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Viveiro es, también, franciscano

La orden del Santo de Asís perdura en una iglesia y en un convento femenino

EL CONVENTO DE SAN FRANCISCO

Consta ya su existencia en 1258 formando, por entonces, parte de la custodia de Ourense. Unos años después, por 1270, don Pedro Abril, canónigo tesorero de la catedral compostelana, lega en su testamento una determinada suma a los “fratibus minoribus de Vivario”. Ya en el año 1294 la construcción de su iglesia debía de estar muy avanzada puesto que consta que, por entonces, don Marcos Pedro o Pérez, arcediano de Mondoñedo, recibe sepultura, en un arco debajo de su coro.
El templo actual es, sin embargo, obra principiada en el siglo XIV. Se constituye con planta de cruz latina con un solo ábside que cuenta con cinco estilizados ventanales ajimezados y que debía de estar rematado en 1344, algo que se deriva de la lectura de un epígrafe, que cita la era de 1382, existente en la base de una de dichas ventanas, así como un nombre, Tomé, que ha sido reconocido como un posible donante de esta parte de la construcción que remite, en sus formas, a la Claustra Nova de la catedral de Ourense.

Tenía este espacio del presbiterio una puerta lateral, en su segundo tramo recto, que se correspondía con el acceso a la antigua sacristía, de época medieval, y en la que puede verse temas cinegéticos, relativos a la caza del jabalí, a los que ha de otorgarse un sentido iconográfico a relacionar de la lucha del hombre contra el pecado.

El brazo del crucero del lado del evangelio se denominaba capilla del Santísimo, o de la Veracruz; habría de tener su altar en la parte oriental, en tanto hay una puerta, en su lado occidental, que enlaza con el claustro. El lado que cierra por el norte el crucero se cubría, también, en principio, con tres arcosolios de los cuales el dispuesto en la parte más occidental se reformó a fines del siglo XV cubriéndolo con un arco conopial. El central – que se deshizo en 1775 para convertirlo en paso a la sacristía y otras dependencias conventuales- cobijó el sepulcro de Constanza de Castro y Osorio, que había sido esposa de Ruy Díaz de Andrade y que había llegado a visitar Tierra Santa siendo enterrada, por 1491, en olor de santidad, lo que llevaría a reconocerla como beata; también fue terciaria franciscana. Tras desmontarse este sepulcro, en el XVIII, pasaría a la capilla mayor. El tercer arcosolio, cuenta, en la actualidad con una yacija, posiblemente de finales del siglo XIII o principios del XIV, que, teniendo en cuenta el tipo de cruz que lo adorna, debe de proceder del antiguo convento de Santo Domingo.

El brazo del crucero correspondiente al lado de la epístola se reconoció, originalmente, como capilla de San Antonio cuyo altar, aún hoy, se dispone en la pared oriental. La pared que concluye, por el sur, el crucero cuenta con dos arcosolios que se han de relacionar con un taller que trabaja en Viveiro por 1400-1415.

A los pies de la nave se abre la puerta principal, del siglo XIV y, en el exterior, hay, a cada lado, una capilla bajo un pronunciado arco; se consideran obra ligeramente más tardía que la puerta, ya de fines del siglo XIV. Una de ellas está dedicada a San Luis, obispo de Tolosa – devoción propiamente franciscana- y correspondía al gremio de mareantes; la otra, de San Juan Bautista era también denominada como capilla de Alba.

En el lado sur de la nave, hacia su parte posterior, se construye la capilla de San Ildefonso entre 1400 y 1415; también ha sido relacionada con un taller lucense y cuenta, en su pared meridional con un arcosolio que tiene una tapa con cruz flordiselada.

En lo que respecta al coro alto – citado en la documentación como el “coro de çima”- se sabe que estaba en construcción por 1498 no constando cuando se principió; tal circunstancia le otorga, con el de San Martín de Vilaoriente (Mondoñedo), una cierta primacía entre loi gallegos.

Este convento se redujo a la Observancia en 1564. En 1574 se intentó suprimir y destinar su hacienda a las clarisas de Ribadeo. Ya por 1602 el por entonces guardían del Convento cede al regidor , don Alonso López Sanjurjo y Montenegro para que haga aquí sepultura. Ya en el siglo XVIIII corresponde al vínculo y mayorazgo de doña Gertrudis de Araña y Sanjurjo y Montenegro y de su esposo, don Pedro Pardo de Cela y Ulloa.

El abovedamiento original de la capilla mayor fue alterado al disponerse una bóveda suplementaria en 1646, a dos tercios de su altura. Ello se debió a un encargo hecho a Diego Ibáñez Pacheco quien acomete la construcción de “… la bóveda y arco principal de medio punto de la capilla mayor de la iglesia, y encima de dicho arco cerrar de piedra y pared hasta el techo, de suerte que la capilla quedará cerrada por s텔.

