Un hereje quemado por amor

Lo de Prisciliano ha sido casi una obsesión para la Iglesia Católica desde el principio de los tiempos. Bueno. No exactamente. Desde que el bueno del hombre acabó por ser asado a la parrilla con seis de sus seguidores en Tréveris en el año 385.
Su herejía no era tampoco nada para asustar. De hecho, cae bien a gente como Orosio o San Jerónimo. Sabemos algo fundamental sobre él: que era ascético a la par que respetuoso. Que denigraba del enriquecimiento inmoral de la Iglesia y atacaba su relación con el Estado. Que tenía en gran consideración a la mujer, y hacía que ella fuera partícipe equitativa en las cuestiones de culto. En cuestiones de la vida, que diríamos, era mucho más permisivo de lo normal. Y se le atribuyen dos mujeres: Prócula y Gala.
Hoy sigue cayendo bien a los de siempre y muy mal a los de siempre. A ver si me entienden. Hay quien rescataría a la Inquisición si volviera a nacer. Pero para colmo, hay quien ha llegado a afirmar algo que a estas alturas ya es sobradamente popular: que los restos que pasan por ser de Santiago en la catedral compostelana son, en realidad, los suyos.
Eso, muy en resumen. Pero para mayor información, les daré un consejo de amigo: el capítulo que sobre él nos ofrece don Marcelino Menéndez y Pelayo en la absolutamente maravillosa Historia de los Heterodoxos Españoles, que el sabio santanderino publicó en 1880.
La inglesa Tracy Saunders usa ese tema para hacer una interesante novela, Peregrinos de la herejía, que acaba de publicar Bóveda. Y lo hace tras conocer a fondo el Camino en sí. “Porque no me quedó más remedio”, nos cuenta.
Lo primero que llama la atención es que Prisciliano sigue levantando pasiones hoy. Que como personaje es francamente estimulante. Que, independientemente de creencias religiosas, ese santo no reconocido o hereje maldito por el cánon católico, tiene mucho que enseñar en cuanto a ética se refiere.
Aparte de todo, el libro es ágil, envolvente, directo, riguroso, fértil en todo, y se nota que ese Camino ha surtido, una vez más, un efecto positivo.
ANA. Ana Míguez lleva veinte años dedicada al mismo negocio de Pedro Pérez Pellicer. Sí. Aquel que se anunciaba en el ABC, en los años cuarenta, con el siguiente texto: “Pedro Pérez Pellicer, peluquero perfumista, peina pelucas parisinas por pocas pesetas.” Hoy está al frente de la Peluquería Ana en el número 71 de la calle Valiño (curiosamente, la dedicada al padre del moderno periodismo gallego, Borobó). Acaba de inaugurar ahora mismo, el pasado mes de junio. Ayudada de Patricia, Óscar y Vanessa, consigue ser magistral en estética para mujer y hombre (como curiosidad, se han especializado en extensiones), con todo tipo de tratamientos. Todo ello trabajando muy en serio sin renunciar a un ambiente que contagia optimismo.

GURPEGUI. Maricarmen Abeleiras sigue siendo una de nuestras chefs preferidas. Ese gusto por lo sencillo, por lo tradicional, por esa honestidad a la hora de interpretar viejas recetas que recuerdan a las de nuestras abuelas, siguen haciendo de ella uno de los máximos referentes en la cocina compostelana. Ahora, por ejemplo, que ha comenzado con las jornadas del bonito, da gusto ver hasta qué punto algo tan aparentemente simple puede ser una joya.

AUTORES GALEGOS. Respecto de la web de la cual nos hemos hecho eco ya en estas páginas, www.autoresgalegos.org, fruto de una encomiable labor académica y de investigación, ¿cuál es su grado de vigencia y funcionalidad dentro de Cultura? A sabiendas de que se trata de un instrumento cultural propio, nos preguntamos: ¿sigue activa y enriqueciéndose, de acuerdo a la necesidad de sus contenidos? ¿Se le presta el apoyo y la atención necesarios? Como diría el viejo sabio de internet, en la Red, lo que no se vivifica, se momifica.

SLIPKNOT. Los mayores héroes del Nu-Metal estarán aquí mañana en el Multiusos do Sar. Chris Fehn y compañía son de lo mejor que existe. Al menos en esta vida... Teloneros de lujo: Machine Head. Glorioso.