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La “recuperación de la infancia” de un maestro de la literatura

Salvajes y sentimentales
Javier Marías

Quien esto escribe espera celebrar un día, si hay justicia poética, la concesión del Premio Nobel de Literatura a Javier Marías. El escritor nacido en Madrid, es cierto, ha tenido desde siempre más crédito, más reconocimiento, fuera de España que en su propio país, pero eso no quita que también aquí cuente con una legión de seguidores. Me incluyo: en mi humilde opinión, Javier Marías es, simple y llanamente, uno de los mejores de la historia de la literatura española: a la altura del mejor, se llame Valle Inclán, o Unamuno o Pérez Galdós o García Lorca; después, que cada cual tenga para sí su favorito.

A Marías, eso sí, siempre lo hemos tenido como un escritor serio, nada dado a la literatura llamada ligera, frívola. Libros tan buenos como Mañana en la batalla piensa en mí, Corazón tan blanco, Tu rostro mañana... tantos otros, que su obra es amplia, no han dejado tanta huella por su carácter festivo, por contar historias rosas y fáciles de leer sino más bien por su densidad, por su intensidad, por su seriedad... y su calidad.

Porque, y eso ha sido así siempre, lo que escribe Javier Marías está excepcionalmente bien escrito. Pocos como él pueden presumir de tener un dominio tan abrumador, tan pulcro sobre el lenguaje castellano, que no es el único que domina el escritor.

Javier Marías aparta su lado serio para
reconocerse un fanático del fútbol


En Salvajes y sentimentales. Letras de fútbol, el mismo autor reconoce que se permite un regreso a su infancia para escribir sobre un deporte que adora desde niño. Y ésta es ya una de las primeras claves del libro, que recoge artículos que Javier Marías fue escribiendo entre los años 1992 y 2000: Marías, de fuerte personalidad, no tiene ningún rubor en declararse un fanático del fútbol, alejando la idea (más extendida en etapas anteriores) de que el gusto por las letras, por la intelectualidad, era incompatible con el gusto por el fútbol, creado al parecer para los salvajes a los que alude el título del libro.

No. Marías se declara amante del fútbol, y del Real Madrid, desde su más tierna infancia: desde que su padre lo llevó a Chamartín. Tampoco debe extrañar que Javier Marías saliera, valga la expresión, de corazón tan blanco cuando creció viendo jugar, y casi siempre ganar (ligas, Copas de Europa) a Di Stéfano, a Kopa, a Rial, a Gento o a Puskas.

A lo largo de sus artículos conocemos al Marías menos cerebral, liberado; al extraordinario escritor que se deja mecer en los brazos de la pasión y se declara un fanático del fútbol, que le permite “la recuperación semanal de la infancia”. El autor ataca sin piedad a todo lo que huela a barcelonista, y no tiene piedad con sus vecinos atléticos. Y analiza distintos ámbitos y personajes del juego

También el libro es un canto a la nostalgia. Marías canta a su Madrid, el equipo al que la envidia de los rivales que lo veían ganar llevó a etiquetar como “de Franco”, cuando el Madrid, y lo aclara el propio autor, desde su cuna estuvo más bien bastante a la izquierda. Pero no se muestra tan feliz con los tiempos modernos del club.

Cada artículo es una buena muestra del arte de Marías, también futbolero.

08 abr 2020 / 22:58
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