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BRAIS PENA, jugador de póquer y voleibol

“La suerte a largo plazo no existe”

    En el póquer, hay que entender. La suerte a largo plazo en el mundo del póquer no existe, le leí el otro día a Pena por aquí, porque "uno puede ganar una vez por suerte, pero cuando juegas miles de manos, ahí gana el que es bueno, no el azar". Si es que ser bueno en el póquer no consiste precisamente en ganar muchas veces por azar, al menos más veces que los que son malos, que yo creo que sí, y entonces no es que la suerte no exista a largo plazo: es que no se queda, a largo plazo, en ningún sitio. Quiero decir que si solo ligo escaleras de color no se me ocurre cómo puedo perder, ni me imagino a nadie de quienes juegan conmigo deseando que en el fondo yo sea un paquete: lo que querrán es que deje de ligar escaleras de color. Pero no lo sé. Tampoco es que yo entienda mucho de póquer. Una vez canté un full y arrastré de pareja y ya no jugué más para no seguir avasallando. Así que lo mismo es cierto que ni la suerte ni el azar existen a poco que dure un juego, que es lo que dice Brais Pena (Santiago, 1984), jugador de voleibol, pero también de póquer, que acaba de llegar del Campeonato de España.

    Los del fútbol también piensan parecido de, por ejemplo, su Liga: la suerte les da, la suerte les quita, pero, en una competición tan larga, acaba ganando el más regular. Es verdad que la suerte, en el fútbol, es más un eufemismo que un azar: dicen la suerte, pero están pensando el árbitro. El resto de la frase quedaría igual: el árbitro les da, el árbitro les quita, pero, en una competición tan larga, acaba ganando el más regular. El regular, no el bueno. El Barça estaría perdido, por esta regla de tres. El regular, no el malo. Luego el Madrid lo mismo. Un mal chiste doble, se habrán dado cuenta. Es la palabra regular, que da mucho pie. También Cassen decía que los buenos van al cielo, lo malos al infierno y los regulares a Melilla. Yo qué sé. No todo el mundo puede ser Woody Allen. Ni siquiera Manuel Vicent, que tiene un buen chiste sobre póquer. No es que Manuel Vicent no pueda ser Woody Allen, a ver si se me entiende: es que no todo el mundo puede ser Manuel Vicent, tampoco. Pues bien: Manuel Vicent tiene un buen chiste sobre póquer. Lo que pasa es que ni parece un chiste, ni parece sobre póquer. Dice Manuel Vicent: "Si al cabo de tres partidas no sabes todavía quién es el tonto, es que el tonto eres tú". Y entonces mala suerte, que al menos no existe a largo plazo, o que ojalá.

    También es posible que la suerte, que sea buena o mala, ni siquiera importe: en imágenes cerebrales de consumidores de drogas y de adultos sanos que hacen apuestas, que compran décimos de lotería, que juegan al póquer, hace ya tiempo que los neurocientíficos detectaron que la perspectiva de obtener una recompensa activa en el cerebro los mismos circuitos que la recompensa misma, lo que viene a querer decir que pensar que vas a ganar la mano es para el cerebro tan placentero como efectivamente ganarla, y así se explican los casinos: allí, menos ellos, que ganan ganando, gana perdiendo todo el mundo. Es un poco el cuento del niño y el maestro zen, no sé si vieron La guerra de Charlie Wilson: era el cumpleaños de un niño, cumplía 14, y le dieron un caballo. Todo el mundo decía: qué bonito, el niño tiene un caballo. Y el maestro zen dijo: ya veremos. Dos años después, cabalgando, el chaval se cayó del caballo y se rompió la pierna, y la gente decía: qué mala suerte. Y el maestro zen dijo: ya veremos. Después se desató una guerra y todo el mundo fue a pelear, todos menos el joven, que tenía la pierna destrozada. Y la gente decía: qué suerte. Y el maestro zen, pues etcétera. El cuento se entiende. Lo que no se entiende es que nadie estrangulase al maestro zen.

    03 may 2009 / 02:09
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