual política- están ya asentadas: la peatonalización y los equipamientos urbanos de que se ha dotado el casco histórico y el modernista, y la ampliación hasta el estuario del Lérez del Museo de Pontevedra (una joya). A la urbe no le falta más que arreglar el tráfico viario, que sigue siendo la gran asignatura pendiente.

"Dormitorio" plácido, vivencial, con servicios propios y complementarios muy cercanos, ciudad de ocio más bien, como parece demostrar un comercio pujante, tanto en el tradicional en su apuesta constante de ­aggiornamento, como el derivado de fórmulas modernas: todas las franquicias de moda salpican el ensanche, convertido en paseos, bulevares, una transformación experimentada en estos ocho últimos años que han cambiado el sistema nervioso interior, aceras anchas separadas por un vial, más que al revés.

Con la configuración en Campolongo de una city administrativa (más funcionarios, al menos residentes), Pontevedra tiene en su mano y futuro la definición de "ciudad para vivir". Pontevedra tiene que decir que existe.

Sube la población, la afiliación a la Seguridad Social y empata el paro

Pontevedra fue, de las cuatro capitales gallegas, la que vino registrando un crecimiento más lento. Entre los años 1990 a 1999, su población se estacionó en unos 73.000 habitantes. A partir del año 2000, comienza a experimentar un importante crecimiento que la convirtió en la sexta ciudad gallega, por encima de Ferrol.

Después de la última depuración del censo municipal, las tablas comparativas sitúan a la capital de las Rías Baixas como en el quinteto de las que más crecieron en población en los últimos seis años: un 20%, después de Nigrán, Ponteareas, Poio y O Porriño, frente al 10% de Vigo.

A 31 de diciembre pasado, Pontevedra ya supera los 80.400 (no se incluyen por tanto los incrementos, ni los pontevedreses que viven en la ciudad residencial de A Caeira, al otro lado del puente de A Barca, pero en el término municipal de Poio). Además, su censo sufrió una rebaja de quinientos ciudadanos, que correspondían a los extranjeros irregularmente registrados en los últimos años. Una cuestión que también afectó al resto de los municipios en la última revisión del censo, cuando se comprobó que muchas de esas personas ya no viven en estos concellos.

Los registros de "atracción" y crecimiento económico coinciden en la tendencia en otro elemento de baremación significativo, puesto que también los afiliados a la Seguridad Social se han incrementado en este municipio con 13.000 altas, lo que hace un total de 43.ooo afiliados en la actualidad.

A su vez, el número de parados no ha experimentado grandes cambios, con oscilaciones que van entre los 3.5000 y los 5.000 en función de la ­temporada laboral.

Los expertos relacionan estos datos y tendencias con el dinamismo experimentado por la ciudad del Lérez en los últimos ocho años, cuando se completó el polígono de O Campiño y se crearon otras pequeñas áreas industriales en otros puntos del municipio o de su área de ­influencia.