Originariamente la cubierta de la nave fue de madera. Será en los años medios del siglo XVII cuando se le encargue, también al maestro Diego Ibáñez Pacheco, que la cubra con bóveda de medio cañón con pilastras y arcos de cantería. Se puede leer en una pilastra el siguiente epígrafe: HIZOSE ESTA OBRA DE LOS VI/ENES DE CATALINA GRANDIA DE/ LABRADA DISTRIBUILOS DON/ JUAN LERIN COREGIDOR DE ESTA VILLA/ POR SU MAGESTAD. Y GUARDIAN EL PADRE FRAI PEDRO SOMU/HANO LETOR JUBILADO. AÑO 1657.

Habrá que citar como siguiente maestro, en este hacer barroco, a Antonio Rodríguez Maseda quien firma el 3 de abril de 1682 un contrato con el el guardián, P. Blas Carabero, para la reedificación de la fachada principal de la iglesia ya que amenazaba ruina. Poco después, el 8 de agosto, asumirá otro contrato que tiene como objeto la construcción de un campanario arrimado a la pared de la iglesia y a la capilla de San Ildefonso. Cabe relacionar con estos trabajos la ventana que se hace sobre la puerta principal, en un exterior que se remata, en esta parte, con una pequeña cruz griega. Ya en tiempos de Fr. Juan Muñoz y Salcedo, como obispo de Mondoñedo, éste donará al convento lo necesario para levantar la cúpula que centra su crucero (1725-1728).

Con el tiempo la construcción se irá deteriorando. Así, en lo concerniente a la capilla mayor, en 1891, lo que aquí existía era un cielo raso que ocultaba la bóveda, tal como se indica en la visita entonces realizada, siendo obispo D. Manuel Fernández de Castro (1890-1905). También se da cuenta, entonces que “…Por de fuera, desde el Cementerio se conoce bien la parte tapiada que es hermosa”.

Fueron varias las cofradías que hubo en esta iglesia en este tiempo protagonizada por la espiritualidad franciscana: la de la Concepción, Vera Cruz, San Luis y, también, San Antonio, que fue fundada en 1658. Tanto la de la Concepción como la de la Vera Cruz ya no existían hacia 1700 y la de San Luis de Tolosa pasaría a la parroquia de Santiago en 1803.

Tras la exclaustración, en 1835, la iglesia de San Francisco pasará a ser parroquial de Santiago al trasladarse hasta aquí su culto dado que su iglesia, en la plaza, fue por entonces demolida.

En 1840 se estableció la parroquial de Santiago el Mayor al ser demolido el antiguo edifico que existió en la Plaza. Será sobre todo a partir de 1916, siendo párroco Pedro Martínez Neira, cuando se hagan aquí amplias tareas restauradoras. Es entonces cuando desaparece el pórtico, en la fachada principal; se retira una reja de hierro que se disponía de púlpito a púlpito; se retira el altar de la Vera Cruz…. Por otra parte los ventanales del presbiterio estaban tapiados y ello llevará a que se abran y se coloquen cuatro vidrieras. En lo que respecta a la capilla mayor se entiende la bóveda actual como una reconstrucción del año 1959, en la que ha de seguirse las directrices de la primera. Además de la tumba de la Beata Constan de Castro se encontraba, por entonces, en en el presbiterio, la de Nicomedes Pastor Díaz. Ambas fueron trasladadas recientemente a la nave; la primera, al lado del evangelio; y la otra, enfrente.

Por otra parte las funciones parroquiales que ahora cumple este templo llevaron a convertir la capilla de San Ildefonso en baptisterio. También se construyó una escalinata en la parte correspondiente a la fachada principal, lo que recorto, por la base, la altura las capillas laterales.

Hoy cuenta el presbiterio con una sillería debida al escultor José Otero Gorrita, datada en 1957 – aún cuando ha de suponerse como un trabajo acometido durante bastantes años-, en la que se desarrollan una serie de escenas relativas a la vida de San Francisco, así como en relación con Constanza de Castro, cuatro franciscanos ante la Inmaculada –San Francisco, San Buenaventura, San Antonio y Duns Scoto- y, también, otros relativos a los santos gallegos Francisco Blanco y Sebastián de Aparicio. Además se hace mención a Fray Pedro Farto, virtuoso místico de la Orden que vivió en este convento.

