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De Ulises y los mercados financieros

    UN amigo sabio me regaló ayer un libro publicado por Acantilado, cuyo editor –Jaume Vallcorba– acaba de fallecer. Quien ha gustado de autores y obras que llevaban la factura del antiguo residente en Burdeos, está siempre seguro de que un nuevo título difícilmente le defraudará. A mí tampoco en este caso, como en otros, pero hoy, tras haber leído el ensayo en cuestión, que no llega a las 200 páginas, me reafirmo en la creencia, bastante contrastada, que no por larga una obra es mejor; ni por amena, menos rigurosa, siempre y cuando no se trate de materias altamente formalizadas, que exigen una preparación específica y un interés muy concreto. Ulises y la comadreja. Una simpática introducción a los mercados financieros, de Georg von Wallwitz, un gestor de fondos de inversión, matemático y filósofo, ensayo divertido y tan sacado finamente de la realidad que se confunde con la realidad misma.

    Ha de reconocerse que los únicos que tienen verdadero interés en que los mercados financieros sean transparentes son quienes no actúan en ellos de modo significativo. En palabras de von Wallwitz, los que los contemplan desde fuera. No hay nada más peregrino que algunas informaciones –e informadores– de la bolsa de valores. Operadores analistas y corredores, opinando y ayudando a decidir honradamente, pero sabiendo para sus adentros que la complejidad de las multinacionales les supera, como a la mayoría de los mortales. Mucha razón tiene el autor cuando, comparando los mercados con las órdenes religiosas, nos dice que buena parte de los actores financieros se acercan a la bolsa como quien lo hace a monasterio pretendiendo comprenderla sólo porque ha leído la regla de San Benito.

    Por otra parte, la muy meritoria teoría moderna de los mercados financieros se ha vuelto ebria de racionalismo y, a su través, diciéndolo con el autor, hace gala de un optimismo digno de Leibniz. Todo es racional, los parámetros de actuación son similares. La información relevante se difunde con prontitud, los mercados son el colmo de la eficiencia. ¿Por qué, entonces, que los dioses nos lo expliquen, por qué aparecen burbujas especulativas? Pero en la bolsa hay seres humanos, reconciliémonos un poco con la psicología. Claro que lo racional es indispensable, pero las emociones existen y se transmiten y se entra en pánico o en optimismos fantasiosos. Ulises navegó mil mares, tenía conocimientos, inteligencia, pero también experiencia e intuición, que, como el alemán subraya, no tiene por qué ser ni ocurrencia ni sospecha. Pero no es bastante, también están las comadrejas, que quedan para otro día.

    Catedrático de Hacienda Pública

    26 ago 2014 / 21:27
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