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El mundo gay en el cine

  • 06 nov 2022 / 01:00
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La historia del cine está trufada de numerosas cintas cargadas de representaciones homosexuales de manera oculta. Únicamente interpretadas desde una lectura ‘queer’ se conocen las maneras de sugerirlas, descubriendo así la verdadera condición sexual de muchos personajes, algunos incluso, del cine más comercial. Era de esperar que si los grandes estudios hollywoodienses ocultaban la conducta homosexual de sus estrellas, también lo harían con respecto a los argumentos fílmicos. Aún así, y pese a estas circunstancias, los homosexuales no desaparecieron nunca de la gran pantalla; únicamente había que saber reconocerles.

LOS INVISIBLES DEL CINE. Los enunciados homosexuales tenían que ser lo suficientemente cuidados para no hacer sospechar a los censores durante la época del Código Hay (1934-1967), el cual se encargaba de otorgar la licencia de explotación de las películas. Las representaciones, por medio de objetos, así como el empleo de una determinada fotografía y planos, la música, el vestuario y la comunicación no verbal, resultan fundamentales a la hora de descifrarlos.

Uno de los elementos clave en el discurso homosexual son los estereotipos de género, construidos basándose fundamentalmente en prejuicios. En las primeras películas de la década de los diez y los veinte, es común el personaje gay conocido como sissy o mariquita. Este era motivo de burla en el cine mudo y adornaba las comedias americanas de los años cincuenta.

Del mismo modo, empezaron a surgir las lesbianas en el cine en blanco y negro con lo que se conoce como ‘hosenrolle’ o ‘mujeres en pantalones’, en las que éstas, vestidas de hombre, enamoraban a otras féminas que las confundían con galanes del sexo opuesto.

En Marruecos (1930), Marlene Dietrich, vestida de frac, regala miradas sugestivas y provocadoras, y algún que otro beso a otras féminas. En La reina Cristina de Suecia (1933), Greta Garbo interpreta magistralmente a la protagonista cuya comentada homosexualidad fue uno de los aspectos de la leyenda. Se viste de hombre, coquetea con su doncella y asegura sentirse un solterón.

Algunas películas se atrevían a abordar el tema lésbico con mayor o menor ambigüedad, pero la palabra lesbiana jamás se pronunciaba. También el género de terror ofrecía lugar para éstas. La marginalidad vampírica era perfectamente trasladable a la de las lesbianas. Será en 1936 cuando Hollywood produzca La hija de Drácula (1936), con Gloria Holden en el papel de vampiresa con especial fijación en las mujeres.

En La Residencia, Narciso Ibañez Serrador, no habla de vampiros pero presenta a la severa directora del centro, Madame Fourneau (Lilli Palmer), la cual parece disfrutar sexualmente fustigando a las alumnas y observándolas durante la ducha.

Frente a tanta moralidad norteamericana, el público europeo de los años veinte parecía no escandalizarse de la misma manera. Ciudades como París o Berlín, demostraban una cierta aceptación de la diversidad sexual, en diferentes campos artísticos. A finales de siglo XIX, Alemania podía presumir de contar con importantes movimientos homosexuales, pero con la llegada del nazismo y la Segunda Guerra Mundial desaparecieron. Los homosexuales se encontraban entre los grupos que fueron exterminados en el holocausto nazi. Éstos debían llevar en sus ropas un triángulo rosa invertido, que posteriormente se ha convertido en un símbolo de orgullo y de identidad gay.

LOS MALOS DE LA PELÍCULA. El género del cine negro es un ejemplo de personajes villanos cuya condición es claramente homosexual. La muerte de los mismos en el relato fílmico es además un hecho habitual. Así pues, en El halcón maltés (1941), el personaje de Mr. Cairo (Peter Lorre) se identifica claramente como homosexual mediante tics de conducta, el manejo amanerado de la voz, el vestuario elegante o la manera de jugar con el bastón que resulta toda una incitación sexual.

Otros homosexuales perversos se aprecian en Rebecca (1940), donde la señora Danvers (Judith Anderson), ama de llaves de la mansión, representa un amor enfermizo y lésbico. Obsesionada con su anterior ama es un ejemplo representativo de la homosexualidad de la época.

La Soga (1948) es una de los filmes que más estudios ofrece con respecto a este tema. En ella Hitchcock crea a dos amantes gais asesinos, una relación sugerida en la película y explícita en la obra teatral de Patrick Hamilton, de la que es adaptación. El documental El celuloide oculto (1995) de Robert Epstein y Jerry Friedman, basado en el libro The Celluloid Closet Homosexuality in the movies, de Vito Russo, en 1987, trata de la importancia del cine con respecto a lo que la sociedad opina del colectivo LGBTI (Lesbianas, Gays, Bisexuales y personas transexuales) y es que las representaciones negativas eran un reflejo de la opinión pública. Filmes como Ben-Hur (1959) narran la historia de los que fueron amantes y luego enemigos. Gore Vidal habla en dicho documental de la relación entre Messala y Ben-Hur asegurando que eran expertos en sugerir sin decir una palabra, y que Charlton Heston fue el único a quien no se le comentó porque sabían que se negaría.

También en Río Rojo (1948), Montgomery Clift y John Ireland mantienen un ambiguo diálogo en el que hablan de sus pistolas mediante insinuadas connotaciones sexuales. El melodrama implica secretos y ese es el principal argumento de La gata sobre el tejado de zinc (1958). La censura alteró el sentido de este filme eliminando referencias importantes a la homosexualidad de Brick (Paul Newman), tan explícita en la obra de Tennessee Williams; aún así, Maggie (Elizabeth Taylor) se desvive por atraer a su marido y semejante belleza ignorada completamente, únicamente puede significar una cosa.

Pero uno de los mejores ejemplos de latencia homosexual sucede en Espartaco (1960) en la que Toni Curtis y Lawrence Olivier, juntos en una bañera, conversan sobre el gusto por las ostras o los caracoles. La lectura gay está más que servida.

La década de los sesenta permite ciertas insinuaciones transformándoles en asesinos o carceleras que seguirán pagando su condición sexual. Así, hasta llegar a la completa visibilidad en décadas posteriores; pero aún hoy en día, los estudios cinematográficos borran con frecuencia cualquier indicio de homosexualidad, incluso cuando los personajes se inspiran en homosexuales reales o en novelas cuyo argumento principal es dicha sexualidad.

Películas como Una mente maravillosa (2001) indignaron a la comunidad LGBTI al obviarse el tema de la homosexualidad de su protagonista. Asimismo, el romance lésbico entre Idgie y Ruth de Tomates verdes fritos (1991), evidente en la novela de Fannie Flag, se tiñe de amistad en la versión cinematográfica, aunque entre líneas puede leerse mucho más. La masculina Idgie enamora a Ruth y juntas vivirán y cuidarán del hijo de la segunda. Desde entonces, cada vez es más habitual apreciar cierta variedad en el cine comercial de Occidente, como Brokeback mountain (2005) o Transamerica, interpretada magistralmente por las oscarizada Felicity Huffman.

La despenalización de los actos homosexuales está cada vez más lograda, dependiendo de cada país, hecho que se proyecta también en el cine; pero aún queda mucha labor social para que el séptimo arte sea el reflejo de una verdadera aceptación.

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