También con los años medios del siglo XX se corresponde la realización de los demás retablos que pueden verse en este templo. El de la parte del evangelio, en el crucero, lo preside San José y a los lados puede verse a San Nicolás de Bari y a San Blas; en este caso representando con un niño al lado que se lleva la mano al cuello. Abajo, si en el Sagrario contemplamos a Jesús en el acto de la consagración eucarística, a los lados, se nos muestran las figuras de Pedro y Pablo. Además se presenta la Trinidad como Trono de Gracia como remate, en una hornacina. El retablo del lado de la epístola, también en el crucero, tiene como devoción principal a San Antonio. A sus lados están, en este caso, San Roque y San Benito de Palermo; y, arriba, posiblemente, San Pablo.

Ya en la nave, en el lado del evangelio, en la parte inmediata al crucero, se dispone el púlpito, acorde con el estilo plateresco. Se inaugura en 1938 y se debe a José Otero Gorrita. Se levanta sobre un alto soporte y cuenta con una escalera en la que aparece esculpido un santoral de claro sabor gallego: Martín, Fructuoso, Rosendo, Gundisalvo, Pedro de Mezonzo… En tanto, se nos muestra, en el cierre del púlpito, a Constanza Castro, en su condición de peregrina; le acompaña el siguiente epígrafe: VERBUM DEI HAC ANDIVIT ET CUSTODIVIT ILLUD. A continuación se presenta a San Francisco, meditando y con una calavera entre sus manos; en este caso cuenta, igualmente, con una leyenda: PRAECO SUM MAGNI REGIS, es decir se parte de la respuesta del santo a los ladrones del monte Subiaso en 1207 - «¡Soy el heraldo del gran Rey!»- , que vendrá a constituirse en su lema. Presidiendo el conjunto, en el paño central, está Santiago apóstol, partiendo para su imagen de la que, sedente, se nos muestra en el altar de su catedral compostelana; hay aquí, igualmente, un texto: PER EVANGELIUM EGO VOS GENUI, extraído de la Primera Epístola a los Corintios, en su capítulo 4, versículo 15. A su lado, un nuevo santo a vincular con lo franciscano: Buenaventura, identificado por el correspondiente epígrafe y en donde, también, se dice VERBUM IPSIUS SICUT FACULA ARDEBAT, aludiendo a su comentario del versículo 1 del capítulo 48 del Eclesiástico; lleva en su mano una cartela en la que se dice INTER/ OMNIA/ SEPULCHRUM/ EJUS / GLORIOSUS. El quinto lugar, el inmediato a la escalera, está ocupado por un santo capuchino a quien le acompañan los siguientes epígrafes HEIC QUASI TUBA EXALTAVIT VOCEM SUAM; y B DIDACUS A GADIBUS

Enfrente a tal púlpito se presenta un retablo presidido por el Ecce Homo; pueden verse, a sus lados, a San Cayetano, con el Niño Jesús y, al otro lado, a San Juan MaríaVianney, que perteneció a la Orden Tercera, de ahí que se nos muestre con el cordón franciscano; fue canonizado este santo, conocido como el cura de Ars, en 1905.

El siguiente retablo en la nave, en el lado del evangelio, es el dedicado a
a la Virgen del Carmen acompañada, a los lados, por Santa Lucía y Santa Bárbara. También en la nave, en el lado del evangelio, puede verse un retablo, encajado en un pronunciado arco; es de similar condición a los anteriormente reseñados y está presidido por la Virgen Milagrosa, la aparecida a sor Catalina Labouré, allá por 1830. A los lados se presentan, en este caso, a dos santos niños y mártires: Tarsicio y María Goretti. Después de la puerta que, por esa misma parte, da acceso al claustro, hay un retablo más, dedicado, en este caso a la Virgen de Fátima.

En tanto, en el lado de la epístola, también en la nave, puede verse el retablo de la Inmaculada Concepción. Se muestran a los lados, también en este caso, a dos santos franciscanos: Buenaventura y Pascual Bailón. Así mismo, en es mismo lado de la epístola, se completa este conjunto de retablos con otro dedicado a la Piedad , obra de José Rivas (1944), con la Santa Cruz al fondo, en el que, además del indudable protagonismo de la cruz vacía, hay un relieve que muestra la Lamentación sobre Cristo muerto.

Se conserva también, en una posición alta, en esta misma parte, sobre la puerta que da acceso a la capilla de la Orden Tercera, el remate de un retablo, en este caso dieciochesco, presidido por un relieve en el que puede verse a la Virgen entregando el rosario. A sus pies, orantes, están, uno cada lado, Santo Domingo de Guzmán y San Francisco.

En tanto, en la capilla de San Ildefonso, se guarda un retablo realizado en torno a 1600. Se estructura en tres calles, con dos alturas en las laterales y una más en la parte media. Se le encarga la correspondiente pintura a Baltasar García en 1604. Nada queda de su trabajo, consistente en pintar a pincel en los tableros del banco, a los cuatro doctores. También es sabido que, en su concepción original, en la parte superior, se mostraba un Calvario al que el artista habría de añadir una vista de Jerusalén. Sobre todo ello se dispone, coronándolo todo, la figura del Padre.

