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Los sonidos de la carrera; el pistoletazo, la respiración, el chapoteo, los aplausos...

La lluvia fue protagonista, intermitentemente, de una competición especial//Pero todo empieza semanas o meses antes, con la preparación, con la ilusión de llegar al Obradoiro

Los aplausos, contagiados por un minutero que se acercaba pausadamente a las 10.00 horas, es el primer sonido que te transporta a la Carreira Pedestre de Santiago. Pero esta prueba no empezó ayer por la mañana. Comenzó semanas y meses antes, con la preparación, con la ilusión de comprar al segundero menos tiempo, menos sufrimiento y más capacidad.

El segundo sonido es el de las respiraciones. Algunas, acompasadas; otras, entrecortadas; las menos, inaudibles. Es el compás de los mejores y los peores; de los más y menos preparados; de los que visten adecuadamente... y los que corren con zapatillas de fútbol sala, por ejemplo.

El tercer sonido me transporta a las condiciones meteorológicas. Un sonido de chapoteo, de charcos; el zumbido del golpeo de las zapatillas contra un asfalto mojado. Y es que llovió. Hacía tiempo que no regaba el cielo el suelo de la zona vieja el último domingo de octubre. Ayer, sí ocurrió.

El cuarto sonido, relacionado con el tercero, es el de los aplausos. Menos de los deseados por los corredores, que vuelan (se lo prometo) ante los ánimos. Imposibles para muchas personas que sujetaban los paraguas con destreza, porque, además del agua, también aparecía el viento como otro inconveniente, no sólo para los participantes, sino también para los espectadores, tan importantes unos como otros.

El quinto sonido, no por orden cronológico, es el del pistoletazo. El que dio José Luis Barrera en la carrera de los mayores. Un runrún te recorre la tripa ante los próximos minutos y kilómetros, llenos de expectación y de ganas.

El último sonido es el de "sigan sigan, no se acumulen en la meta". ¡¡Hemos llegado!! Hemos disfrutado, un año más.

pyanez@elcorreogallego.es  

MÁS SUFRIMIENTO CADA AÑO

••• El sufrimiento crece directamente proporcional con los años cumplidos. Por lo menos, en mi caso. Hace años disfrutaba más y hacía mejores tiempos; ahora, hago más tiempo, y mi corazón protesta más. Y es que, que quieren que les diga, mi sentimiento competitivo me obliga a intentar mejorarme. No soy capaz de correr sin tener una meta. Pero este año hice algún minutito más que el anterior, algo que se repite desde hace tiempo. De todas formas, la recompensa de escuchar los aplausos durante todo el recorrido y, sobre todo, entrar en la zona vieja (donde eché de menos a mi amigo Javier Iglesias dándome ánimos) compensa todas las cuestas de un recorrido mucho más duro.

01 nov 2010 / 03:23
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