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La última boina

    ALGUIEN tendría que hacer una historia de Galicia a través de la boina. La boina como hilo conductor de la galleguidad, como testigo que fue pasando de unas generaciones a otras, hasta diluirse en la modernidad y pedir sitio en el Museo do Pobo Galego. La boina es la enseña de la Galicia rural que hace incursiones en las ciudades cuando lo agrario y lo urbano se mezclaban. La boina resistió mucho tiempo el desafío de las modas indumentarias, hasta que sucumbe de repente, como si un mismo día todas las boinas se hubiesen puesto de acuerdo en un suicidio colectivo.

    Desaparecida de las cabezas, sólo quedó como símbolo. Cuando se habló de las boinas y los birretes en la derecha galaica, ni siquiera los del sector más apegado a la aldea la llevaban, pero era una forma de distinguir a los ilustrados de los toscos, a los más tecnócratas del líder de corredoira que seguía las pautas del cacique benefactor que hacía de Gran Hermano.

    Fraga aunó las dos corrientes porque era en sí mismo una síntesis del bombín que lució en Londres, del sombrero bávaro que expresaba su admiración por el modelo de Strauss, y de una boina ocasional que se ponía de vez en cuando para anticipar su transformación galleguista. A partir de ahí, la boina pasó a ser una pieza etnológica, con la excepción de un hombre que siempre le fue fiel. Con Avelino Pousa Antelo se va la última de las boinas en activo, y el ultimo representante de una generación que explica lo que fuimos y en parte lo que somos.

    Esos expertos en inteligencia que nos anduvieron escudriñando no entendieron que la clave para entender Galicia no es el independentismo, sino esta pléyade de pensadores que condensaron el espiritu tolerante de nuestra gente, y lo expandieron en los nuevos tiempos. De haber tenido más tiempo y paciencia, esos malos espías habrían llegado a la conclusión de que esto no es Cataluña ni el País Vasco, sino algo distinto. Aquí los heroísmos vociferantes de otros lugares se transforman en hazañas modestas que llevan boina, como don Avelino.

    Claro que para entenderlo habría que entender también que el tipo de pedagogía ejercida por esta generación que se despide, no está en grandes tratados, sino en una palabra oral que se vierte en charlas, conversaciones, tertulias y conferencias recoletas que sólo conservan los oyentes. Han sido nuestros druidas, los hombres que susurraban a los gallegos, quienes siguieron viendo Galicia como una gran lareira donde hablar. La última boina queda huérfana.

    21 ago 2012 / 20:17
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