También el pertinente documento nos dice que contaba este retablo con las siguientes imágenes: San Ildefonso, Nuestra Señora, San Diego de Alcalá, Santa Lucía, San Francisco, así como Cristo con Juan y María. Estas tres últimas configuraban el Calvario de la parte alta, hoy inexistente. Nuestra Señora habría de presidir el segundo nivel, como en la actualidad, posiblemente entre San Juan Bautista y Santa Lucía; en tanto abajo se conservan las figuras de Ildefonso, en el centro, y de Diego de Alcalá, a su izquierda en tanto que, en este caso, ya no se muestra el San Francisco ubicándose en su lugar a San Juan Bautista. En la actualidad acompañan a la Virgen, a sus lados, Santo Tomás y San Roque.

Por otra parte, allí en donde había un Crucificado, arriba, hoy puede verse una escena identificada como M. DEL JAPÓN. La escena es muy simple un mandatario, sedente, manda matar a unos frailes; en este caso se representan en número de cinco. Su martirio se sintetiza formalmente mostrándonos a un esbirro con el cuchillo alzado. Los veintiséis mártires del Japón, entre los que había franciscanos, perecieron en 1598; fueron beatificados 1629 y canonizados, en 1862. Entre ellos estaban los franciscanos Pedro Bautista, el comisario. en aquellos parajes, de la Orden, Martín de la Ascensión, y el orensano, de Monterrei, Francisco Blanco; ha de ser la presencia de este último en el grupo el que lleve a recordarlos aquí especialmente.

También, ya fuera del retablo, cuenta esta capilla, con dos buenas imágenes de San Pedro y San Pablo, así como un Cristo resucitado, debido a Leopoldo Rodríguez, imaginero compostelano; tal talla fue presentada en la Procesión del Via Lucis del Domingo de Resurrección de 2005.

Hay en este templo, además, bajo el coro, a los pies del templo, una magnífica representación del Calvario – Cristo de la Agonía, Dolorosa, San Juan, Magdalena, obra a relacionar con José Rivas, el escultor compostelano que hace tan complejo trabajo – principal en la Semana Santa- por 1945-1947. A tal grupo se le añadieron, en 1952, las esculturas correspondientes a los ladrones, igualmente crucificados, Dimas y Gestas, obra del taller de Rodríguez Puente.

También se cuenta en esta iglesia con la presencia de otras devociones marianas: La Virgen de la Amargura, la de los Dolores, del Pilar, de Lourdes, … Y, además, su Coronación, todo ello en escultura. En tanto, en pintura, puede verse, sobre la puerta que lleva a la sacristía, una Virgen de Guadalupe que llegó al convento en 1717, enviada por un presbítero de Viveiro, Luis López; se dispuso, en aquel momento, en su retablo mayor. También hay aquí con una representación de la Virgen del Socorro.

Una representación de Santiago peregrino, a la entrada de la capilla mayor, da cuenta de quien es, actualmente, el titular del templo. También hay imágenes que nos hablan del culto a Santa Rita y a Santa Gema.

Por último ha de citarse, formando parte de las devociones de este templo, una entrada de Jesús en Jerusalén, el característico paso procesional del Domingo de Ramos, realizado, en este caso, por José Rivas en 1947.

Sobre la puerta de la Sacristía se señala la fecha de 1715, momento al que ha de corresponder este espacio rectangular dispuesto, de norte a sur, en línea con el crucero y teniendo delante el espacio propio de la escalera que lleva hacia la parte alta del claustro inmediato. Al fondo de esta sacristía hay otro espacio, aislado, en el que se guarda un retablo relicario.

Es abundante, y de mérito, la escultura que guarda la sacristía: una Inmaculada y una Virgen del Carmen; también un San José y santos como Lorenzo, Esteban, Sebastián y, posiblemente, Santiago apóstol. Además hay una imagen de Santa Apolonia. Y como devociones particularmente franciscanas se encuentran aquí San Pascual Bailón y Santiago de la Marca.

Cabe reseñar, además, la existencia de dos cobres de formatos similares que nos muestran a la Vera Faz de Cristo y a la Dolorosa. También, una pintura al óleo representando a la Divina Pastora que proviene de la antigua parroquia de Santiago; allí estaba, en el altar de la Virgen del Carmen, disponiéndola en tal lugar el párroco Domingo Lage, “por devoción”. Por lo que respecta a la imaginería anteriormente citada hay que suponerla formando parte del repertorio devocional de los retablos que, en el siglo XX, fueron sustituidos por los hoy existentes.

