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pinceladas

Proteger el planeta

    EL año 2015 será recordado en España por importantes acontecimientos que nos atañen y nos preocupan, que podría comentar en mi primer artículo en este prestigioso periódico. Sin embargo, como mi profesión es la investigación científica en el campo del estudio del suelo, y como probablemente, salvo los edafólogos, pocos lectores sabrán por qué la FAO declaró este año 2015 Año Internacional del Suelo, el día 5 de diciembre Día Mundial del Suelo y el 22 de abril Día de la Tierra, creo obligado difundir entre los lectores la extraordinaria importancia del suelo, sistema que todos conocemos pero que quizás no valoramos en su justa medida, ya que es imprescindible para la supervivencia de todos los organismos vivos, entre ellos el hombre, y porque su conservación es fundamental para la protección de nuestro planeta.

    Los suelos, constituyentes de la Edafosfera, capa de 1 a 2 m de profundidad que cubre la superficie de la Tierra, se forman y adquieren sus propiedades por la acción combinada de diversos factores medioambientales: disgregación de las rocas por la acción de los factores climáticos, lluvia, viento y temperatura; colonización de las rocas por la vegetación, líquenes en las primeras etapas y luego plantas herbáceas, arbustos y árboles; deposición de residuos vegetales y animales en su superficie; y colonización por la meso y microfauna y los microorganismos, bacterias, hongos y algas, responsables de la actividad biológica. Durante su desarrollo se producen una serie de capas denominadas horizontes de distinto color según su composición y el conjunto se denomina perfil.

    Los suelos no son sistemas inertes, sino sistemas vivos y dinámicos donde se producen millones de reacciones químicas, bioquímicas y biológicas de forma continua y simultánea, porque los organismos vivos citados son los responsables de la mayoría de los procesos que ocurren en el suelo y por lo tanto son responsables de su funcionamiento. Entre estos procesos debo destacar el de mineralización de los residuos orgánicos, por el que se liberan los nutrientes necesarios para el crecimiento de las plantas; el de humificación, por el que se sintetizan sustancias húmicas muy estables relacionadas con el secuestro de carbono y la mitigación del cambio climático; y el de agregación, que da lugar a la estructura del sue-lo y a los poros por donde se produ-ce la aireación y la filtración del agua en el suelo.

    Los suelos, junto con la vegetación, forman ecosistemas forestales o agrícolas que proporcionan bienes indispensables para nuestra supervivencia: oxígeno, madera, fibras, alimentos, energía, etc.; cumplen importantes funciones ecológicas: mantenimiento de la biodiversidad, regulación del clima y de las aguas superficiales y profundas y conservación de la atmósfera; son lugares de esparcimiento y contribuyen a crear la belleza paisajística.

    El suelo y la vegetación son dos recursos naturales interdependientes. El suelo es el soporte físico de la vegetación, pero también es el almacén de agua y nutrientes que necesitan las plantas para crecer y desarrollarse. A su vez, el suelo depende de los restos vegetales que se depositan en su superficie porque son la materia prima de la materia orgánica, componente fundamental del suelo porque influye en casi todas sus demás propiedades y por lo tanto en su calidad; además, la vegetación forma una cubierta vegetal que lo protege del impacto directo de la lluvia impidiendo la destrucción de su estructura y con su entramado de raíces lo retiene, impidiendo que la lluvia o el viento desprendan y arrastren las partículas de su superficie, es decir, impidiendo el proceso de erosión del suelo. Por otra parte, es muy importante saber que la vegetación es un recurso natural renovable, siempre que haya suelo, mientras que el suelo es un recurso no renovable porque su formación sobre una roca requiere miles de años y por lo tanto es necesario conservarlo.

    Los principales responsables de la degradación y pérdida del suelo son la erosión eólica o hídrica, que en nuestra zona está favorecida por las fuertes pendientes de nuestros montes, la elevada pluviosidad y, sobre todo, por los incendios forestales, pero también por cambio del uso del suelo de forestal a agrícola, agotamiento de nutrientes, pérdida de materia orgánica, compactación, contaminación, sellado del suelo por construcción de edificios y vías de comunicación, etc.

    En Galicia, donde los incendios son muy frecuentes, la erosión post-incendio es una catástrofe ecológica, económica y social de enorme importancia, por el paulatino empobrecimiento y degradación de nuestros suelos, la disminución de su profundidad y sobre todo por la pérdida irreversible de suelo, recurso sin el cual no es posible tener bosques, matorrales, pastizales, prados y cultivos agrícolas. Por lo tanto, tampoco podremos desarrollar buenas industrias agrícolas y ganaderas que produzcan leche, carne, etc., apicultura, ganado mostrenco, cotos de caza, energía, turismo y, lo más importante, no podremos producir cualquier alimento o producto que proceda de los sistemas agrícolas o forestales.

    Apreciados lectores: ¡conservemos el suelo, "un tesoro ignorado y maltratado", para garantizar la seguridad alimentaria mundial!

    Profesora de Investigación del CSIC

    04 dic 2015 / 22:43
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