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LOS REYES DEL MANDO

Reparto de culpas

    NO creo que ahora venga el llanto y el rechinar de dientes: una repetición de elecciones es quizás molesta, pero no infernal. Lo que vendrá es el reparto de culpas, que es algo muy contemporáneo y a la vez algo muy engarzado en nuestro espíritu a lo largo del tiempo. Pues que no hay candidato, estamos abocados a elecciones, como algunos temían y otros (no sé si muchos) celebraban. Esto ocurrió tal que ayer, e imagino que la carrera electoral ha comenzado, llevará ya días o semanas, puede que nunca haya dejado de estar ahí. Son políticos a la carrera, en el flujo inconstante del presente, en el baile de egos y liderazgos innegociables, en esta forma nueva de hacer política, donde todo rezuma cierta antipatía, esa prevención ante los otros, esa sensación permanente de disgusto, de incomodidad, de gran desconfianza.

    Aunque lo que ha sucedido finalmente se atisbaba, no por ello ha dejado de cumplirse la teoría del guión con suspense, hasta el último capítulo. El final puede parecer previsible, tal y como iban los desacuerdos, pero cada vez todo es más volátil y más líquido, como se dice ahora. Los medios han estado siguiendo la jugada con más precisión que los árbitros del VAR, esperando el giro final de los acontecimientos, pero en realidad ya habían constatado que nadie quería a nadie, que las reuniones, más bien frías, habían caído en el olvido, que las ofertas no cuajaban y que Sánchez no iba a querer comprar una coalición con un año de garantía, como las lavadoras. Mejor volvemos a empezar, dijeron quizás los asesores. Y ahí estamos, levantando de nuevo la piedra y subiendo a la montaña.

    El electorado constatará que su decisión no ha dado frutos, pero no estoy seguro de que las cosas cambien tanto. Ya no cabe creerse imprescindible, porque nadie lo es, y, sin embargo, no puede gobernarse sin la ayuda de alguien. La paradoja de estos liderazgos es que se necesitan tanto como se rechazan. Con todas las cámaras mirando y los informativos sintonizados hasta en las tiendas de electrodomésticos no queda otra que mucha reunión y mucha propuesta, pero a saber cuáles son, en verdad, las intenciones. Lo que discurre por el vientre de los arquitectos de la política, lo que no se ve ni se escucha. Estas negociaciones tuvieron desde el principio un aire de cartón piedra, esa precaución de tener que estar mirando todo el rato la letra pequeña. El miedo al contagio, o al contacto, es el que guarda la viña.

    Pero vendrá el reparto de culpas, inexorablemente. Nadie se hará responsable del fracaso, nadie querrá ir a elecciones señalado. O retratado, como dice Pedrerol. La narrativa privada de los partidos se queda en el vestuario, tíos. Dicen que muchos se juegan, en noviembre, hasta la supervivencia política, lo cual parecen palabras mayores. Sería tanto como estirar la cuerda hasta romperla. Es verdad que el desacuerdo, escucho, es lícito en política, no nos pongamos estupendos: pero no puede mantenerse eternamente, por mucho que la desconfianza esté de moda. Aquí no se miró el matrimonio, que parecía posible, sino la convivencia futura. Tampoco se quiere rebajar nadie a ser un segundón. Sólo la Navidad, con el viento frío, animará a juntarse.

    17 sep 2019 / 23:04
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