En la capilla relicario, en tanto, un retablo, presidido por un Crucificado y estructurado por columnas salomónicas, cubre buena parte de su pared más amplia, frente a la única puerta de ingreso. También se guardan aquí esculturas que nos muestran al Sagrado Corazón de Jesús, a San Isidro y un Santiago ecuestre que ha de valorarse como imagen procesional.

La iglesia gótica contó desde un primer momento con un claustro encuadrado entre los brazos de su cruz por el lado norte . Se ha planteado que la puerta de la portería, en línea con la principal de la iglesia, quizás se date en los años finales del siglo XIII. También es reconocible la ubicación de la sala capitular, en el ala norte del claustro, de la que se conservan tres arcos, aún cuando debía de contar con dos más; se data en el tercer cuarto del siglo XIV, en cronología similar a la de la puerta que, por el lado oriental conduce al crucero.

Está, por lo demás documentado que, en 1498, “…muchas oficinas e edificios del dicho monasterio estan viejas, caidas e disipadas, espeçialmente la sacretia, spiçio e refetorio y dormitorio, cozina e çimiterio, e otras çiertas obras están començadas e espeçialmente el altar mayor e coro de çima …”. La deficiente situación de la parte conventual debió mantenerse hasta el siglo XVII, aún cuando, en ese periodo intermedio, se hubieron de hacer obras tales como la ornamentación, con pintura mural, del claustro, de la que queda, como testigo, una representación de la Virgen en la pared oriental, hacia el ángulo con el lado norte.

Es en 1623 cuando el guardián P. Francisco de Quiñones contrata, con Diego Ibáñez Pacheco, la construcción de “…una escalera con pasamano de piedra, desde la puerta de la sacristía, de siete pies de ancha …”. Ya en 1645 encontramos al mismo maestro haciéndose cargo de la construcción de dos paños del claustro – lo que supone su renovación acomodándose a su antigua medida-. Se le señala como modelo, en este caso, el claustro de Santo Domingo, también de Ribadeo y realizado, igualmente, por este artífice.

Será en 1656 cuando se construya “el cuarto de la casa que está sobre la portería y llega hasta la escalera principal del convento”, lo que supone que se mantiene la citada portería anterior y que se hace algo más que el lado occidental del claustro. También, como en la iglesia, será Antonio Rodríguez Maseda quien siga la obra en un momento posterior.

Con el tiempo se añadiría un segundo claustro, en línea, hacia el norte, con éste, de tal forma que va a ser, entre 1772 y 1788, cuando adquiera una forma a considerar como definitiva y hecha “a expensas de la caridad”. Así en la planta baja, en su conjunto, estaba, además de la portería y la sala capitular, las cocinas y el refectorio datado en su dintel en 1778. También contaba el convento con una amplia huerta con una fuente, destinándose su agua “…a los usos precisos, a regar las plantas y a la lavar los hábitos de los religiosos”.

La comunidad franciscana, al ser expulsada en 1835, contaba con 18 religiosos. Tuvieron que salir de aquí en 1840, Su huerta fue vendida, en 1842, en pública subasta. Entonces al primer claustro se le dio como destino el de ser vivienda del párroco y del sacristán. Lo demás fue concedido por la Junta Superior de Venta de Bienes Nacionales al Ayuntamiento, “…para escuelas, cátedras y otros usos y en él se instalaron la Escuela de niños, los Juzgados municipal y de instrucción, la cárcel del partido, los Archivos notarial y judicial y otras dependencias”.

En la citada visita episcopal de 1891, se dice: “Hay además el Colegio Insigne de la Virgen, fundación del siglo pasado para estudios de latín y moral, a cargo de los Padres Franciscanos. Se restableció en el presente curso con el mismo título de Colegio Insigne; pero sin más asignaturas que las de Latín y Humanidades. Estos estudios pueden incorporarse al Seminario, como los de las Preceptorías establecidas en la Diócesis 1026”.

José Otero Gorrita (1889-1969) abre un taller en 1930 en el claustro de San Francisco, en donde se formará su hijo Juan Luis Otero Fernández (1931-2001); ambos son referentes, también, en la ejecución de los pasos de la Semana Santa Hoy, además de diversas dependencias vinculadas al Ayuntamiento, tienen aquí su lugar diferentes cofradías que muestra sus pasos y guardan sus demás pertenencias. Por otra parte es en 1945 cuando se descubrieron dos arcos del claustro medieval, una puerta y la citada pintura mural.

LA CAPILLA DE LA ORDEN TERCERA
La vida de la Orden Tercera en Viveiro se desarrolla, durante bastante tiempo, vinculada al templo franciscano; así en el testamento de la viuda de Fernán Pérez Parragués, María Alas Pumariño, otorgado en 1601, se manda que su cuerpo se entierre en la capilla de la Vera Cruz y que se la amortaje “…con el hábito del seráfico Padre San Francisco, a cuya venerable Orden Tercera pertenecía”.

En el siglo XVIII tenderá, en todo caso, a adquirir un mayor protagonismo. Así, por 1728, tras ser reconocida la extinción de las cofradías de la Concepción y de la Vera Cruz, los hermanos de la Tercera Orden solicitan al obispo Muñoz y Salcedo sus pertenencias quien se las concedió “con la obligación de cumplir lo mejor posible las cargas de aquellas, entre las que se contaban las procesiones del Domingo de Ramos y Jueves Santo y el lavatorio de este día”.

Habrá que esperar hasta 1741 para que la Orden Tercera cuente con una capilla propia en la iglesia de San Francisco; para ello los frailes les ceden “el sitio y territorio que había entre las dos capillas de San Antonio (es decir, el brazo sur del crucero) y San Ildefonso… para que … pudiesen fabricar una capilla para servir y usar en ella en sus funciones”. De este modo, en ese momento, se levanta una capilla de forma rectangular, a la que se accede bajando unos peldaños en el lado sur de la nave.

Cuenta con un buen retablo mayor distribuido en tres calles, más ancha la central, y en el que se abren a los lados puertas que llevan a la sacristía. Sobre un alto pedestal, en el que se integra el sagrario, se presenta a la Virgen de los Dolores y, en lo alto, una representación de la Virgen a la que un ángel muestra la Cruz. A los laterales, en tanto, se disponen las imágenes de San Francisco y San Luis de Francia. Por 1767 se le encarga a los pintores Manuel Moure y Manuel Vidal la pintura de este conjunto.

También cuenta la capilla con dos buenos Crucificados, otros tantas representaciones del Ecce Homo – una de vestir; la otro, sentado-; así como tallas que presentan a Santa Isabel de Hungría, Santa Rosa de Viterbo, San Antonio y Santa Zita, que cuenta con culto desde 1696 y que es una obra reciente, realizada por Juan Luis Otero Fernández y; ha sido proclamada patrona de las trabajadoras domésticas y se nos muestra con su delantal con flores, alusivo a un milagro que se relaciona con dicha santa. El Via Crucis es obra de interés, a relacionar también con el taller de Gorrita.

EL CONVENTO DE LA CONCEPCIÓN
Fue en 1608 cuando llegaron a Viveiro cuatro clarisas de Oviedo y, mientras el convento se levantaba, vivieron en una casa particular. En ese mismo año, tras cambiar sus hábitos de Santa Clara por los de las concepcionistas, pasaron a habitar el nuevo convento; era entonces D. Diego González Samaniego (1599-1611) obispo de esta diócesis mindoniense y él debe de propiciar tal fundación, debida a la ya citada terciaria María Alas Pumariño, algo que hace desde su testamento, fechado el 4 de enero de 1601, al asumir la construcción de un “convento y monasterio de monjas profesas de la orden de Nuestra Señora de la Concepción franciscana, el qual se haga en Vivero, dentro de los muros de ella…”.

Para ello “…el regimiento de la villa y cumplidores señalaron como lugar más idóneo la parte alta de Viveiro”, en las inmediaciones de la muralla, en un sitio “…ocupado por la capilla de San Martín de Rúa Cuberta y otras casas y huertas”, frente, por lo demás, a la iglesia de Santa María de Campo, de tal forma que, aproximadamente, enfrente de la cabecera de este templo se abre la puerta de su zona conventual, con un pabellón que sobresale en altura y al que sigue la iglesia , con la mima alineación, disponiéndose el campanario en el extremo del conjunto edificado. Consta también que este convento habría de estar bajo la tutela de los franciscanos de Vivero; habría de ser el guardián quien designase al vicario o capellán.

La iglesia conventual se contrata en 1605 contando con que se haría en la capilla mayor “ un arcosolio bajo él un sepulcro con las armas de Dña María de las Alas y en medio una inscripción referente a la fundación del convento”. El encargado de las obras conventuales va a ser Francisco Castañeda, maestro de cantería y vecino de Trasmiera de quien consta que no sabía firmar. El cadáver de la fundadora sería trasladado a esta iglesia ocupando una de las tres sepulturas que hay delante de las gradas del altar, aquella en la que se dice “Esta sepultura es de Doña María de las Alas, fundo este Santo Convento de la Concepción”. En otra, al lado dice “Antonio de Evia Pumarino Mendoza… año de 1610 con seis misas cantadas cada una, siendo el Sagrado Patrón deste Convento cuia fundación fue año de 1607”.

En los siglos XVII y XVIII se acometen distintas obras en su iglesia. Así, a partir de 1629, Diego Ibáñez Pacheco se encargará de darle una mayor longitud lo que llevará a disponer dos puertas por el lado sur, cuya forma actual se justifica teniendo en cuenta la reforma que se hace de las mismas en 1753, data que también aparece grabada en la cúpula.

Cuenta esta iglesia con un buen retablo mayor, obra de Magariños, inaugurado en 1912. Tiene dos cuerpos y está coronado por una representación de la Trinidad entre los escudos de la orden franciscana y la concepcionista. Presenta en la parte central a la Inmaculada Concepción, obra donada en 1894 y que se debe a José Font, escultor catalán. En tanto a los lados se encuentran un San Francisco, de principios del XX, y Santa Beatriz da Silva, a relacionar con el escultor valenciano Tena, datada en 1926 y que fue donada a este convento por el P. Capuchino Manuel Fernández Mosteiro y familia, un año después de que esta santa fuese beatificada por el papa Pío XI.

Los dos relieves que hay abajo, a los lados del sagrario, muestran uno a Santa Beatriz da Silva cobijando a sus hijas bajo su manto en tanto que, a un lado, se muestra a la Inmaculada Concepción, patrona de todas ellas. El otro relieve presenta a San Antonio y San Francisco ; el primero distinguido por la Visión del Niño y el lirio que porta en sus manos; el segundo, por la alusión que se hace a su visión en el monte Verna.

Los laterales del presbiterio muestran, en sus partes medias, esculturas y. a sus lados, pinturas, a relacionar con el escenógrafo Arturo D´Almonte, autor de obras tales como las pinturas que adornan el presbiterio de la iglesia de los franciscanos en Lugo y de telones pintados, como los que realizó para el desaparecido Teatro-Circo Emilia Pardo Bazán, de A Coruña . En la parte del evangelio se presenta al Sagrado Corazón de Jesús, al que un ángel recoge la sangre con un cáliz en tanto que una clarisa se nos muestra orante. La pintura que se dispone a la derecha representa, en este caso, a Duns Scoto; el franciscano porta una bandera azul con el “Potuit, Decuit, Fecit”, relacionado con él en su defensa al culto a la Inmaculada, lo que explica, aquí, también, otras alusiones marianas. Le acompaña, en la base la siguiente leyenda: B. Joannes Duns Scotus/ Doctor Subtilis in Scholis/ /dictus – et Doctor Imma/culatae vulgo appelatus. Es Beatriz da Silva la mostrada al otro lado del Sagrado Corazón de Jesús. Se pinta con el hábito de su Orden y porta una cartela en que se dice INOCIENTIUS VIII, con lo que se alude al papa que reconoció a su orden. En la base puede leerse: BEATA BEATRIX DA/ SILVA ORDINIS CON/CEPCIONIS IMMA/CULATAE DE… FUN/ DATO…

En el lado de la epístola se presenta, en la parte central, al Sagrado Corazón de María, en escultura, entre dos pinturas que nos muestran a Santo Tomás de Aquino y a Santo Domingo de Guzmán. El primero aparece con su atributo personal del sol en el pecho, así como acompañado por dos ángeles, aquellos que le imponen el cíngulo de la castidad. La antorcha en el suelo ha de relacionarse con la orden dominica a la que pertenece y de la que lleva su hábito. Dice así el epígrafe existente en la base: Doctor Angelicus/ S.m Thomas praecingitur/ ab Angelis –almo/puritatis cingulo.

Santo Domingo de Guzman se presenta orante ante la Virgen que le entrega el rosario. El libro, abierto a su lado, hace alusión a su Regla. También se muestran otros atributos que le son propios: el perro con la antorcha encendida, el globo y las flores, en este caso, rosas, en vez de lirios. El texto que se impone en la parte inferior dice: S.P.N. Dominicus ab/ ipsa: Beatissima Virgir/ monetur – tu Rorarian/ populis praedicet.

También se relaciona con Maximino Magariños la creación del púlpito; en él pueden verse relieves alusivos a Santa Beatriz da Silva , la mística María Jesús de Agreda, San Francisco, la Inmaculada Concepción, Duns Scoto; se disponen figuras angelicales entre los mismos. Además se nos muestran aquí a los Evangelistas y a San José con el Niño.

A la entrada del presbiterio hay, a cada lado, un retablo. Ambos tienen forma similar y han de datarse en la segunda mitad del XVIII. El de la parte del evangelio está presidido por San Antonio y, a los laterales, están San Roque y San Francisco Javier; San José presenta, en tanto, en la parte alta. El otro retablo colateral, el de la epístola, se dedica a la Virgen de Fátima. En este caso se encuentran a los lados San Pascual Bailón y San Benito; y el Ángel de la Guarda, encima.

En el espacio amparado por la cúpula, que antecede al presbiterio, se dispone, a cada lado, un pequeño retablo, del siglo XX. En el de la parte del evangelio se puede ver una imagen, de vestir, de Nuestra Señora del Camino de la Luz, a relacionar con la Hermandad de las Siete Palabras. Tal escultura se encargó Antonio Espadas, de Úbeda; su vestido, a Juan López Jimenez, de Linares. Salió por primera vez en procesión el Domingo de Ramos del año 2013. El retablo de la epístola, en tanto, se dedica a San José.

Ya en la nave, en el lado del evangelio se dispone el retablo de la Virgen de los Dolores, a datar en el segundo tercio del siglo XVIII. Cuenta con un espacio central, presidido por esta devoción mariana, en tanto que arriba, se nos muestra a San Rafael. Cuenta con dos espacios laterales, hoy ocupados por ángeles, que, en principio, debieron de asumir la presencia de otro tipo de imaginería. Es muy cuidadosa tanto la pintura del retablo como del frontal – en el que puede leerse: POSUERUNT EUMIN MONUMENTO NOVO QUOD ERAT EXCISUM DE PETRA- y el entorno, sobresaliendo tanto por los laterales como arriba, en donde todo culmina con unos ángeles que sostienen una cartela en la que se dice: MEDIZ/INA DEI

El retablo Auxilum Christianorum, dedicado a María Auxiliadora, fue realizado, siguiendo planos de Ramón Martínez Insua, en los talleres de Rubiños, en Mondoñedo, obra que se concreta en 1891 con una clara formulación clásicas. Se dispuso enfrente al de los Dolores y presentam en sus lateralesm imágenes de San Juan Bautista y San José.

José Otero Gorrita será quien, en 1939, realice la cratícula tallada con motivos eucarísticos, para impartir la comunión en el coro bajo. Tal obra se completará, en 1953, con el comulgatorio y la decoración tallada de la puerta del vestíbulo de la iglesia. Ya en 1960 se data el Via Crucis, también de su autoria. También ha de citarse la presencia de una imagen de Jesús con la cruz a cuestas – al lado del altar mayor-, uno de los buenos pasos de la Semana Santa vivariense.

Entre las devociones que cabe contemplar, al otro lado de la reja, en el coro bajo, están la Inmaculada, la Virgen del Carmen, San Antonio y San Juan de Capistrano.

Ya en el exterior, en la parte correspondiente al atrio, a los pies de la iglesia, se venera a la Virgen de Lourdes, dispuesta en una gruta por 1924. Se trata de una devoción impulsada por el obispo Juan José Solís y Fernández (1907-1931), en cuyo pontificado se levantaron muchos altares dedicados a su culto en esta diócesis.

También en el convento se acometieron diferentes obras en los siglos XVII y XVIII. En 1638 Diego Ibáñez Pacheco, 1638, construye un pozo en la huerta del convento; en 1696 el maestro de obras Pedro Martínez Cuellar, vecino de Lugo, lleva adelante la planta para un nuevo dormitorio. También, en el dintel de la puerta de la clausura puede leerse: IHS MARIA IOSEPH 1705, dando cuenta de una nueva obra.

Es, en tanto, en 1707 cuando José Fontela se hace cargo del adecentamiento de la fachada del convento que mira hacia Santa María y en la que se ha de incluir la realización de la portada que da paso a la portería. También será este mismo autor quien, en 1725, asuma concretar la remodelación del claustro, en el que se mantiene la antigua sala capitular, en donde hay una pintura mural, del último tercio del siglo XVII; se representa en la misma a María suplicando a Jesús la salvación de las almas.

CONVENTO DE SAN MIGUEL DE CHAOS

En esta parroquia próxima a Viveiro hubo una ermita dedicada a San Miguel en el lugar de Chaos, que perteneció a las Clarisas de Ribadeo. Fue reducida a la Observancia en 1567 reconociéndose el denominado convento de San Miguel de Chaos de los terciarios regulares. Al asumir la Observancia se levanta la correspondiente acta notarial haciendo constar sus rentas, obligaciones, así como los objetos muebles entregados a los reformadores, No hay más noticia sobre aquel convento.

CAPILLA DE SAN FRANCISCO EN LA ESCUELA-HOGAR DE OS VILARES (SANTA EULALIA DE MERILLE).
Fue inaugurada esta capilla por el obispo Juan José Solis en 1914. Su fundador fue D. Francisco Albo Fernández. Cuenta, en su retablo mayor, con una imagen de San Francisco, realizada por 1914 en el taller de Arqués y Bernadás, en Barcelona.

La escuela- hogar, en tanto, se vincula, por un convenio firmado en 1926, con las Religiosas Terciarias Franciscanas de la Inmaculada Concepción.

11 oct 2014 / 18:53
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